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KENDALL

No puedo pegar ojo. La fragancia que su pecho desprende consigue avivar mi insomnio. Es un olor dulce, pero a la vez fuerte. De esos que se quedan en tu piel y en tus sábanas durante días. Incluso con los ojos cerrados, podría adivinar que es de él. Mi mente vuela y se transporta al momento en el que me topé con su torso en el aeropuerto, que hizo que me callera de culo. También recuerdo cuando entré en el apartamento por primera vez y su aroma me envolvió por completo, al haberse adueñado del piso días antes. Y sí, ahora me siento como en casa cuando mi olor favorito llega a mí.

Me desplazo por la cama, pero no de sus brazos, que siguen rodeándome con fuerza. Quito la cabeza de su pecho para depositarla en su hombro, mirando a su dirección. Lo cuál él hace lo mismo. La luz tenue de las farolas de la calle, consigue entrar por la persiana dejándome ver sus ojos grises en la pequeña oscuridad, encontrándose a centímetros de mí. Sin poder parar de mirarlos, de sentir su roce por mi piel, de notar su tacto, de vivirlo.

Desliza su mano por mi espalda, notando así con su dedo cada hueso de mi columna vertebral. Un escalofrío de cabeza a pies recorre en menos de un segundo, a la vez que mi respiración comienza a agitarse. ¿Por qué? ¿Cómo puede causar tanta expectación a mi cuerpo con un sólo roce? Llevo haciéndome esta pregunta meses y meses. Y de momento, no he encontrado ninguna respuesta. Sé la realidad, y es que me vuelve tremendamente loca.

Noto el suave roce de su nariz con la mía, mientras observo sus grises ojos cerrarse lentamente. Me excita ver como disfruta de mí. Su respiración choca en mi labio superior, sintiendo como tensa todos los músculos de su cuerpo al tenerme cerca. Mi cabeza no para de repetirme que me aparte constantemente, ya que a veces es suficiente el daño que te causa una persona para acabar con ella. <<No lo beses, después vendrán las consecuencias. Aparta Kendall.>>

Cuando mis labios rozan los suyos, algo de mí, no está de acuerdo con lo que está pasando. Me asombra como tu mente puede jugar con tu cuerpo sin que tú lo permitas.

-N... No... No puedo... Lo siento... -digo en un hilo de voz, sin saber muy bien que está sucediéndome.

-¿Qué pasa Kendall? -pregunta con una expresión en el rostro un tanto rara, sentándose al borde la cama.

-Nada, sólo quiero dormir.

-¿Cómo que nada? Me acabas de rechazar un puto beso.

-Sólo quiero dormir estoy cansada Owen -respondo volviéndome en la cama, dándole la espalda.

Me resulta extraño este momento, esta situación, incluso yo. No sé que acaba de pasar, ni por qué se ha callado y se ha quedado ahí sentado. El silencio y la tensión nos inundan a los dos. Por un momento prefiero que me odie y que me diga de todo, antes que esto. El silencio a veces mata más que muchas palabras.

-¿Hay otra persona? -pregunta rompiendo todo lo anterior. Mis orejas se abren al máximo para escuchar esa pregunta, incluso mi cuerpo se inclina para sentarme en la cama, espaldas a él.

-¿De verdad piensas eso?

-Claro que lo pienso.

-No, no hay nadie.

-¿Entonces?

-Owen, lo he pasado muy muy mal, ¿sabes? No creas que tumbándote a mi lado y con un beso se arreglará todo. El daño ya está hecho -respondo en un susurro, mientras veo como agacha su cabeza -. Ojalá pudiera besarte y hacer como si no hubiese pasado nada. Pero si ha pasado. Han pasado seis meses. Han pasado decepciones. Han pasado madrugadas llorándote. Han pasado abandonos. Han pasado muchos momentos de los cuales, a día de hoy soy incapaz de mirar para otro lado. Lo siento, pero debes saber que las cosas no son tan fáciles. Ojalá.

Que difícil es odiarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora