Bleu Noir

87 3 0
                                    

2 de Enero. Córdoba, 09:32 am. Estudiando las formas de olvidarte.

Hace tiempo que no escribo. Hace tiempo que no necesito desahogarme con algo más que no fueras tú. Hace tiempo que el "no" desapareció y todo eran "síes" que bailaban y se paseaban por nuestra existencia augurando todo lo  bueno que pudiera venir. 

Pero ya no viene. 

Ya se acaba. 

Ya no llega. 

Me encuentro en una encrucijada continua entre querernos a medias o quererme bien. Nunca sé si la mejor opción es dejarte o dejarnos ir, porque me acaricias los labios y se me olvida lo que estaba pasando en ese momento, y me encuentro en el punto de partida con la misma ilusión e incertidumbre de poder y querer ganar un juego que nunca quise calificar como tal. Qué daño nos ha hecho Disney y los cuentos que siempre acaban bien, donde toda relación "sana" se basa en depender de alguien. 

Yo no dependo de ti

Ni quiero.

Ni debo.

Ni puedo.

Tengo necesidad de verte, tengo la necesidad de pasear contigo por cualquier calle de algún lugar con muchas eses y muchos "Mi arma" y "Mi vida" entre gente que ni siquiera se conoce. Tengo necesidad de hacerte rabiar en la habitación y el amor en la cocina, que parece que alteramos la normatividad de las estancias y de lo que se debe hacer o no en ellas, pero en cualquier caso sigo hablando de comer(te). 

Y quiero.

Y puedo.

Y me deshago con ello.

No hay nada que no quiera contigo, por no querer, no quiero ni verte ir... a veces ni volver. Qué extraño suena todo, casi tanto como tú. Este texto es una metáfora de lo que somos, y de lo que no. La balanza ahora mismo no pesa a tu favor.

Y no somos.

Y no eres.

Y no soy.

Y no te importa.

Y yo no juego más sola, porque la partida era de dos.

Te siento cerca cuando no hay espacio entre nosotros, pero nos separa un abismo en el momento en el que me alejo un metro de ti. ¿Cómo es eso posible? ¿Cómo provocas tempestades sin cambiar el tiempo? No lo entiendo.

Y quiero hacerlo.

Y no me dejas.

Y se hace tarde.

Y yo me voy.

Suspiro una vez más intentando explicarte lo larga que se me hace la vida cuando no estás, mientras tú das una calada al cigarro y miras el reloj, esperando que pase rápido el sermón de los domingos aunque no haya iglesia en nuestro campanario. Y cuando pasa te olvidas, te arrepientes de los pecados y esperas al siguiente para poder volver a hacerlo. Y acumulas más. Y te da igual porque piensas que alguien que no seas tú vendrá a limpiar todo esto cuando explote y volverás a poder rezar tres ave marías para arrepentirte. Y no es así. Porque todo pasa, porque nada llega solo si no lo buscamos.

Y tú ya no me buscas.

Y ya se ha roto la brújula.

Y ya nada marca el norte.

Y tú te pierdes en tus direcciones.

Y yo no sé seguirte.

Y tú no me enseñas porque dices que no eres profesor.

Y me lo gritas en silencio mientras te alejas.

Y yo recojo lo que queda en este abismo de lo que fuimos los dos.

Y yo me quedo aquí.

Ya no puedo gritarte más fuerte que lo he intentado todo.

Las cosas que nunca te dijeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora