Samuel y Andrea están en el mejor momento de sus vidas, son recién casados, felices y se aman intensamente. Tienen muchos planes para el futuro y ya piensan en formar su propia familia, pero por ahora, están empeñados en recuperar el Rancho Del Junc...
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Rancho Del Junco,
Cayetana esperaba por sus hijas, tenía un comunicado a hacer. Esperaba unir aún más su familia con lo que iba a proponer, ella ya había charlado con su papá y con su marido de sus planes, y ahora llegó el momento de decírselo a sus hijas y a sus yernos.
Arturo y Sofía, estaban charlando con Don Felipe, mientras Arturito se veía muy entretenido, el niño estaba jugando la pelota por la sala. Fernández y Cayetana disfrutaban de una copa de vino, mientras esperaban por Flavio, Irina y la pequeña Beatriz.
Samuel y Andrea estaban en la antigua habitación de Andrea, en el rancho Del Junco. La pareja estaba bañando a los mellizos, después de su paseo en el parque. Los bebés se veían muy contentos jugando con el agua en la bañera.
Andrea: Hijos, no... Por favor, ya llega, ¿Sí? – Dijo, con la ropa llena de agua. – Su mamá también necesita cenar. – Dijo, mirando a Samuel apenada.
Samuel: Yo no estoy mucho mejor que tú, mi amor. Mírame... – Dijo mirando su camisa, pegada a su cuerpo. Pero los bebés seguían con su jueguito.
Andrea: Eso ya está bueno, jovencitos. Se acabó la fiesta! – Dijo mirando a los niños, que seguían con sus risas.
Samuel: Voy por las toallas. – Dijo, buscando las toallas. - ¡Venga para acá, señorito!- Dijo quitando a su hijo de la bañera y arropándolo con la toalla.
Andrea: ¡Usted también señorita agitadita! – Dijo quitando Almita de la bañera y arropándola con la toalla. Samuel y Andrea pusieron los mellizos en la cama y trataron de secar a sus pelos, pero los niños empezaron a gatear en la cama. – No, ahora se tienen que vestir. ¡Ándale! – Decía, mientras sus hijos seguían gateando por la cama. – ¡Ayúdame, Samuel! Hace algo... – Dijo mirando a su marido, mientras sus hijos se reían a carcajadas.
Samuel: Me asombra la energía que tienen, aún más ahora que aprendieron a gatear. – Dijo mirando a su mujer. – Escuchen a mamá, tenemos que cenar con la abuela. – Dijo. Después un rato más con los niños gateando por la cama, por fin lograron convencer a los mellizos.
Andrea: ¿Seguro que aún quieres cinco hijos? – Preguntó divertida, Samuel estaba a su lado, mirando a los mellizos, que ahora estaban arreglados y entretenidos con sus juguetes. – Estos dos se valen por diez, mi amor. – Dijo sonriendo, mientras abrazaba a su marido por la cintura.
Samuel: Aún pienso lo mismo, y te voy a convencer. – Dijo divertido, mirando a su mujer.
Andrea: Bueno, dicen que soñar no costa nada. – Dijo con una sonrisa. – Ahora nos toca a nosotros cambiar la ropa. – Dijo divertida.
Samuel: Sí, mira como estamos. – Dijo sonriendo.
Andrea: Que bueno que tenemos ropa por acá, no? – Dijo sonriendo. – Cuídalos, mientras voy a dar una ducha. – Dijo besando la mejilla de su marido.