Capítulo 5

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Casa sola, películas y deseos.



Me levanto temprano para ir al instituto, y salgo hacia este una vez listo. Gruño al llegar al auto. Tampoco pude dormir hoy.

Avery ha estado pegada a mí desde hace un par de días, bueno, desde aquel día. Y ello me hace inmensamente feliz. Jugábamos videojuegos juntos, veíamos una caricatura cada día y algo en ello me hacía pensar que estaba bien nuestro presente, papá y Madeleine pasaban con nosotros y Hillary parecía aceptar a Avery más que a nadie. Parecíamos la familia perfecta. Pero sentía algo que estaba cambiando en mi interior, había algo que se había vuelto mi necesidad, quería ver siempre a Avery. Me molestaba si salía de mi campo visual, me molestaba si alguien siquiera la rozaba. Y una de las peores cosas era esperar a que llegara en esa bicicleta al instituto. Había insistido incontables veces en que ella debía venirse conmigo en el auto, pero su respuesta era siempre negativa. Avery sabía llevarme la contra.

Me detengo en el parqueadero y camino hacia la puerta principal con la mochila sobre mi hombro, me detengo cuando llego a la misma y me vuelvo hacia el campus, entonces diviso a Avery caminar hacia donde me encuentro. No se percata de mi presencia y saluda a varios compañeros que la interceptan, mis ojos recorren su pequeña figura. Esos pantalones le van grandes, pero no se ve mal, y aquella enorme chaqueta la hace ver un tanto gruesa, me imagino lo pequeña que debe ser su silueta bajo toda esa ropa y mi boca se seca. Ella parece un niño a lado de nuestros compañeros y por dentro me siento feliz de verlos creer que es una más de los chicos. Porque con ese rostro tan diminuto y esa piel tan blanca, no faltaría un idiota que intentara quitarme... Bueno, que intentara algo con ella. Cuando pasa por mi lado la tomo del brazo y se vuelve a mí.

—¡Misael!

—Dan. Tardaste. ¿Qué hacías? —bajó la mirada avergonzada y sus mejillas se tiñeron ligeramente de rosa, mi pecho golpeteó con fuerza, la solté lentamente algo avergonzado también —. ¿Dan?

—¡Bien! Me desvié por helado. Iba a traerte uno pero...

Miró hacia arriba tratando, inútilmente, de darme una excusa creíble. Mis ojos se desviaron a su barbilla, solía arrugarla y esa parte de su expresión se había vuelto mi favorita. Reí.

—¿Iba a derretirse?

—¡Exacto!

Dijo mirándome finalmente con una amplia sonrisa, llevé mi mano a su cabeza y revolví su cabello. Ella posó sus ojos en mí y sonrió dulcemente, aparté mi mano entonces.

—Seguro. Andando.

Le hice señas con la cabeza para que comencemos a caminar y me siguió de cerca con una sonrisa, la gente nos miraba al pasar, y, por egocéntrico que sonara, no había nadie que no nos diera una mirada. ¿Porqué? Tengo muchas teorías al respecto. Podría ser porque el instituto no era "especialmente" grande, y en realidad éramos los únicos mellizos conocidos en este. O quizás porque éramos, en serio, los únicos con ojos verdes tan claros, porque en realidad no habían ojos como los nuestros; con una claridad casi plateada pero sin llegar a ser grises. Volví a mirar a mi pequeña hermana, saludando a ciertos conocidos, reí al ver lo mucho que le divertía esto. Puse mis ojos al frente, pobrablemente nos miraban por que Avery era hermosa.

—¡Si sigues así me alejaré de ti!

—¿Misael? Oye. ¡Oye!

Parpadeé, Mishel me miró molesta y cerré mis ojos durante algunos segundos. La mañana había pasado más lento que de costumbre y ahora, que caminábamos a la salida, mi cabeza se partía.

—Lo siento, ¿qué decías?

—Decía que hoy tengo que ir a comprar ciertas cosas al centro, mamá irá conmigo pero será de lo más aburrido y quería saber si podías venir conmigo.

Mi hermana y yo |MHYY2| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora