Sofía
- Perdona no sabía que eras una experta con el trineo- se burló de mí la morena, quitándose un poco la bufanda para respirar bien.
Habíamos estado toda la mañana jugando en la nieve, después de habernos tirado un par de veces más con el trineo decidimos ir a esquiar, o hacer lo más parecido posible sin caernos mucho en la nieve.
Terminé comprando unos guantes nuevos ya que los de Diana no tenían pinta de secarse, y a pesar de que ella insistió en que no hacía falta que tuviera guantes, no iba a permitir que se congelara.
Ahora mismo estábamos en mi coche, nos habíamos desecho de la ropa para nevar pero el abrigo aún lo conservamos. Tenía pensado llevarla a comer a un restaurante de un pueblo cercano, donde las temperaturas todavía eran muy bajas, aunque no tanto como en medio de la montaña. Lo último que quería es que se resfriara por mi culpa.
En la nieve me había quedado absorta mirando sus labios, el como se movía cuando trataba de esquiar aunque pareciese mas bien un pollo, y aunque estuviese cubierto de numerosas prendas suspirar al pensar en su cuerpo, el que había sentido contra mi hace tan solo dos meses en la discoteca. Por suerte Diana no me había pillado al contrario que yo a ella. La pequeña no era muy disimulada que se dijera.
- ¿Y dónde vamos?- me preguntó con una sonrisa mientras se tocaba algunos mechones de su pelo, levemente mojados a causa de la nieve.
-A un pueblecito que hay, no tardaremos más de 10 minutos.
- Menos mal, porque me muero de hambre.
- Pues para tu información una ensalada no te llenará el estómago- comenté haciendo memoria de nuestra primera cita.
-Callate, después de verte ese día comer como un cerdo creo que ya no voy a tener vergüenza de comer a tu lado- cuando se calló levante una ceja por lo que había dicho. Poco a poco observé de reojo como su mirada cambiaba de un "he ganado" a un "mierda, la he cagado"-No quería referirme a ti como un cerdo, solo por como comes. No quiero decir que comas como un cerdo, ni nada de eso, es solo que comes mucho- a medida que iba hablando su cara se iba poniendo más y más roja.
- Ya lo sé, tranquila- la oí murmurar un perdón antes de que subiera la música de volumen. Como si me dijera con eso que no quería tocar más el tema. Puse mi mano sobre su muslo y lo acaricié tratando de darle a entender que todo estaba bien. La oí soltar un suspiro. Quería decirle que no me había importado lo que había dicho, era verdad que comía mucho y sabía que no había dicho eso con malas intenciones.
Aparqué el auto cuando llegamos al restaurante. Diana todavía no había abierto la boca desde nuestra última conversación. Ella iba a abrir la puerta pero la detuve cogiéndole de la chaqueta suavemente y estirandosela. Ahora yo era el foco de atención.
Sus ojos todavía mostraban algo de preocupación y culpa, era tan adorable. Así que sin poder evitarlo me acerqué a ella y puse mis labios sobre los suyos. La verdad, tenía tanto tiempo queriendo hacer esto.
En el momento en que nuestras bocas se juntaron Diana ya me había correspondido. Besar sus labios era como estar en el paraíso, subir las escaleras al mismo cielo y luego tirarse en caída libre dejando que el cuerpo se llenará de emoción.
Su mano se alejó de la puerta, pues ya no le interesaba salir de allí, y la colocó sobre mi cuello intentando acercarme más a ella. Me levanté un poco de mi asiento inclinándome hacia Diana provocando que ambas cayeramos sobre la puerta del copiloto, pero no nos importó mucho ya que nuestras bocas seguían jugando entre si.
Me separé lentamente cuando mi cuerpo reclamaba oxígeno y me quedé observando sus ojos aún cerrados, hasta que recordé que estábamos delante del restaurante para comer comida.
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Yo tengo 18 años
RomanceEn edición. "¿Y tú que edad tienes?" "22" "Se va a enterar tarde o temprano que tienes 18" "No si nadie se lo dice" "Señorita Walker" En ese momento no me pude creer lo que veía... Ella iba a ser mi nueva profesora de historia.