Sofía
Entraba al taller de todas las tardes con los ancianos de la residencia.
Desde hacía unos años que lo hacía, no ocupaba más de una hora y pagaban bastante bien. Aunque la verdad necesitaba bastante paciencia en algunas ocasiones. Ancianos de 80, 90 e incluso algunos rozando los 100 años, que no podían hacer muchas cosas por ellos mismos, les costaba escuchar y tenías que gritar, o simplemente te ignoraban porque no se daban cuenta que les estabas hablando. Además de que parecía que cuando más mayores se hacían, más tozudos eran.
La única con la que podía mantener una conversación decente era con la señora Walker. Una anciana de alrededor de 70 años que aún conservaba bastantes luces.
Les di un poco de plastilina y unas hojas con figuras simples por si querían hacer alguna de ellas. Estrellas, flores, corazones... Una vez estuvieron todos entretenidos y ya habían entendido qué hacer me senté en la silla, tomando mi teléfono.
Esta noche me iba de fiesta con mis amigos, celebrando mi nuevo trabajo como profesora en un instituto. Había sido un golpe de suerte, pensaba que este curso escolar no iba a trabajar, después de todo acababa de salir del máster. No había hecho ni siquiera las oposiciones, solo me habían llamado de un colegio concertado ¿Que posibilidades tenía de que me llamaran para una sustitución de todo el año? Ninguna.
Aparté la vista del móvil y vi un momento a los ancianos. Estaban todos comportándose.
En ese momento sonó la puerta. Di permiso para que pasaran y esta se abrió dejando entrar a dos chicas. Una llevaba prácticamente arrastrando a la otra hasta el interior de la clase, para ser más exactos.
La chica que iba detrás deslizó la vista entre los ancianos que se encontraban haciendo sus tareas. Vi como una pequeña sonrisa se le formó y luego deslizó su vista hacía mi cuando pregunte si necesitaban algo.
Sus ojos castaños hicieron un recorrido entero de mi cuerpo. Y yo hice lo mismo con el suyo.
Y solamente podría decir una palabra, guau. Era todo lo que podía decir para definir a la chica que me escaneaba con detenimiento y cierto nerviosismo. O al menos aquello era lo que me trasmitían sus ojos marrones, que miraban los míos fijamente.
- Queríamos saber si el rato que queda de clase lo podríamos pasar junto con su abuelita - aparté mi vista de sus ojos y la dirigí a la rubia que la tenía cogida del brazo para volver a ver a ella.
- Claro, tomar asiento- sonreí y la rubia me devolvió la sonrisa.
- Muchas gracias- la rubia tomó el brazo nuevamente de la morena y a rastras se la llevó hasta el asiento de la señora Walker.
****
- Muchas gracias por la clase de hoy- dijo la señora Walker de pie delante de mi escritorio. Yo solo sonreí.
-No es nada. Tampoco es como si hiciera mucho aquí.
- Nos mantienes entretenidos. Eso a nuestra edad ya es un logro- rio- ¿Te gustaría tomar algo conmigo y mi nieta? Me gustaría agradecerle toda la plastilina que ha tenido que comparar para mi esta semana.
-Oh, no hace falta señora- no hacía falta porque en verdad luego todo el dinero que me gastaba la residencia me lo devolvía.
- Insisto- deslicé mi vista hacia las nietas de la señora Walker y terminé accediendo. Salimos por la puerta y la anciana les informó a las dos chicas que íbamos a ir a la cafetería.
-Por mi no hay problema- contestó la rubia antes de mirar a la castaña, que nos miraba algo confusa.
-Si queréis- sonrió amablemente y luego nos dirigimos hasta las máquinas expendedoras para pedir cada una algo. Decidí averiguar un poco sobre las nietas de la única residente con la que se podía mantener una conversación con pies y cabeza de aquí, después de todo, estaba tomando algo con ellas, que mínimo ser educada.
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Yo tengo 18 años
Storie d'amoreEn edición. "¿Y tú que edad tienes?" "22" "Se va a enterar tarde o temprano que tienes 18" "No si nadie se lo dice" "Señorita Walker" En ese momento no me pude creer lo que veía... Ella iba a ser mi nueva profesora de historia.