Las piedras tienen memoria

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Estos días que habían pasado había sido mágicos. No existía el mundo, solo ellos dos dando paso a la pasión, el deseo y al amor.

Esa noche había sido especialmente maravillosa. Todavía recordaba las manos de Haendel recorriendo su cuerpo mientras le susurraba maravillosas palabras de amor,que no hacían si no despertar aún más su deseo y la correspondía una y otra vez. No podía desear nada más, pensaba mientras le acariciaba la cara con suavidad para no despertarla, pero en esos momentos unos golpes en la puerta los sobresaltaron.

Thutmés ¿que pasa? dijo Haendel mientras se despertaba asustada. ¿No me dijiste que nadie sabía de este lugar?

Voy a ver. No te muevas- dijo mientras cogía una daga e iba hacia la puerta.

¿Quién osa molestar? dijo mientras se acercaba a la puerta.

Soy yo, mi señor. Soy Rahotep.

¿Rahotep? dijo este asombrado. ¿Que haces aquí?

Ya han pasado muchos mas días de los que me dijo que estaría aquí y estaba preocupado y la gente en palacio ya está murmurando y eso no trae nada bueno. ¿puedo entrar?

Un momento- dijo mientras Haendel se arreglaba y el se ponía  el schenti.

Venga pasa- dijo mientras abría la puerta y entraba su viejo tutor con aspecto cansado.

Señor- dijo mientras le besaba la mano- Señora- dijo mientras se inclinaba ante Haendel. Disculpad que los moleste , pero el reino no puede quedar más tiempo sin su faraón. El pueblo necesita verlo. Son ya unas semanas las que "están de retiro" en los templos y deben volver a palacio. 

¿Y para eso has tenido que venir tu?Ya estas muy mayor para tanto cabalgar.

Lo se, mi señor, pero no quería que nadie pudiese descubrir su refugio secreto.

Cuanto lo siento Rahotep. La verdad es que hemos perdido la noción del tiempo- dijo mientras cogía de la cintura cariñosamente a Haendel.

Nos arreglamos y enseguida partimos . Mientras puedes descansar y tomar algo aquí- dijo mientras le mostraba una habitación para que se asease después del largo viaje.

Te lo agradezco mi señor. Mis viejos huesos necesitan un descanso- dijo mientras se metía a descansar. 

Descansa tranquilo. Saldremos al atardecer para no cabalgar a pleno sol.

¿Que te pasa Haendel? dijo Thumés mientras veía como su expresión se había tornado triste.

No me quiero ir Thutmes. Me da miedo volver a Palacio. Ya nada volverá a ser como es ahora.

Yo tampoco quiero volver Haendel, pero es mi destino y no puedo huir de él.¡ Cuantas veces me hubiera gustado ser un simple campesino! Pero no es eso lo que Amón quiere de mi y ya no puedo olvidar más cual es mi deber, pero no debes temer nada. Yo estaré siempre a tu lado, cuidándote, protegiéndote...amándote- dijo mientras la besaba. No permitiré que nadie ni nada te pueda hacer daño.

Entonces será mejor que preparemos las cosas para partir lo antes posible. Se me va a hacer muy duro salir de aquí. Temo que dentro de unos meses esto solo sea un bonito sueño.

Pero no ha sido un sueño. Ha sido el comienzo de nuestro amor.... Es más, mira, ven-dijo mientras se acercaba al lugar donde muchos años antes su padre talló un corazón- nosotros también dejaremos uno como testigo de nuestro amor'- dijo mientras empezo a tallar otro en la piedra con sus iniciales- Nuestro amor será tan eterno como estas rocas.

Ya en camino, Haendel iba abrazada a Thutmes, mientras el viejo Rahotep los seguía a poca distancia. El tiempo pasaba demasiado deprisa para esta  ya que  pronto llegarían a la ciudad, demasiado pronto....ella presentía que algo iba a pasar, que en palacio no iban a poder disfrutar de su amor, pero no quería preocupar a Thutmes con  sus pensamientos, pensamientos que la turbaban enormemente.

La Elegida de Amón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora