Capítulo Final - Parte I

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Años Después...

Rancho Gallardo Del Junco,

En la recámara de Samuel y Andrea.

Andrea dormía plácidamente cuando la puerta de su habitación se abrió despacio y los piecitos silenciosos de sus hijos se acercaron hacía su cama. Sus mellizos, que ya tenían cinco años de edad, se veían más hermosos cada día y eran las copias fieles de sus papás. En las últimas semanas, Andrea estaba durmiendo mucho más de lo que estaba acostumbrada, algo natural debido a su estado. Mientras sus hijos traen sus carteles coloridos, sus regalos y sus sonrisas divertidas, Samuel caminaba tras de ellos, luchando por equilibrarse con una bandeja del desayuno en sus manos y un hermoso ramo de rosas.

Los niños se subieron en la cama y empezaron a besar las mejillas de su madre. Andrea abrió los ojos confundida, pero luego sonrió y rodeó sus manos por los cuerpecitos de sus hermosos mellizos, abrazándolos, y les plantó muchos besitos por sus rostros, mientras los niños se reían a carcajadas. El sonido de sus risas era su canción favorita. Para él, aquella era la imagen más bella del mundo. Samuel sonrió tiernamente.

Almita: ¡Ya mamá! No más... - Dijo la niña, mientras se reía. - Venimos a hacerte una sorpresa. - Dijo Alma Gallardo Del Junco, la copia fiel de su mamá. Hace unas cuantas semanas, Almita le pidió a Andrea un caballo igualito a Diablo, para llamarlo Diablito y salir de paseo con su mamá por sus tierras, como toda una jinete. Aunque le pareció muy gracioso, Andrea dijo que su hija aún era muy pequeña para montarse sola a un caballo, pero que en unos cuantos años más iba a entrenarla personalmente para que la niña fuese aún mejor que ella. El rostro de Almita se iluminó y una sonrisa hermosa se presentó en sus labios, la misma sonrisa de su madre, pensó Samuel, mientras recordaba la conversación de las mujeres de su vida.

Samuel: Niños... Es para hacerle una sorpresa a mamá, y no para asustarla. - Dijo divertido. - Tengan cuidado... O van a aplastarla. - Dijo.

Andrea: ¡Ay, déjalos, mi amor! Estoy bien, no te preocupes. - Dijo divertida, mirando a Samuel con una sonrisa, mientras veía como su marido intentaba equilibrarse con una bandeja de desayuno y un ramo de rosas en las manos. Su marido se veía muy gracioso esta mañana.

Almita: Sí, ¡No seas tonto, niño mugroso! Vas a lastimar a mi hermanita. - Dijo, mientras plantaba un besito en la pancita de embarazo de su mamá. Andrea tenía cinco meses de embarazo, pero aun no sabía el sexo del bebé. Aunque Almita insistía que el bebé era una niña.

Samu: ¡Pero tú también saltaste en la cama, niña bruja! - Dijo, haciendo pucheros. Samuel Ignacio Gallardo Del Junco, era igualito a su papá, no solo físicamente pero también en su personalidad, era muy dulce y tierno, pero también algo impulsivo. Y al igual que su hermana, tenía mucha energía. - Y es mi hermanito. - Dijo poniendo los ojos en blanco, mientras Almita lo ignoraba. Estos niños son un amor, pero cuando se ponen a pelear, no hay quien los detenga, son imposibles, lo que la hace recordar sus peleas con Samuel, cuando aún no eran pareja. Les encantaba provocarse mutuamente, a veces, bueno, casi siempre, por motivos tan pequeñitos, en ese tiempo los dos eran tan bobitos.... Andrea sonrió para el recuerdo.

Almita: ¡Repito que es una niña! - Dijo enfadada.

Samu: Y yo digo que es un niño. ¡Es mi hermanito y punto! - Dijo con autoridad.

Almita: Solo porque tú quieres. - Dijo burlándose y enseñándole la lengua.

Samuel: ¡Ya niños, dejen de pelear! - Dijo regañándolos. Andrea lo miró tiernamente. Sus hijos se veían aún más graciosos. Tuvo ganas de reír, pero no lo hizo.

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