Sentía la brisa chocando en mi rostro, una sensación que hace mucho tiempo no experimentaba. Los rayos del sol acarician mi piel, calentándola poco a poco, de una manera agradable y placentera. No había dolor, pena, tristeza, agonía, nada, solo tranquilidad.
Estaba manteniendo mis ojos cerrados para así poner atención a las gaviotas y olas marinas que sonaban a mi alrededor. La arena suave provocaba que mis pies se hundieran un poco, cada vez que el mar mojaba la orilla. El agua marina los tapaba hasta los tobillos, y dejaba un masaje agradable en ellos. Sonreí por el momento relajante, y luego escuché la risa de Barby atrás.
Venía corriendo con todas sus fuerzas hacia la orilla de la playa, mientras nuestro padre la perseguía imitando un perro algo loco.
Abro mis ojos después de respirar brisa marina y volteé para verlos jugar. Mamá los veía desde su zona de confort, ella nunca había sido amiga del mar o del sol, pero amaba vernos jugar de esta manera o simplemente vernos sonreír.
—¡Simone! ¡Ayudame! ¡Papá me esta persiguiendo! —Escuché a Barby gritar mi nombre a lo lejos.
Solté unas cuantas carcajadas y esbocé una sonrisa apenas perceptible al verla venir hacia mí.
Ella siempre me trasmite esa felicidad y locura que emana todos los días, al igual que nuestro padre. Es igual a él, y mamá y yo teníamos más cosas en común. La vi a pocos centímetros de mi persona, con su agarre tomó mi mano sin titubeos, para colocar mi cuerpo como escudo.
—¡Si la defiendes, entras a la guerra! —dijo papá mientras finge ladrar.
—¿Así? —pregunté entre risas —Entonces, ¡A la zona segura! —grité con energía.
Tomé la mano de Barby y corrimos con todas nuestras fuerzas a la rueda de Chicago. Subíamos algo torpes y entramos muertas de risa. La miro detenidamente al estar a solas; estaba con un ataque de risa incontrolable, algo que papá siempre le provocaba. Logró controlarse y se limpió las pequeñas lágrimas que rodaban por sus mejillas sonrojadas, simplemente para volver a reir.
¿Simone? ¿Que hacemos aquí?
De un golpe, gritos, sirenas y llanto entraron en mi cabeza, en el momento justo en que mi subconsciente interrumpió el momento. Fruncí el ceño aturdida por las imágenes sin orden alguno, que cruzan mi cabeza. Eso hizo que Barby detuviera su risa y me mirada fijamente sin decir nada.
Dejé de intentar recordar que había pasado, por que eso me provocaba un dolor de cabeza horrible, así que solo la sacudí e intenté fingir que nada pasaba, pero Barbara seguía viéndome sin expresión.
Intenté sonreír para traer de regreso a esa Barby de 11 años alegre y jovial, pero fue en vano. Ahora lucía como angustiada.
—¿Qué sucede? —pregunté con tono nervioso. Barby dibujó una leve sonrisa en sus labios, tranquilizándome un poco.
—Quiero hacerte una pregunta, pero no se si puedas contestarme todavía.
—¿Quieres hacerle una pregunta a tu hermana menor? Pensé que señorita "soy-más-sabia-que-tú" nunca lo haría.
Reí al verla fingir resentimiento y crucé mis brazos solo para adoptar mi papel, tenía que disfrutar el momento de superioridad, antes de que se acabara.
—¡No seas tonta, claro que se más de lo que tú sabes! —dijo defendiendo su posición de hermana mayor con un acto infantil.
Ambas reímos por un momento, pero Barby se detuvo poco a poco hasta volver a su actitud anterior. Lucía triste y adolorida, pero no lograba entender el porqué.
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Romances color vino (Sin Corregir)
ChickLit*Ganadora en los premios Carrot Awards 2017, en la categoría chick-lit. *Ganadora del mini concurso "Hablando sin máscara" 2017. "El quitó sus ojos de mi, y los puso sobre la copa que estaba frente a él. La tomó entre sus dedos con elegancia y la ag...