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- Demonios. ¿Dónde estarás? – preguntaste a la nada mirando las afueras de Hanamura, habías recorrido cada rincón del pueblo en busca de Jesse. E incluso habías hecho un esfuerzo por preguntarle a los pocos habitantes que te lograban entender; más ellos negaban de haberlo visto.

Para mayor estaban en temporada de invierno, por lo que el pueblo ya había entrado en nevadas que se encargaron de cubrir todo de una capa de nieve acumulada en el suelo, lo cual reducía tus esfuerzos por mover veloz en el terreno helado. Habías traído ropa invernal, y solo por si acaso te volvías a encontrar con el arquero llevabas el traje que habías utilizado para entrar al castillo Shimada bajo tu ropa. Al menos no tenías frío, pero eso solo hacía que te preocupara más la situación de Jesse. Por otro lado tenías al alterado Winston hablándote cada cierta hora por el comunicador para preguntar sobre el paradero de McCree. No tenías más remedio que negárselo y pedirle que investigara por adelantado los potenciales lugares en donde podría estar la base de Talon en el Dorado, junto con el resto de información que te había otorgado el proveedor. No se negó a tu pedido y puso manos a la obra.

Apresuraste torpemente tu paso entre la nieve y observaste los alrededores en busca de algo que lograra darte una pista; no tenías más remedio que buscar a las afueras. Maldijiste en un grito de frustración, preguntándote una y otra vez donde podría estar el castaño mientras ponías una mano en tu frente. Más dejaste la angustia de lado cuando pasos rápidos empezaron a oírse a tu alrededor. Miraste por todos lados de manera frenética buscando al causante hasta que, de la nada, notaste un cuerpo a tu costado y tan repentina aparición te hizo dar un salto del susto, haciendo que cayeras de espaldas. No estabas en el mejor de tus cávales.

- ¡Maldición! – exclamaste quitándote el gorro que cubría tu cabeza y haciéndolo un rollo en tu puño. Mirando fijamente al arquero. Quien estaba a pocos pasos de ti, observándote desde arriba. – ¿¡Qué mierda quieres de mí?! – tu voz se distorsiono ante el tono tan elevado que habías usado. Estabas verdaderamente frustrada con la desaparición de Jesse y ahora volvía a aparecer el arquero para joderte la vida, otra vez. Te levantaste finalmente de la nieve y lo encaraste, acercándote peligrosamente sin medir peligro. – Ya me he disculpado por entrar al castillo; no es necesario que me des caza con tu estúpido arco.

- No es necesario ese tono conmigo. – su rostro se mantuvo neutro, arrugando ligeramente por segundos sus labios en una mueca casi fugaz. Paso a un costado tuyo en silencio y comenzó a caminar de frente, en medio de un montón de árboles desojados por el invierno; lo observaste sin entender mucho. Viene aquí, me da un susto y luego se va caminando. Pensaste arrugando la nariz con intenciones de irte por el lado contrario. Antes de que lo hicieras notaste que se daba la vuelta a medio camino; como si estuviera esperando por ti.

- ¿Qué? – preguntaste en un tono despectivo, cruzándote de brazos esperando una respuesta ante su mirada fija y silenciosa.

- ¿Acaso no quiere ver a su compañero insolente de vuelta? – abriste los ojos con sorpresa. Antes de que pudieras decir algo se giró y volvió a emprender su camino de manera apresurada. Comenzaste a seguir el paso tan rápido como pudiste pero te veías en desventaja con tal solo pisar la nieve que de inmediato presionaba tu pie y hacía difícil el andar.

Gruñiste cuando el arquero apresuro su paso a una corrida, sin girando a mirarte en ningún momento. Por tu parte estabas notablemente cansada por el esfuerzo, diciéndole entre gritos que dejara de correr pero simplemente te ignoraba, lo cual hacia arder más tu odio hacia él. Cuando finalmente se detuvo y pudiste alcanzarlo miraste hacia el alrededor entre jadeos pausados; ahora se encontraba en un claro, lejos de los arboles durmientes. Entre tanta nieve pudiste notar como una vivienda clásica de Japón se hallaba entre todo eso, comenzaste a caminar hacia la entrada llegando primero que el hombre que te había traído. Ni te molestaste en quitar de las botas la nieve atorada y abriste la puerta corrediza entrando de inmediato. Revisaste cada habitación del pasillo hasta dar en una que parecía ser la cocina, miraste por el lugar hasta dar con Jesse. Quien se encontraba en el suelo inclinado sobre la mesa pequeña, aparentemente comiendo algo. Muy tranquilo. Querías golpearlo.

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