Capítulo 47.

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Hablar con Emma fue un desahogo. Me contó todo lo que sucedió con Sara, sobre cómo todo comenzó a destruirse, en cómo ninguna de las dos fue capaz de seguir adelante, ninguna de las dos tuvo la fuerza ni el ánimo para alzar los escombros y reconstruir su amor, todo lo que me contó me hace reflexionar sobre las cosas, nada es eterno, nada es para siempre, todo tiene un inicio y un final, por más que queramos aferrarnos, por más que no queramos dejarlo ir, Todo algún día se acaba, la belleza, la juventud, el amor. Sin duda alguna, somos presos del amor.


—•—

Es viernes primero de junio, me encuentro en la casa de Esteban, frustrado, mañana es su cumpleaños, ¡Veintiséis años ya!, no puedo creer lo rápido qué pasa el tiempo, lo inverosímil que avanzamos,  Un día entro a la prepa, conozco a un maestro de veinticuatro años súper bueno (En todos los sentidos) pero al otro día ya es mi novio y está a punto de cumplir los veintiséis.

Es estresante no saber que regalarle a una persona que lo puede tener todo. Si tan sólo fuera un chico normal sin todo lo material, sería una decisión fácil. Pero no lo es, resulta que es un chico "rico", hijo de un ex político, dueño de una franquicia de restaurantes y plazas comerciales.

Esteban fue muy complaciente en mi cumpleaños, ¡Dios! Una chaqueta Gucci y un suéter Dolce & Gabbana. Yo no me puedo permitir regalarle alguna excentricidad, ¡es un total caos!.

El se encuentra en su oficina trabajando, mientras yo me quedo pasmado frente al televisor, frustrado en mi interior, tratando de planificar algo lindo, él se merece algo muy bello y erótico. erótico, esa palabra resuena en mi mente, erótico...erótico...erótico...

Me pierdo en esa palabra, la abrazo y me lleno de ideas con su significado.
Me levanto del sofá, camino sigilosamente, entro en el pasillo que da a las múltiples puertas; la que da a su oficina, Está totalmente cerrada. Menos mal. Quito mi atención de aquella puerta  y se la dedico a la que da al "armario sexual". Muevo la manija, la jodida puerta se encuentra con seguro. Maldigo en silencio.
Bajo silencioso, entro a la cocina, busco las llave entre los cajones, un intento fallido, no encuentro nada, solo cubiertos e instrumentos de cocina. Cuando abro el último cajón, siento una mano detrás de mi, siento un escalofrío y volteo rápidamente.

—¿Qué estás buscando, Pequeño?.


—Nada—Respondo rápidamente.


—¿Nada?—Sonríe—Nadie husmea entre los cajones por nada.

—La verdad es que buscaba un empaque de galletas Oreo—Miento.

—¿En el cajón de los cuchillos?

—Nunca se sabe donde puede estar un paquete de galletas.

Voltea los ojos, divertido.

—Bien, vine para preguntarte si querías salir a cenar ¿O prefieres que te traiga algo?.

—Me quede muy picado con el último episodio que ví de Pretty Litter Liars, por hoy, prefiero quedarme.

Cruza los brazos. Lleva una chaqueta de mezclilla, una playera blanca con cuello en V, unos vaqueros y botas en color marrón. Me fascina.

—¿Estás seguro?.

—Más que seguro.

—Bien—Se pone frente a mi. Besa mi frente—Ya vuelvo.

Camina en dirección a la salida, se gira.

—Para tu información, las galletas se encuentran en la alacena, no en el cajón de cuchillos.

—Perdón, no se me ocurrió.

Gira los ojos.

—Adiós, ¡qué te diviertas!.

—Sí, claro. ¡Te quiero!

—Igual yo—Grita Esteban desde la entrada.

La puerta se cierra de golpe. Yo salgo de la cocina, busco en la sala, entre el librero, por encima de la chimenea, debajo del tocadiscos. Nada.
Mi frustración comienza a crecer y Esteban no durará toda la noche buscando comida.

«Aunque las llaves pueden estar en su oficina...» ¡Claro!.
Voy corriendo al piso de arriba, me encamino a su oficina. Abro la puerta, su oficina es tan elegante y pulcra, no hay nada fuera de lugar, todo se encuentra en sumo orden. Abro uno de los cajones que están en el escritorio, con la esperanza de encontrarlas ahí; nada. La adrenalina aumenta, benditas llaves. Abro el cajón que está a un lado, y ahí están, un puño de llaves de todas las puertas y cajones de la casa.

«Menos mal, lo que me faltaba»

Saco el puño de llaves, salgo de la oficina y me pongo frente a la puerta del "armario sexual", intento con cada una de las puñeteras llaves, cada llave fallida me estresa aún más, hasta que por fin doy con la llave indicada. Cuando el seguro de la puerta se abre, escucho un auto estacionándose fuera de la casa de Esteban.

«Mierda...»

Tomo la llave, la saco del llavero. Vuelvo a cerrar la puerta con seguro, meto la llave en mi bolsillo y corro de inmediato hasta su oficina, echo las llaves en el cajón, lo cierro. Salgo de prisa, aseguró todo, vuelvo al sofá, pongo play a la serie, adelanto un poco al capítulo y finjo estar tranquilo disfrutando de la serie. Me siento todo un James Bond.
Esteban entra a la casa. Deja la cena en la barra de la cocina y sube a verme.

—¿Todo bien, Pequeño?.

—Eh, Sí. Todo excelente.

—Es un alivio que no hayas incendiado la casa, confundiendo cosas.

—También para mi es un alivio.

—La cena esta lista, bajemos, muero de hambre.

—Igual yo. Las galletas no fueron suficientes para saciar mi hambre—Hablo en tono dramático.

Vamos a la cocina, nos sentamos frente a frente en la barra. Encima de esta hay dos bolsas de McDonald's, mi estómago comienza a rugir.

—Mi nutriólogo prohíbe rotundamente esto, pero joder, es mi último día con veinticinco años.

—Tú nutriólogo lo prohíbe, yo en cambio lo apruebo. Es el paraíso.

—Si tú lo dices.

Saca las hamburguesas jumbo, las papas fritas, refresco y un pay de manzana.

—¿Qué hiciste mientras yo no estaba?—Habla mientras toma una papa frita.

—Buscar galletas y ver Pretty Litter Liars.

—Claro—me mira. Tratando de encontrar algo en mis expresiones.

—Si—Doy una mordida a mi hamburguesa.

Mañana será un día sumamente ardiente.

Editado por DiegoKarel

Placer Entre Lineas: Bajo Tú piel. #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora