Van Dahl desde pequeño había sentido una atracción casi insana hacia la caza, pero él no estaba interesado en matar a animales indefensos por deporte, no, él quería algo mucho más emocionante. Algo que hiciera arder de emoción su fría sangre y, después de mucho buscar, comprendió que cazar humanos era lo que él necesitaba. Era fascinante la idea de estar haciendo un bien al mundo deshaciéndose de seres tan repulsivos como las personas que se dedicaban a negocios turbios. Y lo hizo. Destruyo organizaciones, traficantes de órganos y de drogas, gobiernos corruptos y cazo incluso a homicidas por todo el mundo. Creando así una leyenda con cada gran paso que daba con sus pequeñas piernas de infante. Él, un pequeño niño de apenas cinco años iba por el mundo destruyendo a monstruos de la vida real que se creían completamente intocables.
Desde que tenia memoria Van tenia una especie de talento para las peleas, para el asesinato y la destrucción. Sus llamas también eran poderosas, tan fuertes que su madre le abandono en un callejón en una noche helada por temor a que su propio hijo fuera a salirse de control.
Un temor bien infundido.
En el mundo, en esa época en especial, habían nacido varios monstruos en forma de infante cuyo poder e inteligencia superaba al entendimiento. Van Dhal era uno de esos peligrosos monstruos, uno que ni siquiera su madre pudo amar por miedo a su fuerza y su personalidad.
A su corta edad no entendía la importancia de los elementos, solo sabia que poseía una flama que le volvía mucho más poderoso en batalla y que era muy diferente a la de los demás; él era diferente, especial, y con eso era suficiente. Recién cuando cumplió los seis años se dio cuenta del porque había tanto tipos raros rondando a su alrededor: él era un Nevada y los que le buscaban con falsas y vacías promesas de triunfo eran Cielos. También encontró otro tipo de información en los libros de un jefe de prostíbulo que acaba de matar. Ahí decía que si un elemento no posee Cielo entraba en Discordia, sus llamas se volvían en su contra y mataban al usuario de forma brutal y dolorosa. Pero no todo era malo, también decía que un vinculo verdadero era cálido y hogareño, lo describía como una segunda y sagrada familia.
Familia, esa era una palabra extraña para Van que nunca pudo experimentar algo ni remotamente parecido a eso, es más, ni siquiera tenia amigos o algo remotamente parecido ya que él no sentía nada por nadie, le era imposible el socializar con otras personas o comprender sus complejas emociones.
Van no poseía ningún tipo de inteligencia social, pero eso no le impidió querer experimentar esas emociones de las que el libro hablaba.
A partir de esa revelación comenzó a buscar un Cielo para él. Los gobiernos y la mafia intentaron tenerle bajo sus filas enviando Cielos para poder atarle a un vinculo una vez que se enteraron de las intensiones del pequeño y vacío monstruo de hielo, pero lamentablemente sus llamas no reaccionaban a las de ellos, los rechazaban con vehemencia.
El tiempo paso y la famosa Discordia asomaba su fea cabeza.
Siguió cazando pero esta vez lo hacia por dinero y no por la emoción que le provocaba, lo necesitaba tanto como necesitaba el aire para comprar las dichosas Capsulas de Cielo ya que había comenzado a sentir los primeros signos de Discordia. Los gobiernos del mundo pagaban muy bien para que él buscara, cazara y eliminara a escorias que causaban problemas, pero como se decía por ahí, él no tenia lealtades. Cuando el gobierno no podía pagar lo que pedía o simplemente no tenia trabajo para él, su bando cambiaba al igual que sus ¨amistades¨. Van era uno de los hombres más ricos del mundo, también uno de los más poderosos, pero ni aun teniendo riquezas y poder él iba a abandonar su trabajo de cazador, le encantaba y le era muy difícil el dejarlo.
A los siete años sucedió algo que realmente le irrito, su madre, la mujer que le había abandonado como a un perro en la cuneta, estaba cargando un bebe con ternura mientras le sonreía con cariño. Ella jamas le había sonreído así ni mucho menos le había cargado, toda su vida su propia madre le había tratado como a un monstruo, le rechazaba y siempre le veía con asco. A él nunca le importo ya que no podía sentir, sus emociones habían sido congeladas por el mismo para que no sean un estorbo, pero ahora que veía que esa persona podía sentir amor por otro ser le irritaba. No era ira ni enojo, pero si irritación.
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Armonía y Discordia.
FantasyEn un mundo en donde la posición social depende mucho de las llamas que poseas, un grupo formado por los genios del siglo intentan proteger al único Cielo que les permitió caminar a su lado, no detrás como un perro ni adelante como un amo, sino a su...