Quédate conmigo

466 34 2
                                    

Tras varios días y noches de festejos y desfiles, el palacio recuperó su calma y el discreto encanto que le eran habituales. Sólo quedaban reminiscencias de la ceremonia a las plegarias que los sacerdotes elevaban a los dioses suplicando que les concediera un reinado tan benéfico como el anterior y que los faraones encontrasen la paz juntos y pronto les dieran un sucesor al reino.

Thutmés llevaba todo este tiempo rebelándose a sus deseos pero ya no podía aguantar más. Solo deseaba estar junto a ella y el tiempo le estaba resultando una carga lenta que ya no podía soportar. Deseaba verla, pero no quería dar su brazo a torcer. Su orgullo se lo impedía. Nadie lo habia rechazado nunca, pero nadie había provocado en su corazón una sensación tan intensa como ella. Desoyendo a su cerebro y dejándose llevar por su corazón decidió usar las celosías que comunicaban ambas dependencias, a pesar de haberlas cerrado el día después de su boda para evitar sucumbir a sus deseos. Debía ser ella la que lo buscase.

Una vez después de abrirlas, la buscó recorriendo toda la habitación y allí, perdida entre esos grandes eunucos que la protegían se encontraba ella.

Sentada cerca del balcón estaba la mujer que había robado su alma, bella y reluciente, pero como siempre, con la mirada triste y pensativa ¿Que podría hacer para capturar su amor? El no sabía como amar, siempre lo habían buscado y no sabía que hacer para que ella lo hiciera.

Parecía que acababa de terminar de desayunar pues las sirvientas estaban retirando las bandejas y Adama la estaba maquillando.

Casi la prefería sin pintar- pensó Thutmés mientras la contemplaba.

Después esta se tumbó en un diván. Tenía la cabeza apoyada sobre los brazos cruzados y los ojos cerrados. Su sirvienta personal estaba a su lado, arrodillada, cepillandole la larga y lujuriosa cabellera rubia que se derramaba sobre la espalda y esas caderas... era la imagen de la sensualidad.

Tengo que hacerla mía-pensó Thutmés- pero quiero que ella lo desee, no puedo forzarla. La perdería para siempre- dijo mientras se retiraba para evitar ciertos pensamientos. Creo que será mejor que tome una ducha fría.

- Señora, debe de entender al faraón. Ha sido educado con otros ideales , al igual que todos nosotros... Además... es tan guapo....

Pero es que no puedo ¿ no lo entiendes? ¡Me siento tan culpable solo por pensar en él!

¡Culpable! Pero si es su esposo. ¿Como se va a sentir culpable de desearlo?

Por un lado lo deseo a él pero por otro la imagen de Nasser me revuelve los sentimientos....

Señora, señora- dijo una de las sirvientes interrumpiendo la conversación.

¿Que es lo que pasa? dijo Adama curiosa. Anda cuenta, que seguro es uno de los cotilleos que corren por palacio.

No me interesa- dijo Haendel, levantándose del diván.

Creo que si el puede interesar...se trata de Gaia.

¿Que pasa con Gaia? dijo intentando aparentar indiferencia, aunque le hervía la sangre al recordar la imagen de esta con el faraón.

Resulta que va pavoneándose por todo palacio contando que el faraon la convoca todas las noches mientras que a su reina la ignora. Dice que ya lo consiguió con su otra esposa y ahora también lo está consiguiendo contigo.

¿Con que eso dicen? dijo mientras le echaban chispas los ojos...

Señora ¿A donde va?

No te preocupes, voy a visitar a mi esposo. Nos vemos más tarde- dijo mientras salía decidida de la habitación.

La Elegida de Amón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora