Armonía y Discordia.

Inventeur de foudre

 Fue consciente incluso desde su nacimiento, recordaba cada segundo de su propio parto, lo que era muy repugnante y hasta cierto punto escalofriante. ¿Se imaginan poder recordar cada segundo de su vida? ¿Seria una bendición o una maldición? Dean no lo sabia, aveces agradecía tener ese don y otras lo detestaba, poder recordar todo tan perfecta y detalladamente era horrible, especialmente en los malos momentos, rememorar incluso los vergonzosos y los que a toda costa quería olvidar. Su madre jamas estuvo en casa al igual que su padre, al pelimorado no le costo mucho adivinar la razón del porque de las constante idas y venidas de sus padres: ellos le temía, tenían miedo de su propio hijo.

 A Dean realmente le dolía ver las sonrisas falsas que le dirigían cada vez que le veían, el como le evitaban y como hablan de él cuando creían que no estaba cerca. Monstruo, esa era la palabra que su madre siempre usaba cuando creía que no la escuchaba. Abominación, era como su padre le decía cuando nadie le veía pues el hombre mayor no le temía a la mente super desarrolla de su hijo, el tenia miedo de las poderosas llamas chispeantes de color verde que Dean despedía. Él simplemente observaba sintiendo como un vacío iba creciendo en su pecho, uno que lentamente se iba tragando sus emociones hasta dejar un cascaron helado, creando una pared que le protegía de las palabras hirientes de sus padres y de las miradas aterradas de las personas. Con dos años de edad ya era un bebe que no mostraba emociones más que la intriga y la curiosidad, ya ni se preocupaba por lo que pensaran los demás, ahora lo que le interesaba era explorar, experimentar y descubrir, lo demás era irrelevante para él.

 A los tres años comenzó con sus experimentos, empezando con cosas pequeñas como la manipulación, leyendo libros para aumentar sus conocimientos mientras jugaba con las mentes de las personas, incluso llevo a alguien al suicido con solo un par de palabras. Que interesante era la mente humana, era tan fácil de quebrar y muy difícil de fortalecer. Fue bastante gratificante el descubrir cuanto daño podía hacer solo usando simples palabras, pero había algo que llamaba aun más su atención que la fragilidad humana: quería saber absolutamente todo sobre la terrible Discordia.

 Muchos decían que era mejor morir que dejar que sus llamas entraran en Discordia, lastimosamente los únicos que podían curar esa ¨enfermedad¨ eran los Cielos, seres muy raros que pueden armonizar con cualquier elemento y que rara mente entran en ese estado en el que las llamas atacan al usuario. Dean quería averiguar la forma de hacer que las flamas anaranjadas llegaran a todos, ¿Por qué quería hacer algo como eso? No era más que un simple capricho suyos, no había nada más que le empujara ademas del hecho de querer descubrir una solución, solo la idea de que posiblemente en el futuro él las necesite hace que quiera seguir con el proyecto pues él no piensa armonizar con un Cielo. Dean hacia esto por su propio bien, no porque pensara en los demás.

 Empezó investigando con la Discordia de su elemento, no se oía muy bien pensar que seria electrocutado hasta la muerte; sabia que muchos estaban sufriendo de ese terrible mal por todo el mundo, no había forma de detenerlo ya que eran pocos lo Cielos y no había forma de hacer que llegaran a toda la población, es por eso que él quería ser el primero en inventar una forma de hacerlo, y para eso necesitaba un poco de ayuda.

 Busco un posible aliado que le ayudara con su proyecto, pero todos eran adultos que no confiarían en un niño de tres años a pesar de ser un genio, así que sus opciones eran limitadas. Intento contactarse con varios especialistas en la medicina, pero como era de esperarse, se rieron en su cara diciendo que un mocoso como él debería estar jugando con los niños de su edad y no intentando ser un adulto. Dean empezó a odiar a los adultos ignorantes que no sabían ver el potencial de un niño, porque puede que él sea pequeño, pero su mente estaba mucho más avanzada que la de un hombre promedio. Siguió intentando tercamente un par de meses más, hartándose de las mismas e hirientes palabras.