Capitulo 17: Colores.

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- Buenas, pequeña Niebla de los Lukccio - saludo indiferente a Misha, este hizo rápidamente una pequeña y respetuosa reverencia antes de colocarse al lado de Ricardo por si al Again se le ocurre que ellos son peligrosos para el pequeño Cielo presente (en el pasado, este hombre había herido a inocentes por mucho menos) - les recomiendo que se vallan, no quiero que por esas casualidades del destino terminen lastimados - sus ojos burlones se posaron en Misha ignorando tranquilamente al Luna que le miraba con curiosidad y admiración.

- No se preocupe, nosotros ya nos vamos. Adiós, Niebla de los Aigan - Misha tomo el brazo de Ricardo y rápidamente activo sus llamas, desapareciendo en una ligera Niebla blanca que solo los cubrió a ellos dos.

- ... - el Again miro con el ceño fruncido por donde se habían ido Misha y Ricardo, fastidiado por la presencia del otro Niebla en lo que él consideraba su territorio; sus instinto de elemento hacían que su sed de sangre aumentara a medida que las llamas del Lukccio manchaban el lugar con su suciedad. Chasqueo la lengua en claro signo de irritación al no tener algo con que descargarse, pero entonces sus ojos se clavaron en el pequeño ruso que le observaba con curiosidad y algo de recelo - ¡Buenas, pequeño Cielo! - su expresión cambio a una mucho más amable y relajada cuando sus pupilas se posaron en él, un cambio muy drástico en opinión de Lori - ya es hora de que nos vallamos nosotros también, los demás nos esperan.

- Espera... - susurro entrecerrado sus ojos acercándose tentativamente al pelinegro con aire pensativo - yo te conozco de algún lado, se que te vi antes... - murmuro rascándose la nuca, revisando en su memoria algo que tuviera que ver con ese pelinegro que ahora sonreía divertido, como si él estuviera jugando algún tipo de juego con el rubio. Sus ojos se abrieron en grande al ver el anillo que el Again poseía y que antes no había logrado ver - ¡Ya te recuerdo! - exclamo asombrado, sonriendo con alegría al poderoso Niebla que se había quedado de piedra al ser abrazado de repente por Lori - ¡Eres el niño del bosque!.

- ¿Niño del bosque? - murmuro con una ceja alzada, devolviendo lentamente el abrazo del pequeño - que cruel eres, yo si recuerdo tu nombre... - dramatizo sintiendo como lentamente las llamas del Cielo comenzaban a cubrirle con gentileza, dándole una cálida bienvenida después de tanto tiempo - "Estoy en casa..." - pensó cerrando sus ojos, devolviendo la caricia con sus propias llamas de la Niebla en menos de un segundo, sonriendo satisfecho cuando Lori se estremeció ante la sensación de ser acariciado por un elemento.

- Nunca me dijiste tu nombre... - se separo con una sonrisa algo tensa, intentando disimular su nerviosismo.

- ¡Cierto! Que maleducado soy, mi nombre es Dash Ayers y soy la Niebla de los Aigan - coloco su mano derecha sobre su corazón y se inclino un poco, haciendo una educada reverencia - por cierto, tu pequeño zorro blanco esta en tu nueva habitación en el edificio de la alianza, es grande y ahí solo habitamos ocho personas así que no te preocupes por el espacio - tomo la mano de Lori, entrelazando sus dedos con la de él - ven, tenemos que irnos.

 Lori asintió no muy seguro, viendo como las llamas de Dash comenzaban a cubrirles en una intensa niebla blanca, segándole completamente en cuestión de segundos. El pelinegro de ojos amatistas estaba muy tranquilo aun en todo ese blanco, apretándole la mano para que supiera que él estaba ahí y que no le sucedería nada, dándole seguridad solo con ese simple gesto amable. El rubio abrió los parpados sorprendido cuando dos segundos después la niebla comenzó a abrirse formando un estrecho camino, dejando dos grandes paredes a los costados que les impedía ver más allá del sendero obligando a ambos a ir solo hacia adelante. Ayers comenzó a caminar tranquilamente arrastrándole con él por la ruta.

- ¡No lo vas a tocar con tus sucias manos! - se escucho una voz furiosa, seguido de explosiones, sonidos sordos y maldiciones.

- ¡Solo quiero verlo! - grito otra voz burlesca, riéndose ante la molestia del otro - ¡Tengo tanto derecho como tú a hacerlo! - volvió a gritar mientras más explosiones se escuchaban en el lugar.

Armonía y Discordia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora