KENDALL
-¡¿Qué coño hace este aquí?! ¡Y deja de decirme que más tarde me lo explicarás, porque llevo desde que llegamos intentando hablar contigo y es la hora de cenar y sigues pasando de mi!
-Está bien Ken, tranquila -responde Zoe cuando me sujeta de la mano y me arrastra hacía dos sillas colocadas cerca de la piscina. Están apartadas de todos así que no escucharán nada, o eso espero.
-Llevo viéndote seis meses muerta en la pena y hundida en la mierda. Eres mi mejor amiga y jamás te he visto así por nadie. Sólo cuando te conocí en Los Ángeles que el tema de tu madre estaba muy reciente, pero desde entonces, siempre has sido una persona con mucha fuerza. Incluso tú me has enseñado a creer en mí misma, ¿crees qué puedo dejar verte así por algo que estaba en mi mano?
Suspiro. Y lo suelto. Suelto todo el aire que llevo dentro, toda esta tensión que siento desde que se me volvieron a cruzar esos malditos ojazos grises en la cocina. Y vuelvo a respirar y a mirar a mi amiga, orgullosa de lo que me dice. Su mirada es triste. Realmente no me estaba dando cuenta que mi situación le afecta también a las personas de mi entorno, a las que verdaderamente me quieren.
-Zoe... Creo que me he pasado al hablarte así. Soy muy borde y a veces no puedo controlarlo, pero es que, ¿no lo entiendes? Estaba empezando a acostumbrarme a estar sin él, estaba acostumbrándome a volver a ser la Kendall de antes. Esa que no podía ver a un tío más cerca de cinco metros, esa que era más libre que un pájaro, la que tenía más fuerza que el acero de los barcos, esa que... -me interrumpe su carcajada al decir esa última frase.
La situación y la época de mi madre, fueron momentos tan horribles que marcaron un antes y un después en mi vida. Me juré a mi misma que nunca más nadie jugaría conmigo, ni me haría más daño. Y lo cumplí. Hasta que llegó Owen, claro.
-Es lo que tú crees amiga, que estabas bien. Pero no. Han pasado seis meses y seguías levantándote de la cama y saliendo a la calle, sólo por saber si volvería. A mi no puedes mentirme -dice con una mirada desafiante, y en el fondo, tiene toda la razón.
-Intento engañarme Zoe, inconscientemente. Pero joder, ¿qué voy a hacer ahora? Me siento anulada... -me siento incapaz de continuar cuando un nudo en mi garganta amenaza en salir, agacho la cabeza mientras me temo lo peor.
-Eh, eh, eh... Ken, no puedes venirte abajo, por favor.
-Nunca me he sentido así con nadie. Nunca nadie me ha bloqueado el cuerpo entero con sólo mirarme. Estoy perdida Zoe, no sé que hacer. Tengo una sensación de necesidad y a la vez de rechazo, mezclado con dolor.
Y sí, lo peor ha llegado. Noto como una lágrima se desliza por mi mejilla, para ir seguida de otra. Mierda. No puedo llorar, aquí no. Pero lo cierto es que todo esto es imposible controlarlo. Me duele esta situación. Me duele todo lo que ha pasado. Me duele él.
-Calma amor -dice cuando me limpia las lágrimas con la manga de su sudadera, sin darme cuenta de que estoy temblando. Quizás es el frío que hace y yo en tirantas, o quizás charlar con Zoe, siempre me hace reflexionar, hasta de lo que no quiero -. Si te sirve de consuelo, lo único que hice fue comentarle la situación por encima a Dylan. Él fue quien se encargó de todo. Incluso de traerlo a su chalet. Owen tampoco sabía que se encontraría contigo hoy.
-Sé que todo esto lo habéis hecho con la mejor intención, pero no sé si esto es lo mejor.
-¿Te hace feliz?
-Aunque me cueste reconocerlo, sí. Y bastante.
-Entonces es más que lo mejor, amiga.
No puedo dejar de llorar. Ahora mismo parezco una magdalena, pero es que esta situación me supera por completo. Llevo seis meses deseando de que llegue este momento. Soñando con que aquello era una pesadilla, y cuando está pasando en la realidad, no termino de sentirme cómoda.
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Que difícil es odiarte.
Novela JuvenilTodo es perfecto cuando te admiten en la mejor Universidad de San Francisco, con la que desde pequeña has estado soñando. Aunque todo sueño tiene su pesadilla, cuando descubres que tu acompañante de piso es quien menos te esperas. Aquel chico al que...