-Diana, vamos a ver a tu abuela hoy, ¿No?- me preguntó la rubia que había a mi lado mientras tomaba sus cosas del pupitre y las ponía de forma desordenada dentro de su mochila.
-Sí, si- respondí, recogiendo yo también todos los libros de mi mesa para ponerlos en el interior de la mochila con cuidado. Tenía un poco roto las hombreras, por el peso extra que solía llevar todos los días. No era normal necesitar cinco libros de más de trescientas hojas todos los días, más sus respectivas libretas.
Fuera del aula se escuchaba el barullo de cientos de adolescentes que habían terminado ya su jornada escolar y se iban a casa.
Lisa, mi mejor amiga desde hacía cinco años, era la rubia que había a mi lado en aquel instante, íbamos en cambio a la residencia de ancianos donde se encontraba mi abuela ingresada desde hacía dos años.
Lisa le cogió cariño a mi abuela un año atrás, cuando después de un rechazo por el chico que le gustaba en aquel entonces, la lleve conmigo a la residencia, incapaz de dejarla sola llorando. El problema se solucionó bastante rápido cuando mi abuela le contó su infalible estrategia para ligar que usaba cuando era más joven. Aquel día surgió una nueva amistad que hizo que Lisa me acompañase todos los martes y viernes a ver a mi abuelita.
Caminamos por las calles de Madrid en busca de un McDonald's o un Burger King para comer, las clases terminaban a las 15:30, sin descanso para comer. Ilegal, lo sé.
Una vez con el estómago lleno fue cuando decidimos ir a la residencia. Si hubiésemos ido un poco antes nos hubiésemos encontrado con mi abuelita haciendo la siesta.
Allí saludamos a la mujer de recepción con una sonrisa antes de preguntarle si sabía por donde estaba mi abuela.
- Creo que la señora Walker está ahora en el taller de manualidades- fruncí el ceño. Tal vez se le hubiese ido el santo al cielo y no se acordaba ni del día en el que estábamos, ella nunca iba a los talleres los días que íbamos.
Nada más agradecimos a la mujer por la información, Lisa me tomó del brazo y me arrastró residencia a dentro.
- Vamos con tu abuela- exigió tirando con insistencia. A veces realmente pensaba que me arrancaría el brazo un día de estos.
- Está en el taller, esperemos aquí fuera- reproché, pero Lisa simplemente me ignoró y continuó tirándome del brazo hasta llegar a la entrada del taller. Era impaciente como nadie.
- Seguro que se alegra de que le hagamos compañía en la clase- sentenció. La rubia tocó dos veces a la puerta y un pase sonó desde dentro. Nada más nos dieron permiso, Lisa abrió la puerta y entró cogiéndome el brazo otra vez para arrastrarme al interior del taller, sabiendo que por mí misma no iba a entrar.
Nada más pisamos el interior, fuimos el centro de atención de los quince ancianos que estaban allí, sentados haciendo tranquilamente figurillas con plastilina. No quería ni ver a la persona encargada de aquello, seguro que cuando Lisa le dijera que habíamos entrado para no aburrirnos, nos echaría del aula. Pude distinguir a mi abuelita que nos miraba con asombro,pero con la mano levantada, lo confirmaba, se había olvidado del día de la semana en el que estábamos.
- ¿Necesitáis algo?- una suave voz me hizo girarme dirección a donde estaba la persona encargada de la sala. Mis ojos observaron detalladamente a la hermosa mujer que había delante de mí. De arriba hasta bajo, de bajo hasta arriba, recorrí su cuerpo fijándome en sus largas piernas cubiertas por unos pantalones negros ligeramente estrechos, siguiendo de una blusa blanca con líneas azul marino que dejaba ver parte de su clavícula al no llevar los dos primeros botones puestos.
Vi algunos mechones castaños que rozaban sus hombros de forma tímida, como si su propio pelo tuviese vergüenza de rozar aquella perfecta piel. Subí lentamente mi vista y encontrarme unos labios demasiado apetecibles, decorados de un rosado algo fuerte que podía pasar por un rojo débil. Detuve mi análisis en sus profundos y hermosos ojos grises, que acompañados de la sutil sombra de ojos resultaban más de lo que debía ser permitido.
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Yo tengo 18 años
RomanceEn edición. "¿Y tú que edad tienes?" "22" "Se va a enterar tarde o temprano que tienes 18" "No si nadie se lo dice" "Señorita Walker" En ese momento no me pude creer lo que veía... Ella iba a ser mi nueva profesora de historia.