El acto no duró mucho, pero fue suficiente para dejar a los muchachos boquiabiertos.
— ¿Aaron, qué demonios...? —musitó, sintiendo su corazón latir cada vez más rápido. Parecía un ave atrapada en una jaula, intentando escapar.
— Me sorprendes cada vez más —fue lo que le llegó en respuesta. Rachel podría haberse reído, incluso podría haberlo mirado mal, pero en el momento en que las palabras abandonaron los labios de Aaron, un estruendo se extendió por el ejército de cadáveres. En una exhalación se pusieron nuevamente en pie y voltearon hacia el capitán.
Rachel creyó que también lo reverenciarían.
Sin embargo, la multitud comenzó a avanzar hacia el rubio con otros planes en mente. Aaron apretó su mano en la de Rachel. Ella sintió su nerviosismo en esa simple acción —. ¿Qué hacemos ahora?
Era una buena pregunta, pero se encontraban en la misma posición y si se quedaban allí por un minuto más, la multitud se abalanzaría sobre ellos. Fue el momento donde Rach estuvo a punto de echar a correr cuando sintió un cosquilleo provenir de su pecho.
Y como si supiera exactamente dónde estaba lo que buscaba, sus ojos encontraron al cadáver que llevaba un colgante con una peculiar llave de gemas violetas. Supo que tenía que llegar hasta él, aunque cargara con un manto inmaculado sobre sus hombros y cientos de esqueletos lo resguardaran. Aquél había sido el único cadáver que no la había reverenciado y Rachel supo que casi nadie con poder haría algo como aquello.
Así que Rachel jaló a Aaron contra ella y lo instó a avanzar lentamente por el borde de la estructura, con la esperanza de que si llegaban a las escalerillas y volvían al cementerio, las oportunidades de conseguir la llave fueran mayores.
— ¿Cuál es tu plan? —cuchicheó Aaron.
— Necesito distraerlo —respondió, señalando con la barbilla al guardián de la llave—. Necesitamos esa llave.
El reconocimiento brilló en los ojos del rubio y por aquellos segundos, Rachel en serio pensó que se ceñirían al plan, juntos.
— Rachel, tal vez esto no te guste, pero necesitamos separarnos.
Ya habían caminado medio metro cuando le escuchó. Con cada paso que daban, los cadáveres parecían acercarse más, pero siempre manteniéndose al límite. Rachel no sabía cuál sería su intención, pero de igual manera comenzaban a ponerla más nerviosa que nunca. La mano de Aaron dejó la suya y Rachel sintió un espacio vacío que provocó que su corazón se detuviera por una milésima de segundo.
— ¡Aaron, esto es de locos! ¡No podemos separarnos!
— Piénsalo —sonrió un poco, casi con timidez—. Ellos me quieren a mí, no a ti. Si me escapo, entonces vendrán a por mí y tú tendrás mayor oportunidad de robar la llave.
— Moriremos los dos —terció Rach.
— Será mejor si sólo muero yo —murmuró, ensanchando su sonrisa—. Sé que eres tú, Rachel. Y si morir es el precio que tengo que pagar para devolver a Luxar su Reina, entonces lo haré.
Por un segundo sus palabras sonaron dramáticas, ¿pero no estaba Rachel dispuesta a hacer lo mismo con tal de intentar salvar a su madre y reunir nuevamente a su familia?
— Aaron, yo no...—quiso intentar convencerlo de que no la dejara, o al menos de que no se fuera sin despedirse, pero el muchacho le dio la espalda y emprendió una carrerilla por el túnel más cercano a su posición. El corazón de Rachel dolió pues algo parecía susurrarle al oído que sería la última vez que lo vería así, con vida.
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El Secreto de Perséfone
FantasyHace diecisiete años una chica buena se cansó de actuar una vida que ni siquiera le agradaba. Atraída por la belleza que le ofrecía la oscuridad y la oportunidad de un camino diferente, olvidó quién era y se encontró escapando de todo lo que poseía...