Capítulo 3

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Su vista se giró aún más y llegó hasta mi dirección. No me miraba a mí, sino a la barra. Seguramente estaba buscando a alguien para que le diera algo de beber.

Sus ojos grises empezaban a pasearse por toda la barra hasta que se encontraron con los míos. Vi como se le formó una sonrisa en la boca y luego continuó con su inspección a la barra, haciendo como si nada.

¿Realmente me acababa de ignorar?

Entonces la pelirroja se acercó a la señorita Johnson, llamándola o algo, porque esta la miró por unos segundos antes de que la otra mujer la tomara del cuello para ponerse a bailar la canción lenta que se podía oír en el local.

Oh, genial, esta mañana coqueteo conmigo teniendo novia.

-¿Bailamos?- le ofrecí a María cuando terminé el cubata de un trago, y ella asintió mirando mi cubata vacío- Terminarlo de una, vamos. Un hidalgo- la animé. Ella solo sonrió de lado, haciendo lo que le había pedido. Sin pensármelo dos veces le tomé de la mano y la llevé a la pista de baile.

Pasé mis manos por su cuello y Maria la suyas por la cintura, empezamos a bailar pegadas.

Apoyé mi cabeza en su hombro mientras bailábamos y mis manos bajaron a su cintura baja. Sin duda María tenía buen cuerpo, era amable, inteligente, buena persona y se preocupaba por mí, pero ella no era el pez gordo de esta discoteca.

Levanté mi vista para ver al pez gordo de ojos grises bailar con una sardina.

Ilógico ¿verdad? Que el mejor pez de todos esté bailando con un pez cualquiera.

Miré los ojos negros de María mientras me acercaba ligeramente a su boca. Ella miró mis labios y pasó su lengua por encima de ellos para luego juntar nuestras narices. En cuestión de segundos estábamos besándonos.

Sus labios atraparon los míos y yo solté un leve quejido al sentir un poco de dolor. Me había mordido fuerte.

- Lo siento- se disculpó separándose unos centímetros, pero la calle esta vez mordiéndola yo.

Cuando nos separamos por falta de aire levanté un poco la vista por encima del hombro de María, para encontrarme a la mujer sexy calienta bragas mirándome.

Y eso era lo que me faltaba. Que ella me mirara de la forma que lo estaba haciendo. Sus ojos parecían estar hambrientos y no dejaba de analizarme.

Sonreí cínicamente mientras veía que me observa y volví a besar a María. Su lengua entró en mi boca sin permiso y sus manos bajaron hasta mi trasero que apretaron suavemente, solté un quejido en sus labios que la hizo sonreír.

Me separé un poco para ver al pez gordo besándose con la sardina.

- Diana, que miras todo el rato?- me preguntó al oído ¿Tan obvio era? Sus manos soltaron un poco el agarre de mi cintura.

-Nada- contesté rápidamente, pero era demasiado tarde, María ya estaba observando hacia donde estaba mirando yo con el ceño fruncido.

Sus labios formaron una línea recta por un segundo, y pude destellar un poco de decepción en sus ojos, pero aquello se marchó antes de volver a mirarme, recuperando aquella sonrisa que la caracterizaba.

- ¿La conoces?

- María... lo siento, no quería...- ella negó con velocidad, sin dejar que continuara divagando buscando una disculpa correcta.

- No te preocupes, Diana. La mujer está bastante guau- apreté mis labios. Sí que lo estaba, sí. Que imbécil estaba siendo en aquel momento- Le interesas.

Me reí un poco al escucharla hablar, pero ella no lo hizo, hablaba en serio.

- No lo hace.

- Pues ahora mismo está mirando hacia aquí - con cuidado terminó de soltar su agarre en mí- Voy a barra a por otro cubata, en nada vuelvo- y sin poder ofrecerme a acompañarla, se fue.

Yo tengo 18 añosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora