El juego de Amón

498 42 4
                                    

Nunca antes se había sentido tan nervioso. ¡ Ni que fuera la primera vez! pensaba mientras cogía el valor suficiente para ir hacia su habitación. Esto no me puede estar pasando a mi. Soy el señor de Egipto....entraré y la haré mía....solo debo hacer eso....

Estando en esos pensamientos y debatiéndose entre lo que le indicaba su cerebro y lo que le hacía sentir su corazón, fue interrumpido por Rahotep que le cortó el paso.

¿Pero que haces? No ves que me dirijo a mis aposentos...¿a qué viene esto? No me hagas perder el tiempo. Mi esposa me está esperando- dijo mientras lo apartaba de su camino.

Señor, es importante- dijo este mientras le volvía a cortar el paso. La agricultora esa que conoce su esposa está en la puerta y quiere verla ¿que hago?

Facil. No se lo permitas. Hoy no quiero interrupciones.Dile que la faraona la recibirá encantada otro día. Hoy va a estar muy ocupada- dijo mientras le lanzaba un  pícaro guiño  al viejo tutor.

Como mande mi señor...

Bueno, allá voy, pensaba mientras su corazón palpitaba tan deprisa que parecía que se le iba a salir  del pecho en cualquier momento. Calma, calma, se repetía mientras se iba acercando a la puerta del dormitorio, que no note que estás nervioso. Venga a la de una, a la de dos y a la de tres, dijo mientras empujaba la puerta de la habitación.

Esta se encontraba en la penumbra, estando solo iluminada por unas pequeñas velas  estrategicamente colocadas que le daban un aire muy romántico y sensual. La  pequeña piscina que utilizaba como baño de aguas termales, había sido preparada con aceites y petalos de flores dejando un intenso olor que embriaga los sentidos e invitaba al placer carnal.

Todo estaba perfectamente dispuesto, pero no veía a Haendel...ni cuando sus ojos se adecuaron a la penumbra. Recorrió la habitación llamándola suavemente ya que creía que se encontraba escondida por timidez, pero no, no había ni rastro de ella, lo que hizo que su enfado empezara a crecer. En ese momento abrió la puerta de la habitación y se dirigió a un soldado que se encontraba custodiando la pieza.

Eh tu, soldado ¿has visto a tu faraona?

SI mi señor, entró en su habitación.

¿En su habitación? ¡ Esta es desde ahora su habitación ! Ve y dile que venga, que la estoy esperando, venga rápido, dijo mientra entraba de nuevo en la estancia. ¿Pero que se había creído? ¡Como podía humillarlo de esta manera! Lo había dejado en ridículo delante de todos los sirvientes, pero esto no iba a quedarse así, no señor....pensaba mientras enfurecía aún más.

Mientras los minutos se le hacían eternos, escuchó abrirse la puerta de la habitación,  a donde un asustado soldado entraba.

¿Has debido equivocarte, no querida? Desde ahora esta es nuestra habitación, dijo mientras se daba la vuelta esperando verla.

Mi señor, soy yo, MIrka, el soldado, dijo totalmente asustado por no haber podido cumplir la orden su amo.

Ya lo sé inútil, pero ¿dónde está ella? ¡ Te mande que me la trajeras y apareces tu solo! ¿Quieres conocer mi ira?

No, no señor, le ruego me perdone- dijo mientras se arrodillaba suplicante- Es que me ha dicho que no se encuentra bien, que no la espere- susurró mientras veía caer en él toda la fuerza del faraón.

¿Como? grito un enfurecido Thutmés. Entonces tráemela a la fuerza si no quieres terminar siendo comido por un cocodrilo del Nilo. Ve, rápido y no vuelvas sin ella o será la última noche que vivas.

No puede ser- pensó totalmente enfurecido- Me ha desafiado delante de todos. Se arrepentirá de esto....nadie se burla así del faraón de Egipto, nadie.

La Elegida de Amón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora