Un niño pequeño de aproximadamente siete años de edad se encontraba recostado sobre una fría y dura pared blanca mordiéndose los labios con fuerza para evitar gritar de dolor, haciendo que un fino hilo de sangre resbalara por sus labios hacia su mentón y cayera en el sucio suelo en forma de gruesas gotas. Se había encerrado para sufrir sus últimos momentos en soledad como un perro moribundo porque eso era lo correcto, alguien perteneciente al orgulloso clan Shirayama no debía mostrar debilidad ni en el dolor ni en su lecho de muerte, seria deshonroso para el líder y los ancestro el hacerlo.
Soltó un suspiro intentando no gritar en agonía. No podía, no debía y no quería mostrar debilidad, él no era débil y se mantendría fuerte mostrando su fortaleza incluso en sus últimos momentos de vida. Pero por dios, ¿Por qué no pudo ser un Lluvia? Él ahora envidiaba poderosamente a los que pudieron irse de este mundo en paz.
Sabía que debió haber aceptado a Mitsuo como su Cielo, de haberlo echo se hubiera salvado y en estos momentos no estaría sintiendo tan horripilante dolor, sentía como sus órganos se multiplicaban dentro de él y comenzaban a fallarle. Ya era demasiado tarde, pronto moriría y lo aria dignamente a pesar de saber que los Shirayama solo podían morir en el campo de batalla como los guerreros que eras.
- "Maldición" - pensó al sentir ese horrible sabor metálico de la sangre en su boca. Él era el supuesto genio de su clan, hijo del jefe y candidato a ser próximo ¨Demonio Celestial¨, uno de los cuatro maestro espadachines más fuerte del mundo a su corta edad de siete años, morirá por no haber cedido en su capricho. Que vergüenza.
Si hubiera aceptado a Mitsuo seguramente se hubiera salvado de esta horrible agonía, pero sabía que se arrepentiría el resto de su vida si lo hacia. Su amigo era un Cielo poderoso pero tenia una llama fría y corrupta, él solo deseaba el poder que se le seria otorgado al ser su Cielo, imponiendo sus llamas, naturalmente superiores, por sobre las suyas, intentando demostrar que él era superior en todo. Chisto molesto al recordar como lo había cubierto con esas asquerosas flamas anaranjadas, intentando doblegar su voluntad y obligarlo a arrodillarse ante él para que lo reconociera como su nuevo amo. ¡Eso nunca! Él jamas se arrodillaría y menos doblegaría su voluntad, él no era un esclavo y mucho menos la mascota de alguien. Él es Raito Shirayama, el genio del clan más fuerte y también un maestro de la espada a la joven edad de siete años (lo que es todo un logro), un guerrero con el atributo Nube y con las manos manchas de la sangre de cientos de personas asesinada en el campo de batalla. Pero por sobre todo, él era un ser libre que jamas se sometería a la voluntad de nadie, antes muerto que tener a un Cielo que solo deseara encadenarlo por ambición y capricho a una vida de servidumbre.
Debido a ese inútil pero forzado intento de armonizar, Raito se vio obligado a romper lazos con Mitsuo (no se lamentaba del todo).
- "Pronto... muy pronto moriré" - pensó aliviado, cerrando sus cansados ojos rojizos y agarrando su pecho con su mano derecha. Podía sentirlo, su corazón quería duplicarse, ese era su fin.
Justo cuando pensó que sentiría el dolor más grande de su corta pero turbulenta vida, escucho un chasquido que le hizo abrir sus ojos de golpe solo para ver como un manchon amarillo y blanco se le lanzaba encima, atrapando su adolorido y deforme cuerpo en un cálido y reconfortante abrazo de oso. Se quedo helado, todo sus músculos se tensaron preguntándose como es que ese pequeño niño había entrado en territorio de los Shirayama y había llegado a su habitación vivo. Iba a decir algo cuando unas cálidas llamas del tipo Cielo le rodearon con gentileza, haciendo que un enorme alivio le embargara y que el dolor pasara, desapareciendo los órganos que se multiplicaron en su interior y devolviendo la calma a su mente y alma, sacándolo de ese mar furioso que era la Discordia del atributo Nube.
Suspiro aliviado luego de días de estar en una intensa lucha con sus llamas, extrañamente se sentía como si estuviera en un cálido hogar en donde nada ni nadie podía dañar ni lastimar ni su cuerpo ni su mente o espíritu.
ESTÁS LEYENDO
Armonía y Discordia.
FantasíaEn un mundo en donde la posición social depende mucho de las llamas que poseas, un grupo formado por los genios del siglo intentan proteger al único Cielo que les permitió caminar a su lado, no detrás como un perro ni adelante como un amo, sino a su...