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KENDALL

   ¿Porqué demonios me suena la alarma del despertador un sábado? Ah no... No es el despertador, es la melodía que tengo cuando me llaman por teléfono.

   Antes de ver quien me necesita ahora, abro los ojos a regañadientes y al instante doy un salto en la cama. Llevo una camiseta que no he visto en mi vida, por el olor que desprende llego a la conclusión de que es de chico. ¿Pero esto qué es? ¿Y mi ropa? ¿Porqué no me acuerdo de cómo llegué? El dolor de cabeza me hace un inciso de que fue la bebida la causante de todo.

   Lo último que consigo recordar es cuando me salí de la fiesta corriendo porque iba a vomitar, pero a partir de ahí, todo se ha borrado de mi memoria. Se ve que el tequila me subió a la cabeza a partir de ese momento. Milagro es que haya llegado a la cama, no sé ni como, ni cuando, pero estoy aquí.

   Cuando ya he decidido despertarme, me visto con mi ropa. No me voy a complicar, escojo unos vaqueros claros y una camiseta de tirantas amarillenta, con encaje en la parte de la espalda. Me recojo el pelo en una cola alta y me calzo mis Nike Air Force blancas. Cuando ya estoy visiblemente normal, me dispongo a ir a la cocina en busca del desayuno y sobre todo de un ibuprofeno, este dolor de cabeza me está matando.

   Llego a la cocina y veo que no estoy sola. Una mirada gris llena de alegría me recorre el cuerpo entero, sin dejar nada, no se salta detalle. Está sentado en la isla de la cocina desayunando. Que guapo está por las mañanas, bueno... Y por las tardes, y por las noches... ¡Uf! Tiene el pelo despeinado y le cae por la frente, dando una visión perfecta a sus increíbles ojazos grises.

   -Buenos días pequeña -me dice esbozando una sonrisa enorme, dejando ver los pequeños hoyuelos que se forman en sus mejillas.

   -Buenos días.

   -¿Resaca?

   -Uf... No sabes el dolor de cabeza que tengo -respondo tocándome la frente, para después abrir el frigorífico y hacerme el desayuno.

   -¿Nos tomamos un tequila? -dice riendo a carcajadas en tono irónico al ver mi estado de ánimo.

   -No me hables más de alcohol, lo tengo aborrecido completamente. Todo lo que tengo en mi cuerpo es eso -respondo haciendo una mueca de asco al pensar en el tequila de ayer, mientras le doy el primer bocado a la tostada con mermelada de fresa.

   -Por lo menos vomitaste la mayoría -cuando escuché aquello los colores se subieron por mis mejillas, ¡qué vergüenza!

   -¡¿Qué?! ¿Me vistes?... Pensé que estaba sola...

   -Estaba fuera cuando saliste corriendo hacía el arbusto, no es que te haya perseguido. Además estabas muy mal, tienes que tener cuidado con eso.

   -Entonces, si estabas cuando salí, eso quiere decir que... Me trajiste tú al apartamento... Me llevaste a la cama... ¡Y me desvestiste tú! ¡¿Cómo te atreves?! -comencé a gritar histérica cuando todo el calor de mi cuerpo al pensar que me vio en ropa interior subió a la cara. La tenía roja, rojísima. Para ser exactos, incendiada.

   -Pequeña calmate, que si lo hice fue por que no podías ni abrir los ojos, ni siquiera recordabas donde vivías. Sólo te ayudé, simplemente eso. Y si te desvestí fue para que estuvieras más cómoda, para tu consuelo, no vi nada, te desvestí con la luz apagada -dijo mientras mi cuerpo respiró mucho más tranquilo. ¡Podría haberme visto desnuda entera si él hubiera querido, y yo no me hubiera enterado de nada! ¡Tú y el alcohol Kendall! Otra vez... Otra vez estoy colorada como un tomate, habrá sido al imaginar que me hubiera visto desnuda. ¿No hace un poco de calor aquí?

Que difícil es odiarte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora