Ella

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Ella era fuego, era una preciosa tormenta,

un huracán de verano que destruye todo allá dónde va,

allá por donde pasa.

Ella era libre, era viento, era ganas de vivir.

Mis ganas de vivir.

Ella era mi droga aunque para ella las hubiera mejores que yo.

Ella era infierno, era caos, desorden y orden a la vez,

ella era como la primera cerveza que te bebes

después de acabar todos los exámenes del curso.

Ella era verano, era intensidad,

era sitios y sitios donde estar,

lugares donde querer quedarse toda la vida,

lugares en los que sorprendentemente yo quería vivir de forma indefinida,

sin fecha de caducidad.

Ella era el yang del ying que solía ocupar mis días,

ella era frescura, alegría y ganas de reír todo el rato.

Ella era besos, era abrazos, era sexo, era gritos, era lucha, era calma.

Ella era todo, pero escogió ser nada.

Ella solía ser victoria, pero esta vez escogió perder

por mucho que a día de hoy siga pensando que ha ganado.

Una vez leí por ahí que no es más valiente quien se queda,

sino quien se tiene que ir y lo hace

aún sabiendo, gritando hasta la última voz,

que quiere quedarse.

Yo me fui con las armas descargadas

y las heridas de guerra sangrando,

abiertas a más no poder.

Yo me fui con el corazón en la mano

y las ganas de quedarme una vez más tirando de mí,

con la mochila cargada de ilusiones rotas

y de fotos juntas que nunca me llegaste a enviar.

Yo me fui aún sabiendo que siempre

habrá allí una pequeña parte de mí

y que por mucho que puedan soldar las heridas

nunca habrá puntos de sutura

y la cicatriz permanecerá ahí.

Las cosas que nunca te dijeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora