Jiyū no kumo

255 25 1
                                    

 Desde el principio el supo que el poder era lo único que haría que su padre le reconociera, él era un bastardo, hijo de una geisha que había tenido una aventura con el jefe del recocido clan de guerreros Japoneses, en donde le había abandonado poco después de nacer, siendo un recién nacido. Nunca conocido el nombre o el rostro de su madre, pero por la forma en la que sus medios hermanos hablaban de ella, suponía que era una mujer hermosa pero desobligada; seguramente si él hubiera nacido como una niña, su progenitora le hubiera tomado y entrenado para que siguiera sus pasos en la profesión de las geishas.

 Su padre se quedo con él después de haberse hecho una prueba de A.D.N porque no confiaba en que fuera en realidad su hijo, no se parecían en nada, ni siquiera sus llamas eran del mismo atributo ya que el líder de los Shirayama era un Rayo al igual que todo sus demás hijos, mientras que Raito era una Nube, de llamas muy poderosas por cierto. Sus medios hermanos pensaban igual, era imposible que un bebe de grandes ojos rojos y cabello negro fuera un Shirayama ya que los que llevaban ese apellido solían ser personas de estatura promedio, cabellos oscuros y ojos negros.

 Raito fue criado como a un sirviente, pero incluso estos sabían pelear por lo que obligaron al pequeño niño de apenas dos años a aprender a usar correctamente sus manos y sus torpes pies, sorprendiéndose por lo rápido que el chico absorbía el conocimiento, se podría decir que el ojirojo era un pequeño genio. Al final este decidió especializarse en la esgrima, especialmente en el manejo de las Katanas que era un arma típica de los antiguos guerreros japoneses a los que tanto admiraba, también conocidos como samurais. Sus llamas de la Nube eran muy poderosas, si el pelinegro se descuidaba ellas escapaban de su control y prácticamente inundaban el lugar de forma asfixiante para cualquiera que no sea el usuario de las misma. Ya tenia unos cuatro años cuando finalmente comprendió el porque su padre ni siquiera le miraba y también del porque del odio de sus ¨hermanos¨: él era solo un bastardo hijo de una Geisha, un estorbo que no debió haber nacido. No importaba cuanto se esforzara, él no podía tener el apellido Shirayama ni seria reconocido por su progenitor o hermanos como parte de la familia, y eso realmente le desanimo, él quería ser reconocido también como un guerrero del clan, que su padre le dedique unas palabras de orgullo y que sus nii-san le respetaran. Pero para eso necesitaba una posición mucho más alta que la de su hermano Natsuno, quien era el heredero del líder.

 Busco durante semanas, incluso pregunto a los sirvientes hasta que finalmente estos le dieron la información que buscaba: en el clan Shirayama y en todo el bajo mundo Japones no había posición más alta que la de ¨Demonio Celestial¨, y solo habían cuatro de estos Demonios Celestiales: Norte, Sur, Este y el más poderos, el Demonio del Oeste. Bien, ahora tenia una meta y no iba a parar hasta conseguirlo, él iba a ser reconocido por su fuerza, era la única manera de hacer que su padre le mirara a los ojos, para hacer que finalmente le notaran y dejaran de ignorarle como a una pared vacía que solo estorbaba la vista del paisaje.

 Y fue así como el japones se marcho del clan en un viaje de entrenamiento, nadie le detuvo ni mucho menos le despidieron, nadie lloro su partida ni tampoco esperarían su regreso, pero Raito creía que así estaba bien, él era una Nube libre, no quería ataduras.

 Estuvo luchando incansablemente durante meses, viajando por todo Japón en busca de luchar contra enemigos fuertes, capaces de otorgarle conocimiento y experiencia. Estuvo así hasta que encontró en Tokio, en medio de una batalla entre yakusas, a un adolescente de nombre Mitsuo que poseían llamas anaranjadas y que al igual que él, también luchaba con espada. Ambos se hicieron amigos rápidamente, practicaban día y noche, luchando uno contra el otro sin darse tregua ni descanso, no había espacio para la debilidad. Él había entrenado también el nitoryu a pesar de que lo suyo era la técnica de una espada, pero aveces era bueno no confiarse en un solo estilo, quizás aprender algo nuevo le ayudaría en un futuro no muy lejano. Mitsuo era un sensei muy duro, los fallos no eran permitidos, cosa que no sucedía muy a menudo ya que la Nube era buen aprendiz, pero eso no le libero de un par de palizas que endurecieron su carácter. Este trato ayudo a Raito a mejorar notablemente, ya eran pocos los enemigos que se atrevían a hacerle frente, incluso ya tenia varios Cielos interesados en él. Los ojos de la yakusa estaban puestos en él.

Armonía y Discordia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora