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KENDALL

Aquello era increíble, podía imaginar como por que siempre he visto en las películas fiestas de universidad y me han contado algo por encima, pero nunca sabes realmente como son hasta que no vas a una y puedes juzgarlo con tus propios ojos. Era una fiesta en toda regla, tenía que felicitar a July por este gran trabajo.

Estoy un poco nerviosa, todo esto es nuevo para mí. Mudarme de Los Ángeles a San Francisco sólo con Zoe, entrar en la universidad que llevo soñando desde que tenía uso de razón, conocer a nuevos compañeros, tener a nuevos profesores, vivir en un nuevo apartamento, tantas nuevas experiencias... Es genial, aunque tengo una pequeña sensación de nervios y miedo que no puedo evitar.

Luces apagadas, millones de focos de cantidad de colores alumbran a la masa de alumnos enorme que hay en el centro de la pista moviendo su cuerpo al unísono de la música, sin embargo, otros están sentados comiendo mientras que varios camareros pasan a su alrededor, no paran de dar vueltas por el establecimiento con bandejas de canapés en la mano, aunque también veo a parejas besándose tan bruscamente que diría que se están comiendo la garganta, en vez de la boca, y por último cantidad de personas en la barra para pedir todo tipo de bebidas. Hacía allí voy, espero hoy no pasarme de lo excesivo, pero necesito alcohol en el cuerpo. Esta semana ha sido muy intensa y quiero olvidarlo todo, aunque sea por una noche. Espero no despertarme mañana en la arena de la playa sin recordar nada de como habría llegado hasta allí.

Para llegara la barra hay que hacer una especie de yincana, con lo abarrotado que está el gimnasio es imposible no ir apretada desde la pista de baile a pedir. Cuando llego por fin a decirle a la camarera lo que quiero beber, ahí está él, dándome un empujón, como no, siempre chocándose conmigo. Unos nervios incontrolables salen de mí cuando mis ojos se posan en ese gris transparente, que hasta en aquella fiesta incluso con la luz apagada me puedo percatar de sus increíbles ojazos.

Está...Pues está... Mmmm... Haber, como puedo explicarlo para que entiendas que se me acaba de caer el mundo ahora mismo. Brutal, creo que esa es la palabra.

Está un poco más peinado que normalmente, y su flequillo mira hacía arriba en forma de tupé, hoy no le cae por la frente de forma despeinada. Sus ojos siguen igual de maravillosos que siempre, aunque conjunta con esa increíble sonrisa de dentadura blanca que forman pequeños hoyuelos en la mejilla cada vez que sonríe.

Lleva una camisa blanca y le sienta perfectamente, hace que su moreno bronceado por el sol resalte. Desde mi distancia puedo observar su abdominal, ya que la camisa se le ciñe, dándole una pequeña forma a su torso. Puedo ver que los dos primeros botones se los ha desabrochado de manera informal. Por último, donde tengo oportunidad de fijarme sin que se me note muy descarada, es en sus pantalones azul marino. Se le ajustan a sus largas y musculadas piernas como un guante.

Quedé impactada, aunque mi orgullo va siempre por delante, así que intenté que no se me notará que me había dejado en fuera de juego. Mientras tanto él no se preocupó en disimularlo, me miró de arriba a abajo, sin perder detalle de nada. Justo en ese momento comencé a notar un calor en el estómago, hasta seguir subiendo y llegar a las mejillas. No por favor, no puedo ponerme colorada, aquí no. De repente mi respiración empezó a acelerarse sin control. Por favor Kendall, cálmate si no quieres que se de cuenta de que ahora mismo ha derribado todas tus defensas contra él.

-Te lo dije, he ganado -la única forma de evitar que los colores sigan haciendo de las suyas en mis mejillas es hablar con él, lo he descubierto. Me transmite mucha tranquilidad y confianza, no sé por que, pero es así.

-¿Qué has ganado? ¿De qué hablas pequeña? -preguntó mientras no podía evitar disfrutar de aquella sensación de superioridad.

Que difícil es odiarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora