Tebas, capital de Egipto, año 1484 A.C

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"Tan importante es avivar la lumbre con nieve como apagar el fuego del amor con palabras"

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Está amaneciendo, la ciudad va despertándose poco a poco a la luz de un nuevo día, mientras los rastros de un reluciente sol le van dando al sagrado Nilo un tono misterioso y místico, tan espiritual que a veces hasta le ha parecido a muchos de los moradores del Valle ver descender entre sus aguas cristalinas al dios Hapi, mientras estas discurren impacientes por alcanzar el Mediterráneo.

Los gallos ya van anunciando el inicio de otra jornada. Carpinteros, agricultores, artesanos....a todos les espera un duro día de trabajo bajo el sol abrasador, mientras las mujeres y las niñas se ocupan de las labores del hogar y los niños, bendiciones de los dioses, desnudos, con el cuerpo tostado por el astro divino, compiten en carreras o juegos de destrezas, soñando quizás con ser como algunos de esos soldados que desfilan junto al faraón, premiados por la valentía mostrada en alguna de las muchas guerras que Egipto sostenía contra algún osado pueblo, que pretendía mancillar las benditas tierras del Valle.

Sin embargo, esta vez ese amanecer era distinto pues se encontraba teñido por el velo de Anubis, dios de la muerte. Hatsepsut, la mujer faraón, fue a reunirse con sus antepasados, cansada de soportar esa pesada carga bajo sus frágiles hombros, carga que ahora recae sobre Thutmosis III, un bastardo hijo de Tutmés II y una de sus concubinas de baja extracción social, por el que no sentía ninguna simpatía y al que consideraba indigno para llevar la corona de ese vasto imperio, corona que para desgracia de ésta, ceñiría después de su muerte.

En toda la ciudad se extiende la noticia por medio de sacerdotes que en procesión anuncia al pueblo el fallecimiento del faraón. Mientras, el pueblo recibía esta noticia con desconcierto pues nunca se podría prever como se viviría durante el reinado de un nuevo faraón y si se crearía un problema sucesorio que condenase al país al caos, momento en que podrían aprovechar algunos príncipes locales para poner cerco a las ciudades que componían este imperio.

En el palacio en aquellos mismos instantes Thutmosis III da las instrucciones para que los embalsamadores lleven a cabo su misión y dejen listo el cuerpo del faraón para que el alama de éste pueda presentarse ante Osiris y la asamblea de los dioses para que pesen su corazón en la balanza de la justicia y decidan la supervivencia o no de Hatsepsut, aunque en su fuero interno tenía la esperanza de que la perra Amait, monstruo del mundo subterráneo que devora las almas pecadoras, la devorase con sus celestes colmillos, debido a su osadía de ser una mujer la que llevara sobre su cuerpo los atributos de poder del faraón, usurpando incluso el trono que le pertenecía para poder satisfacer su ansia de poder.

Mientras transcurría la jornada, en la humilde casa de Seneb ,( un agricultor que vivía a orillas del Nilo en una hermosa casa de adove), los más pequeños se asomaban curiosos a las ventanas, riéndose del adorno de plumas que llevaban los sacerdotes , el cual molestaba insistentemente a uno de ellos en la nariz y que no podía hacer nada por evitarlo, pues aunque las retiraba, volvían de nuevo a su posición inicial.

- ¡ Djeser, Senenmut, Nefuré, venid aquí ahora mismo si no quereis que os mande detrás de las dunas!

- Ya vamos mamá.

-Djeser, coge a tu hermana que es muy pequeña y se puede caer. Senenmut, termina tu desayuno.

En ese momento, Nasser ( uno de los hijos de Seneb) aparece en la puerta con el rostro contrariado acompañado por Horemheb, un rico comerciante de esta ciudad y amigo de la casa.

- Hijo mio, ¿qué ha pasado?¿A que viene tanto desconcierto?- preguntaba Karomama, la mujer de Seneb.

-Es algo terrible. El faraón ha muerto.

- Oh, por Amón y ahora ¿qué pasará ? Ha dejado al país huérfano. La desgracia se abatirá sobre nosostros- dijo mientras se llevaba las manos temblorosas a la cara.

- Tranquila mujer-dijo Horemheb impasible- Se va a proclamar nuevo faraón a Thutmosis III.

- ¿Tutmés?- dijo Nofret, nuera de Karomama, mientras abría los ojos de par en par. - Pero ¿ ese no era el hijo bastardo de Tutmes?

-Si, ¿pero acaso no recuerdas que su abuelo también era un bastardo? eso es lo de menos, además Horemheb ha escuchado esta mañana en palacio que el Clero de Amón está de acuerdo con su proclamación ya que dicen que Thutmosis o Tutmés, como lo llama el pueblo, será un digno sucesor de su padre, ya que , según ellos, que lo conocen y lo han formado desde pequeño, tiene todas las cualidades que él poseía e incluso sus cortesanos le describen como un auténtico león en combate, además ¡ por Osiris!, Egipto necesita sangre nueva.

En ese momento llegó Menna, primogénito de los hijos de Seneb y Karomama, que regresaba del Templo de Amón al que había ido nada más enterarse de la muerte del faraón, a mostrar sus condolencias en representación de su familia, ya que Seneb, su padre, se encontraba fuera de la ciudad, en Heliópolis, resolviendo algunos asuntos que tenía pendientes, aunque tenía la esperanza de que no se demorase mucho ya que nunca se sabía con certeza que podía suceder en una nueva coronación.

Cuando llegó a su casa se encontró allí reunidos a todos y sus rostros señalaban una evidente preocupación.

-Hijo ¿que noticias traes?

- Por ahora tranquilizadoras. Esta tarde, cuando caiga el sol, los sacerdotes de Amón han convocado a todo el pueblo para proclamar a Tutmés III nuevo faraón.

- ¿Y la coronación también?

-Eso no lo se....

-Yo pienso que deberían dejar que transcurra un poco el tiempo, señaló Nofret.

- Pues si me pidiesen mi opinión yo lo coronaría hoy mismo. Egipto no puede estar sin un faraón, apostillo un preocupado Horemheb. Eso no sería bueno para Egipto porque indicaría debilidad y alertaría a nuestros enemigos.

- Bueno, bueno, eso ya se verá. Ahora brindemos porque el faraón Hapsepsut se encuentre junto a los dioses y porque el nuevo faraón Tutmés III tenga un largo reinado, decía Karomama mientras se acercaba a una mesa.

- Buena idea, venid, sentémonos aquí. ¡Madre, Nofret, servid una copa de nuestra mejor cerveza y por qué no, a vosotras también. ¡Hoy es un día especial! Qué Osiris tenga en su glorioso seno al faraón¡ Viva el faraón!, grito Menna.

-¡Viva!- respondieron todos al unísono mientras esgrimían sus copas en el aire a modo de brindis.

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La Elegida de Amón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora