Pioggia solitaria

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 Leonzio Romano, actualmente un experto francotirador, asesino y artista marcia que a la corta y tierna edad de ocho años ya era reconocido como uno de los más fuertes del mundo. Una Lluvia sin relaciones de sangre ni de elementos, sin ataduras, un lobo solitario que trabajaba para el mejor postor sin amistades ni lealtades. Perteneciente a Italia, el bello país en el que nació y al que nunca pudo considerar hogar, no importaba lo que hiciera, no sentía que pertenecía a ningún lado, no sentía ni simpatía ni nada, solo una fría calma producto de su terrible apatía hacia la vida.

 Su madre, una Nube, y su padre, un Lluvia, habían fallecido cuando Leonzio tenia seis, él mismo pelirrojo les asesino de forma sanguinaria cuando estos intentaron venderle a un anciano Cielo que poseía demasiado dinero y que le quería porque vio el enorme potencial del italiano. Ahora, el segundo en su lista en morir fue el viejo que intento comprarle como un objeto, ganándose con ese parricidio el titulo de: "Niño demonio".

 Toda su vida sufrió de intentos fallidos de armonizar por parte de Cielos, mujeres y hombres, jóvenes y ancianos intentaron ponerle una correa al cuello como a un perro con la escusa barata de que así él podría mejorar aun más, volverse aun más fuerte si solo dejaba que ellos le guiaran. Pero Leonzio sabia que era una vil mentira, ellos solo querían dominarle, tener a la Lluvia más fuerte bajo control, con correa y atado con una cadena. Incluso hubieron algunos que rompieron sus lazos con sus Lluvias ya armonizadas solo para asegurarle que ese lugar era para él, que debería sentirse honrado de que un Cielo quisiera tenerle bajo su cuidado. No importa a donde fuera, con solo ocho años ya entendía que los Cielos lo buscaban para tenerle de esbirro, como a un animal al que exhibir por su belleza, mortandad y rareza y al que luego encerrar entre los barrotes de una celda cuando ya no sea necesario presumirle.

 Él no deseaba nada de eso, antes de caer tan bajo prefería mil veces pegarse un tiro en la sienes y acabar con todo.

 Leonzio se entreno con esmero, no tenia maestro, nadie era lo suficientemente bueno para enseñarle, se volvió bueno en lo que hacia solo observando, porque viendo como luchaban los demás hacia que luego pudiera copiar esos movimientos, hacerlos suyos y mejorarlos, haciendo que las personas comenzaran a llamarle ¨Genio¨. Pero no importaba cuanto mejorara, cuanto se esforzara, había algo contra lo que no podía luchar sin la ayuda de un Cielo y a lo que más le temía: la Discordia. Muchos Cielos intentaron formar lazos con él, pero él asesino a todos esos bastardos por haberse atrevido a intentar doblegarlo con esas malditas llamas anaranjadas que tanto odiaba aun sabiendo que su propio fin estaba cada vez más cerca, pero ni aun la amenaza de morir iba a hacerle dar un paso atrás.

 El dinero que tenia y él que se había ganado con tanto esfuerzo le serbia para comprar capsulas de llamas del Cielo, pero no importaba la calidad o la pureza, no podían calmar la Lluvia en su interior que nunca cesaba, es más, sus flamas rechazaban el medicamento con ímpetu, casi con asco. Así que cuando empezó a sentir los primeros signos de la Discordia, compro un viejo y sucio departamento en Venecia y luego se tiro a morir, orgulloso de alguna manera por haber seguido firme en su decisión de no armonizar con un Cielo a pesar de su pobre destino.

 Y cuando ya estaba en la oscuridad de su inconsciencia debido a que las llamas de la Lluvia ya habían comenzado a detener las funciones vitales de su cuerpo. Estaba en la linea entre la vida y la muerte cuando una calidez nunca antes sentida le había traído de nuevo a la vida, como si hubiera renacido luego de que la muerte le arrastrara con sus frías manos al infierno, a donde estaba muy seguro que pertenecía. Al abrir sus parpados allí estaba un niño rubio, de nacionalidad rusa quizás, de hermosos ojos dorados parecidos a los de los zorros y con unas impresionantes llamas que no buscaban dominarle, atarle ni doblegarlo, solo curarle, cuidarlo y protegerle, como debería ser un verdadero y vasto Cielo. Si digiera que no estaba confundido estaría mintiendo, él estaba en completo caos y mortalmente aterrado. Esta era la primera vez que sus flamas reaccionaban a otras, ellas prácticamente gritaban para que armonizara con ese niño ruso que le sonreía asustado, quizás por las múltiples armas que habían en la habitación. Estaba en un dilema, en su interior (su lado depredador) quería asesinarle por atreverse a tocarle con sus llamas y luego darle un anillo raro parecido a un objeto de pacto. Por otro lado estaba agradecido, el chico le había salvado la vida. 

Armonía y Discordia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora