Capítulo 4

2.2K 218 126
                                    

¿Amigos de Avery? No la toquen.


Avery y yo pasamos la semana por separado, cuando había meditado aquella noche, me había dado cuenta de lo impuros e incorrectos que eran mis pensamientos, y estaba avergonzado. No podía mirar a Avery a la cara, y estaba seguro que ella estaba molesta conmigo, aunque no entendía porqué. Si bien había estado a punto de hacer algo impensable, no lo había hecho precisamente para no herirla. Porque tal vez estaba confundido. Tal vez estaba encantado con Avery, con la forma de sus ojos, con su pequeña sonrisa; incluso de sus lágrimas. Había llegado al punto de desear besar sus ojos si éstas volvían a escaparse de los mismos. Se sentía como si fuera la primera mujer que se acercara a mí, la primera que me sonríe, la primera que me abraza. Y la primera a la que deseo besar. Pero no lo era. Avery no era la primera mujer en hacer esas cosas. Y no sería la última. Aunque había tratado de convencerme de ello. Deseaba besar a Avery.

—¿Estás bien?

Vuelvo mi mirada. Mishell tiene su ceño ligeramente fruncido, arrugando un poco su perfecta frente. Mishell era hermosa, brillante. Era tan diferente a Avery. Mishell era rubia, Avery era morena. Mishell tenía una piel bronceada, que era casi dorada y brillosa. Avery tenía la piel tan pálida que casi era transparente, se podían ver sus venas claramente en sus antebrazos. Mishell tenía ojos azules, Avery los tenía verdes. Mishell siempre reía, Avery siempre se enojaba. Desvié mi mirada.

—Si. Pero ya me aburrí.

—¿Y eso? Adoras que hagamos esto los domingos.

—Pero hacer lo mismo es tedioso. Podríamos variar. Tú sabes. No hacerlo sólo en casa.

—Esto es algo que no podemos hacer en cualquier lugar. Sabes eso, ¿no?

—Tal vez sea el lugar. Deberíamos hacerlo en tu casa.

—No. Me gusta la tuya para hacerlo. Se siente como si fuera tu esposa.

Rió y negué. Miramos nuevamente la pantalla donde estaba a mitad una de las películas románticas que Mishell adoraba. Era lo que hacíamos cada domingo, veíamos un maratón de películas que uno de los dos elegía. Hacíamos una competencia de piedra, papel y tijeras para saber quién elegiría el siguiente. Y yo ganaba usualmente. Pero esta semana había estado zonificado.

—¿Porqué me torturas haciéndome ver películas donde la protagonista es una chica que se interesa por problemas sumamente menores a los que deberían ser de su interés total?

—Oh, perdón señor. Que una chica se interese en encontrar el amor es...

—Común. ¿Porqué no sale que la chica se interesa por culminar sus estudios y decide viajar a Francia a patear los traseros de espías que han hecho al país vulnerable frente a los demás enseñándoles sus vergonzosos secretos, y sus muchas, muchas, muchas debilidades?

Ella levantó una ceja.

—¿Te recuerdo porqué vemos lo que quiero?

—Piedra, papel y tijeras tiene sus fallas en el sistema y...

—Te gané.

—Pero...

—Te... gané.

Casi acarició las palabras. Me recosté en el sillón mientras resoplaba.

—¿Cuál es la siguiente?

—Así me gusta.

Rió encantada. Cuando hubo puesto la película se acurrucó a mi lado, sonriendo. Miré la pantalla después de besar la cabeza de Mishell. Luego mis ojos se desviaron al reloj de pared, iban a dar las cinco de la tarde. Avery había salido de casa, según ella, para recoger algo que su tía le había mandado. Pero había salido a eso de las diez, pasando todo el día fuera. ¿Es que no pensaba volver? La puerta sonó y miré rápidamente. Madeleine pasó por detrás del sofá hacia la puerta y me tensé cuando oí risas. Pronto Avery con un par de chicos entraron y tragué molesto, ella me miró por unos segundos y luego sus ojos se posaron en Mishell, la cual se puso de pie.

Mi hermana y yo |MHYY2| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora