¿ Amor?

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Tebas amaneció con un gran ambiente festivo, motivo por el cual Melinsak y Nimaatsed decidieron que sería el propicio para presentar a su hijo ante los sacerdotes del templo de Amón, ya que coincidían estas fiestas con el décimo día y en Egipto cada diez días era fiesta.

Muchos de estos días Seneb y sus hijos solían aprovecharlos para ir de caza al desierto o para pescar en el río Nilo, afición favorita de este, pero hoy era un día distinto. Eran los invitados de honor de este joven matrimonio y era obligada su presencia tanto en la presentación como en la posterior  fiesta de celebración.

Todos estaban elegantísimos pues se habían puesto sus mejores galas y se habían colocado las escasas joyas que tenían, lo cual le daba solennidad al acto y ellas que estrenaban vestidos se encontraban perfectamente peinadas y maquilladas.

Haendel ¿ tu no te pintas? dijo Nofret cuando la vio. Estás muy pálida, debería dejar que te pintase un poco - dijo mientras se acercaba a ella con unos frascos llenos de ungüentos-

No, no gracias. No estoy acostumbrada a llevar esos ojos tan pintados y me vería rarísima, mejor me quedo así...

Como quieras, pero menos mal que te quedan bien los vestidos que te compramos. La verdad es que necesitas poco maquillaje. Estas preciosa aunque solo te falta un pequeño detalle.

¿Un detalle?¿Cual? Yo me veo bien...

Si, pero te falta un pañuelo envolviéndote el pelo.

¿Un pañuelo? ¿Por qué? A mi me gusta así. Es más, siempre lo llevo suelo y nunca me he puesto un pañuelo. ¿Por que hoy tiene que ser diferente?

Es que hoy vamos a visitar el Templo de Amón y es costumbre que cuando lo visitamos, todas las mujeres tenemos que llevar la cabeza totalmente cubierta como símbolo de respeto. Solo la faraona y las princesas reales están exentas de llevarlos. Así que deja de protestar y ven que te cubra la cabeza.

Venga familia, que nos vamos- grito Seneb desde el Jardín.

Ya vamos, estábamos dándonos los últimos toques al vestuario- dijo Karomama mientras se subían al carro- ¡Que prisas!

En aquel momento Horemheb llego con su hermana para ir todos juntos. El no se perdía una fiesta así como así y menos para celebrar la presentación al dios Amón de una nueva vida.

En el palacio todo estaba listo para que los sacerdotes llevasen a cabo la ceremonia de unión entre Tutmés III y Meritré, aunque éste último se resistía, hasta el punto que decidió no llevar a cabo ese teatro, esa farsa caricaturesca porque ¿ para que representar lo que siente que no se debe hacer sino fuese solo por obligación del estado? No merecía la pena y sobre todo reconociendo el odio que siempre le había tenido esta y con el desprecio que tanto su madre como ella le había profesado. Pero ahora, todo eso se acabó, ahora es él el que dirige la partida y no permitiría que nunca más le humillasen. Ahora la humillada sería ella.

Debatiéndose entre estos pensamientos decidió no consultar lo que debía de hacer con nadie excepto su corazón y lo que este le impulsaba era mandar decir a los sacerdotes que el se casaría con Meritré pero que no acudiría a la ceremonia.

¿Como, mi señor? dijo el gran sacerdote llevándose las manos a la cabeza-

Lo que oyes .Rahotep ocupará mi lugar.

Pero esto es inaudito. No se puede hacer...

Lástima, yo que pensaba realizar unas grandes ofrendas al templo-dijo Thutmés mientras mostraba una serie de objetos preciosos que se encontraban a su alrededor.

¿Ofrendas? dijo el gran sacerdote afinando los oídos ante esa palabra mágica.

Si, pero para qué hablar de ello si no se puede hacer....

La Elegida de Amón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora