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OWEN

No me dio tiempo a disfrutar del despertar con ella entre mis brazos, cuando el sonido de la llamada nos despertó a los dos y no precisamente para una buena noticia.

La sala de espera está creada para sufrir. ¿Cómo los familiares y amigos pueden esperar en una sala mientras la vida de una persona realmente importante se está debatiendo entre la vida o la muerte al otro lado de una simple puerta? No es justo, es que puedo notar como están los nervios a flor de piel.

-No puedo Owen... Creo que no he tenido tanto miedo nunca... -dijo sentada a mi lado poniendo los codos en sus rodillas para poder apoyar las manos a su barbilla. Su voz estaba rota, más que nunca y eso era algo que me preocupaba.

-Claro que puedes. Ahora no puedes rendirte, tu padre no lo querría así -respondí posicionándome de cuclillas enfrente suya. Podía ver como sus ojos brillaban con una intensidad demasiado oscura, aunque su mirada ni si quiera me miraba -. Mira Ken te conozco de apenas nada, pero en este poco tiempo me has demostrado lo fuerte que puedes llegar a ser.

-¿Qué quieres decir con eso?

-Quiero decir que me he dado cuenta de que tienes mucha fuerza de voluntad, eres una persona muy dura y me lo demostraste mismamente en el aeropuerto. También me has contado un poco de tu pasado y has sido muy valiente, incluso más que eso y con esto me quiero referir a superar una separación de padres, a mudarte a una ciudad la cual no conoces, a cambiar de vida a pesar de lo que te costó y sobre todo a volver de nuevo a cambiar de ambiente al venir a San Francisco. Y mira, lo conseguiste. Estás donde querías y donde desde pequeña llevas peleando por ello, en la Universidad de tus sueños, ¿o me equivoco en algo? Tienes la vida que siempre has querido y eso es gracias a ti, no a nadie más.

-Owen, pero es que...

-Pero es que nada, tu padre necesita a su lado una hija valiente y fuerte. Y tú lo sabes mejor que nadie.

Levantó la cabeza de sus manos para clavar sus ojos verdes en los míos. Prefirió no decir nada durante unos minutos, aunque podía ver como seguía mirando el gris de mis ojos y la comisura de sus labios empezaban a crecer lentamente. Y es que lo que menos pensaba que iba a ocurrir en ese momento, sucedió.

Sus manos se posaron en mis mejillas cuando su cara se acercó a la mía para depositarme un ligero beso en la cara para luego volver su cabeza a mi oído.

-Gracias, imbécil... -ese susurro que apenas pude escuchar me alegró todo el maldito día.

Un hombre joven de pelo negro azabache cruzó la puerta de la sala de espera con decisión. Llevaba una bata blanca, larga hasta las rodillas y unas chanclas de goma. Todos intuimos que era el médico del señor Jackson y en nuestras caras se pudo reflejar la preocupación. Ha llegado la hora de la verdad y a la vista está.

-¿Familiares del paciente Jackson White?

-Sí, nosotros -respondió Charlotte e inmediatamente nos levantamos los que estamos aquí por él; Char, Ken, el hermano de Jackson y yo.

-Quería comunicarles el estado del señor White.

-Claro, le escuchamos doctor.

-A ver... Pues como ustedes saben nuestro paciente Jackson tuvo un accidente muy grave -el doctor no iba al grano y podía ver como en la cara de Kendall se reflejaba el sufrimiento por saber si todo ha salido bien o mal -. Ha estado en coma dos días consecutivos y el paro cardíaco de esta mañana se debe a que a su corazón le faltaba esa sangre que perdió en el accidente y que no pudo obtener. Exactamente el paro cardíaco ha sido causado a que esa cantidad de sangre que llevábamos esperando a que llegara, esta mañana a llegado todo de golpe.

Que difícil es odiarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora