Que difícil es odiarte.

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KENDALL

No podía parar de pensar en el roce de mi piel con la suya, en su cuerpo desnudo ante mí, en esta noche. Mi cabeza ponía esa secuencia todo el maldito rato.

Sus ojos estaban tan cerca de los míos que desde la poca distancia que nos separaba se podían ver las chispas que saltaban entre nosotros. Las ganas y el deseo nos rodeaban con fuerza. Agarrados en el agua y sin querer movernos el uno del otro, sentí como su enorme mano me cogió del cuello con pasión y depositó sus labios en los míos. Su aliento era caliente y eso conseguía aún más avivar la llama que contenía dentro y que intentaba guardar, pero era algo imposible, Owen despertaba hasta la última célula de mi cuerpo. Causaba en mí algo inigualable, y eso me daba intriga y a la vez miedo. El roce del tacto de su lengua con la mía hizo que me estremeciera por completo y que apretara mis pequeñas piernas con más fuerza en él, rodeándolo por completo. Desde luego que no tenía escapatoria de mí, aunque no noté que quisiera escapar cuando sentí el choque de mi cadera con la suya. Todo nuestro cuerpo estaba pegado. Incluso su boca seguía profundizando en la mía y si os digo la verdad, no podía disfrutar más de este momento. Lo había echado de menos y llegué a pensar que ya no volvería a sentir de nuevo esto. Esta sensación de notar como alcanzas a tocar las nubes con tus propios dedos, eso no sabía si sería amor. Lo que sí sabía era de que me hacía la persona más feliz del mundo a su lado, y de aquello no había ninguna duda.

-Me vuelves loco -dijo dándome pequeños besos en lo que más llamaba la atención de mi rostro, mis labios, mientras nuestros cuerpos seguían flotando.

-Se podría decir que tú a mí también.

-Pequeña, ¿qué tal si salimos y nos ponemos algo de ropa seca y desayunamos?

-Me parece perfecto, estoy empezando a tener frío -dije cuando separó su cuerpo del mío y comencé a tiritar al no notar el calor del suyo.

-Me pido hacerte el desayuno.

-Te dejo que me lo hagas.

-Perfecto, porque lo iba a hacer igual -dice cuando salimos de la piscina y nos estamos adentrando a la casa a por toallas. Su sonrisa marcando sus hoyuelos en las mejillas consiguen ponerme la piel de gallina. Casi se me cae la baba delante de él, además, la camiseta mojada que se le ha pegado al cuerpo y que le marca todo el torso, no ayudaba. -. ¿Se habrán despertado los demás ya?

-Espero que sí, ¿no? -mirando de que ya eran las doce del mediodía. -. Seguramente todos tendrán resaca.

Justo salió de la cocina mi mejor amiga como siempre, como si me hubiera leído la mente. Todo el mundo nos dice desde que nos conocemos que tenemos una habilidad increíble y nunca antes vista. Leernos el pensamiento. Y con el paso de los años me he dado cuenta de que es completamente verdad.

- ¡Buenos días! -dijo esa loca rubia con toda su alegría mañanera, sin embargo, yo quería asesinarla. Me dejó dormir con Owen cuando le dije explícitamente que no hiciera eso. Todo menos eso. ¿Qué hizo ella? Hacerlo. Tenía una conversación pendiente con ella, ya que ayer no se podía hablar nada viendo como terminó. - ¿Se puede saber qué hacéis mojados tan temprano y con ropa?

-Ven conmigo a la habitación que me voy a poner un bikini y algo de ropa seca anda -dije cogiéndola del brazo y arrastrándola, dándome igual lo que me rechistara.

-¿Qué cojones pasa? -dijo Zoe sin entender nada y alterada cuando entramos a la habitación.

-Necesito a mi mejor amiga, ¿tan raro es? -respondí para echarle la bronca por la encerrona de ayer, además, quitando eso, la necesitaba. Un consejo suyo. Ella siempre es la que me ha puesto los pies en la tierra desde que nos conocemos. He de reconocer que sus consejos son duros, pero son la realidad, no me dice que haga algo por quedar bien conmigo, por lo tanto, era justo lo que necesitaba. Que mi mejor amiga me orientara.