Capítulo treinta

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Capítulo treinta.

Los olores que flotaban en el lugar y que su nariz percibía, eran maravillosos, podría decir que se sentía en el paraíso en ese preciso momento. El olor a canela se mezclaba con el olor a vainilla y a su vez también con el de fresa y chocolate, era una combinación tan exquisita que podría decirle si a todo en ese momento.

Observo el lugar, preguntándose por dónde empezar para que al final sus ojos verdes cayeran en Steve quien le regalo una sencilla pero dulce sonrisa. Sin duda le debía mucho y de tan solo pensarlo quería echarse a llorar, la sensibilidad que estaba con ella no le ayudaba bastante, de tan solo pensar que Steve esta con ella para ayudarla y apoyarla la hacía querer llorar de felicidad. Aun así, no lo haría en ese lugar.

Los antojos de Natasha aún seguían y Rogers lo sabía porque de vez en cuando ella se lo decía y también era el que se levantaba a media noche para llevarle lo que ella quisiera. No le molestaba eso, sino todo lo contrario, le gustaba complacer a Romanoff en todos sus antojos y en cualquier cosa que ella necesitara.

— Deberías llevarme a un lugar más saludable, Rogers.

— ¿En serio? — la miro confundido. — Te he traído aquí porque sé que es lo que querías, no lo sé, hace como cuatro horas atrás. Pero si has cambiado de opinión y ahora quieres una ensalada podemos ir por ella.

— ¿Te estas burlando de mí?

— ¿Que? Por supuesto que no, cariño. Vamos, escoge lo que quieras.

La risa de Steve hizo que entrecerrara los ojos hacia él. No sabía si estar arrepentida de haberle dicho a Steve cuál era su antojo, ahora creía que estar en esa panadería no era buena idea. Temía por ella y su futuro peso, si bien, el doctor le había dicho que se encontraba en su peso ideal, ella se pondría a llorar en el hombro de Steve nuevamente porque no volverá a ser la Natasha de antes cuando su bebé nazca.

Muchas dudas la inundaban, ¿acaso ella volverá a tener su figura de antes? Y la mejor pregunta era: ¿podría bailar de nuevo? Según Steve esas preguntas tenían una respuesta afirmativa, aun así, la visión de Natasha era todo lo contrario.

Odiaba en ese momento encontrarse en el centro comercial y que justamente cerca hubiera una panadería. Pero a la vez se encontraba emocionada, como si de una niña abriendo sus regalos de navidad se tratara. El rubio se encontraba a su lado eligiendo una que otra cosa para él y de vez en cuando leyendo y mandando mensajes de texto.

— ¿Crees que lo que hemos comprado sea suficiente?

— No lo sé, solo es el comienzo, podemos volver cualquier otro día. — dijo guardando su móvil. — Llevemos dos Brownies.

— No quiero comer tanto chocolate.

— Entonces no llevemos Brownies.

A Natasha le hizo gracia el cambio de opinión del rubio y se lo hizo saber, recibió un beso en la mejilla para después dirigirse ambos a la caja.

— Espera. — hablo Steve, llamando la atención de la pelirroja. — Iré por algo más.

— Okey, seguiré yendo hacia la caja.

En el momento que puso la bandeja sobre el mostrador, la muchacha que atendía comenzó a empacar todo lo que habían escogido.

— Por lo que veo su esposo será un buen padre.

— No es mi esposo.

— Oh, lo siento, su novio.

La chica le sonrió apenada y por alguna razón Romanoff estuvo a punto de decirle que tampoco era su novio, porque era verdad, ellos no han establecido un nombre para lo que tenían, pero se retractó al momento de darse cuenta que los ojos cafés de la muchacha seguían a Steve. Frunció levemente sus labios para después sonreír.

Recuperando al Amor de mi VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora