Capítulo cinco

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Capítulo cinco.


Los días habían pasado y la terapia de los Banners estaba extrañamente progresando, aunque Bruce seguía con su mismo comportamiento desde que iniciaron las sesiones, la cosa iba distinta.

Un mes y medio había pasado desde que sus amigos se enteraron que había una mujer, la cual, era la culpable del comportamiento de Steve. Wilson quería saber a toda costa de quien se trata y de vez en cuando bombardea al rubio con muchas preguntas para saber quién es, por otro lado, Bucky solamente le ha dado su espacio, sabía que en cualquier momento también comenzaría a preguntar de quien se trata.

Tal vez su amigo aun pensaba que se trataba de Carter. Soltó una bocanada de aire cuando escucho que tocaban la puerta de su despacho, ya faltaba poco para que comenzara la sesión de dicha pelirroja. Ansiaba verla, quería tener las pequeñas charlas insignificantes que tenían antes de que llegara Banner. Quería observar sus ojos, —aunque sea por escasos segundos— cuando hablaba.

Estaba decidido, quería todo de ella. Deseaba todo con ella.

Si antes quería tenerla entre sus brazos, ahora ese deseo fue en aumento. Pero no podía, por más que lo quería, no podía hacerlo.

— Adelante. — hablo, después de aclarar su garganta.

La felicidad de su rostro fue opacada cuando no vio a entrar a Natasha por la puerta. Soltó todo el aire posible en modo de resignación y se paró de su asiento para tenderle la mano a Bruce en modo de saludo.

— Hola. Parece que, ahora he llegado más temprano yo que mi esposa.

— Así es. — suelta su mano y sonríe de medio lado. — Es una gran sorpresa.

— Hoy terminamos temprano.

Por un momento el rubio iba a cometer la imprudencia de decirle que esperaba que terminara temprano más seguido, pero solo le dedico un asentimiento. Aunque últimamente llegaba a tiempo e incluso un par de veces llego junto con Natasha a la sesión. Empezaba a querer darle un reconocimiento firmado por él mismo por llegar a tiempo.

Vio por primera vez a Bruce Banner pasear por su oficina, deteniéndose en cada uno de los libros que tenía en su despacho, hasta que dio con los cuadros donde estaban algunos de sus reconocimientos y algunas de sus medallas.

— Aun veo innecesario todo esto. — vuelve hablar Banner, metiendo sus manos a las bolsas de su pantalón. — Pero dígame, de doctor a doctor, ¿cómo puedo convencer a mi esposa de dejar todo eso de la terapia?

— Las mujeres pueden ser muy tercas, doctor Banner, cuando algo se les mete a la cabeza es muy difícil de hacer que dejen esa idea a un lado.

Él debería de saberlo, pensó Steve. Estaba casado con Natasha, quien puede ser más terca que un puñado de mujeres juntas.

— Ya veo. Entonces dígame, ¿cómo puedo hacer feliz a mi esposa? — pregunta sin ni siquiera verlo, estaba tan concentrado viendo las insignias y medallas. — Así que Capitán, ¿eh?

— Si.

— Interesante.

¿En verdad le estaba preguntando eso? Se supone que él debería de saberlo perfectamente. No sabía cómo contestar a esa pregunta. Claramente tenía una idea de cómo hacer feliz a la pelirroja, más sin embargo ya ha pasado un buen tiempo desde que su tarea más importante era hacerla feliz.

No sabía qué hacer, si contestar su pregunta con los conocimientos que tenía o simplemente dejarlo pasar. Le comenzaron a sudar las manos por los nervios, le entraron unas grandes ganas de contestarle y eso no era bueno.

Recuperando al Amor de mi VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora