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Estrellaste tu puño contra la pared una vez más, liberando toda la rabia que ahora se hallaba acumulada en tu cuerpo. Estabas alterada a un punto tan grande que ni siquiera las pastillas lograban contener las hemorragias, por lo que los costados de tu boca se encontraban manchados de sangre; no te importaba caer enferma nuevamente.

Te sentías fatal por la muerte de Jesse, y el hecho de que solo hubiera quedado su sombrero no hacía más que alimentar aquella culpa e ira hirviente.

Ya habían transcurrido cuatro días desde que ocurrió la explosión del almacén, ni siquiera saliste de la posada aun cuando dos policías llamaron a tu puerta para pedir tu testimonio o siquiera encendiste el comunicador aun cuando este ya había estado sonando por un día entero; rechazando las llamadas de Genji, Winston y Lena para pedir explicaciones de lo sucedido y sobre tu ausencia, hasta el mismísimo Hanzo había dejado un mensaje que de ninguna manera leíste. Quizás ni siquiera sabían lo ocurrido. ¿Cómo y qué les dirías?

Tomaste el comunicador entre tus sangrantes manos e iniciaste un mensaje grabado de audio para todos los agentes reactivados. Ni siquiera tenías el valor para dar la cara y grabar de frente. Presionaste el botón dando inicio.

– Aquí la agente Edevane, reportando – Hiciste una pausa, tragando saliva. –. Informo con pesar que el agente Jesse McCree fue dado de baja. Desaparecido en la explosión de un almacén hostil en Nuevo México durante una misión para la redada de armas proporcionadas por Talon... Cambio y fuera.

Enviaste el mensaje y colocaste a un lado el comunicador, apoyado los codos sobre tus rodillas, encorvada hacia el frente mientras veías como el sombre chamuscado se hallaba en la mesa de la sala. Lo tomaste una vez más y acariciaste suavemente la superficie de este, notando lo rustico que era ahora. Solo por casualidad miraste el interior del sombrero y te llevaste la repulsiva sorpresa de encontrar un papel con el logo de Talon impreso junto lo que parecía ser un numero al cual llamar, arrugaste el papel en tu mano, conteniéndote.

No creías que fueran tan descarados para dejar un numero incluso, pero tampoco podías esperar menos de ellos, eran un montón de desgraciados.

Giraste tu cabeza en dirección al balcón cuando escuchaste un sonido seco, absorta en tu propio estado fuiste hasta allá sin tomar la precaución de llevar tu arma. Abriste de par en par la puerta del balón y casi pisas lo que sea que hubieran colocado en el suelo, lo que resultó ser una pequeña tarjeta de color negro junto con una pequeña flor. Una carta de pésame. Agachaste tu cuerpo tomando ambas cosas entre tus manos.

– Algo muy vago viniendo de ti. ¿Sabes? – Reíste de manera amarga, hablando en voz alta. – Creí que habiendo estado allí darías la cara al menos.

El ruido de un peso moviéndose sobre el techo se escuchó antes de que un cuerpo bajara a tu izquierda irguiéndose lentamente. El brillo se su visor rojo se hizo resaltar más cuando dio unos pasos cerca. No le diste importancia a su misteriosa imagen y te sentaste en el suelo apoyando tu espalda en la pared rojiza.

– Lindo visor. ¿Lo tomaste del museo junto con el rifle también? Muestra tu maldita cara... Soldado.

– No utilices ese tono conmigo, (Tn). – Reíste de manera amarga ante su orden. Moviendo entre tu pulgar y el dedo índice el tacho de la débil flor, la cual empezaba a marchitarse.

– Yo no eres mi superior, no puedes ordenarme, Morrison– Respondiste en seco–. Tu cargo como comandante se fue a la mierda el día de la explosión. Aunque irónicamente tú debiste irte también pero, hey, aquí estas. Saliendo del escondiste en donde habías estado por más de nueve años. ¿Por qué?

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