8

1.5K 150 21
                                    



– ¡No huyas McCree! – Gritaste detrás del vaquero. Quien estaba retirándose.

– ¡Ni loco te voy a enfrentar! La primera y última vez me dejaste un hombro dislocado. – respondió. – Además estoy demasiado cansado. Bye.

– Pero si se supone que estamos entrenando... – Dijiste de manera obvia. Pero el castaño ya se había ido de la sala de entrenamiento dejándote sola.

Te cruzaste de brazos sentándote en el suelo. Según Morrison entrenarías primero con el vaquero pero apenas ese te vio cruzando la puerta se fue, sin siquiera dejarte proponerle entrenar con armas y no cuerpo a cuerpo. También una parte del equipo se había ido a una misión, y justo esa parte era a la que más confianza le tenías y te negabas a pedirle a alguien más que te acompañara.

Comenzaste a vagar por los pasillos dándote por vencida ante la idea de entrenar hoy con compañía. Aunque eras consiente que no podías enojarte con alguno de ellos, puesto que siendo agentes tenían agendas ocupadas o ya directamente era tu culpa por no socializar más con los otros agentes además del pequeño círculo de siempre. Te esforzaste en hacer un recordatorio de que eso harías luego de entrenar.

Luego de lo que suponías unas horas tu cuerpo pedía un descanso, o tal vez más, pero te negabas a detenerte. Querías poder estar en condiciones para ir contra Talon cuando antes. Ahora mismo estabas lanzando dagas a las dianas, habías tenido mucha suerte en encontrarlas en un estante un poco escondido detrás de unas cajas. No estarían en buenas condiciones pero servían igualmente.

Ahogaste un grito cuando por una distracción la hoja de la daga corto la palma de tu mano. Pero que idiota, pensaste manteniendo su mano alzada intentando que la sangre no bajara tan rápido. La observaste por varios segundos para ver si daba resultado pero obtuviste algo que no podías creer; la herida se estaba cerrando. Lentamente pero se estaba cerrando. ¿Cómo podía ser eso posible siquiera? Comenzaste a entrar en pánico por lo que le pasaba a tu cuerpo haciendo que movieras tus pies en un mismo lugar rápidamente. Oh Dios. ¡Esto es culpa de los malditos científicos de Talon! ¿Se supone que ahora soy inmortal? ¿Quizás? Volviste a pasar la daga por tu palma y nuevamente la herida se cerró al minuto de manera similar como si se estuviera pasando una aguja entre dos trozos de tela y uniéndolos por medio de un hilo.

– ¡Santo cielo! – gritaste tan alto que se escuchó el eco de tu voz por el lugar. Por supuesto que estabas asustada. No sabias que otras cosas habría hecho Talon contigo y sus experimentos.

Recogiste las dagas y las volviste a poner en su lugar de manera torpe debido a los nervios en tu cuerpo, literalmente estabas temblando. Caminaste a paso lento hacia la cocina en un intento por hacer que tu mente se despejara. ¿Qué se suponía que harías ahora? No querías contárselo a Winston o a Ángela, definitivamente no, querrían hacerte exámenes y volverías a sentirte como una rata de laboratorio. Una rata de laboratorio que tenía la habilidad de regenerarse, estupendo. Gritaste sorprendida cuando apenas entrar en la cocina y levantar la vista te encontraste con todos los agentes que habían salido a una misión esta mañana. Por supuesto que todos te observaron confundidos mientras tú te ponías una mano en el pecho intentando tranquilizar tu corazón.

– ¿Te sientes bien? – escuchaste preguntar a Lena.

– ¿Yo? Por supuesto que sí. ¿Por qué no lo estaría? – eso fue un terrible intento de disimular. Cambia el tema, cambia. – La pregunta es cómo están ustedes ¿Nadie salió herido de gravedad?

– No, nadie salió herido. Puf. ¡Somos demasiados buenos para cometer tales errores! – sonreíste un poco ante la respuesta de Lena. Te preguntabas como podía estar de buen humor luego de cada misión.

– ¿McCree te ayudo en tus entrenamientos hoy? – pregunto ahora Morrison, apareciendo a tu lado.

– La verdad es que básicamente... - te encogiste un poco ante el rostro cambiante del canoso esperando tu respuesta. No podías hacerle tal cosa a McCree. – Sí. Me ayudó muchísimo hoy. – luego te la descombrarías con el vaquero.

– Bien. Mañana temprano tendrás otro instructor.

Y como llego, se fue. Luego fue tu turno de irte, te despediste de los que aún estaban en la cocina y terminaste encerrándote en tu habitación para darte un baño en el cual no dejaste observar tu palma. Haciéndote preguntar varias veces que más cosas podrías hacer.

Esa misma noche no podías dormir. Solo estabas dando vueltas en tu cama sin éxito alguno. Saliste con cuidado de tu habitación sabiendo que Winston ya estaría a estas horas durmiendo y lo querías que se despertara porque comenzaría a preguntar y terminarías contándole lo de tu herida. Definitivamente era mejor no mencionar eso. Fuiste en el mayor silencio que podías hasta llegar al jardín, esta vez no te quitaste los zapatos puesto que hacía frío y no habías traído un suéter y llevabas una franela sin mangas, pero podías soportarlo. Miraste por un momento tus brazos notando aún las cicatrices del electros choques que te habían dado hace un año, resaltaban más de lo que querías en tu piel y esa era una razón para que estuvieras todo el tiempo con mangas largas. Sin mencionar las que habían quedado en tu pecho y estómago, esas eran peores.

Subiste hasta la copa del árbol que estaba en el centro del jardín para observar más allá de los muros de la base. Algunas veces tenías deseos de salir hacia la ciudad pero sabias que eso solo pondría en peligro la seguridad de los ciudadanos. Ya habías escuchado las noticias sobre el último incidente causado por ti y la mayoría se quejaba por el hecho de que Overwatch no había llegado a tiempo para impedir la muerte de esas personas, de Amelia, y de los daños a los edificios. Morrison se disculpó en televisión por todo y con todos por eso, de ahí no dijo nada más. Ese día te habías sentido realmente la con tu persona, puesto que Talon había ido por ti y esas personas debieron pagar con su vida. ¿Pero qué se supone que debías hacer? ¿Entregarte a Talon a cambio de que no hicieran más daños? Jamás llegarías a un acuerdo con ellos y volverías a ser un experimento que tarde o temprano daría resultados y terminaría seguramente como un arma para desatar una nueva guerra. No querías ninguna de esas cosas.

Limpiaste las lágrimas de tu rostro cuando terminaste de un salto en el suelo nuevamente sintiendo la rabia acumulada en tu garganta. Tenías rabia de lo que eras. De lo que te habías convertido. Y de como por ti es que muchos habían sufrido y muchos más estarían en peligro a tu alrededor.

Eras un arma que tarde o temprano cumpliría su propósito. Y no sabías contra quién exactamente.

Sujeto 2 8 9| Overwatch Y TuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora