Capítulo 8

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Diana

Vi como sus labios se acercaban un poco hacia mí. Me quedé paralizada. Quería besarla, a pesar de que estaba mal.

Su boca continuó acercándose a mí rostro y mi corazón estaba latiendo a mil por los nervios. Notaba su suave respiración en mi rostro mientras yo tenía los ojos cerrados, esperando que mis labios notaran los suyos.

Escuché su suave risa cerca de mi oído, sintiendo como su aliento pasaba de estar en mi rostro a estar cerca de mi cuello.

Todos mis músculos se contrajeron al notar su nariz en mi cuello y un escalofrío sacudió mi cuerpo continuado de una pequeña descarga eléctrica cuando sus labios hicieron contacto en la parte de detrás de mi oreja.

Abrí los ojos nada más me recuperé, alejándose un poco de Sofía. Su sonrisa burlona delataba que ella ya sabía el efecto que tenía eso en mi.

- ¿Cómo sabes eso?- le reclamé, volviendo a acercarme a ella para tomarle del cuello de la camiseta y mirarla con cierto reproche. Aquello era trampa, mi cuerpo se volvía gelatina cuando alguien tocaba detrás de mi oreja.

- Secreto- sonrió burlonamente mientras se separaba de mí para tomar mi mano y dirigirnos al interior del pub, más concretamente a la barra.

- ¿Qué le sirvo?- nos preguntó el camarero cuando llegó. Para ser más claros le preguntó a Sofía ya que parecía no haberse dado cuenta de mi presencia y se limitaba a enfocar su atención con la de ojos grises.

- Dos chupitos- pidió Sofía mientras deslizaba su vista hacia mi para confirmar mi aprobación y yo simplemente asentí.

Mientras, el camarero deslizó su vista de Sofía hacia mí con cierta inquietud, pero cuando me vio solo sonrió, aliviado. No. Me. Lo. Podía. Creer.

-Claro, ahora- le dijo a Sofía antes de girarse para buscar la bebida. ¿Que le pasaba? ¿Como no era hombre descartaba que podía estar conmigo?

El camarero se acercó con dos vasitos y una botella para llenarlos a más no poder al mismo tiempo que trataba de iniciar una conversación con Sofía. No daba muchos resultados, la mayor le respondía un poco cortante, con monosílabos que no dejaban que la conversación avanzara.

Ahí no amigo. Tratar de coquetear con mi cita delante de mí no era algo que iba a dejar pasar, así que me acerqué a ellos, rodeando a Sofía con mis brazos. El imbécil del camarero se me quedó mirando de arriba abajo, deteniendo la pregunta que estaba haciendo a mitad.

Sofía se sorprendió, lo noté cuando sus músculos se tensaron, pero no me apartó, al contrario, abrió las piernas para que yo me pudiera juntar más a ella. Pasé mis manos por su cintura y miré de reojo al camarero quien hizo un gesto para despedirse y se marchó.

Captó la indirecta.

Suspiré algo aliviada y fui a dar un paso hacia atrás para separarme, pero su mano en mi cintura lo impidió.

- ¿Te vas? Y yo que pensaba que te querías quedar un poco más conmigo- se acercó peligrosamente a la parte baja de mi oreja para luego dejar otro suave beso, y me volví nuevamente gelatina sintiendo el escalofrío en mi cuerpo.

La volví a mirar con reproche, pero no dije nada. Tampoco podía hacer como si me desagradase.

- ¿Tomamos?- miré los vasos servidos enfrente nuestra, ella se alejó un poco pero no me dejo irme de sus piernas.

Lo bebí de una, haciendo una mueca por su sabor, pero la borré cuando Sofía tomó mi mano y me dio un tirón para ir a la pista de baile.

Bailamos más pegadas que hace unas horas, sentía su aliento en mi cuello, erizandome la piel y mis manos estaban en su cuello, haciendo que su rostro se quedará a pocos centímetros del mío.

Yo tengo 18 añosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora