Y así, como si el tiempo fuera un atleta en plena competencia ya estábamos a dos días de tomar el avión para quedarme por un par de meses con los chicos. Andy e Isaza estaban sentados en el sofá peleando por un partido de futbol mientras yo terminaba de armar mis maletas con Gala a mi lado, el corazón me dolía de solo pensar en que la dejaría sola, o bueno, con Andy, y que por las noches no podría abrazarla para dormir o no sentiría sus maullidos por la mañana. Sumado a la tristeza que sentía de dejar a Gala también estaban los nervios por encontrarme con Simón después de más de dos meses, de solo pensar en que lo vería de nuevo se me movía todo el suelo y me faltaba el aire, realmente necesitaba cincuenta tanques de oxígeno, por favor.
-¿Pueden dejar de discutir por un segundo? -Dije sentándome entre ambos chicos y pasando mis brazos por sus hombros, besando las mejillas de cada uno. Durante todo el tiempo que Isaza se había venido a ''vivir'' conmigo había aprendido a conocerlo más, como cuando no quería hablar con nadie y no salía del cuarto, o como cuando necesitaba estar con alguien y se quedaba en el sofá esperando a que alguien se sentara a conversar con él. También Andy con él habían formado una relación muy bonita, juntos éramos los tres mosqueteros porque todos los días nos mandábamos alguna cagada que quisiéramos o no sería recordada.
-Sabes que eso es casi imposible en nosotros. -Dijo entre risas Isaza acomodando su espalda en el respaldo del sofá mientras yo rodaba los ojos, claro que sabía que era imposible pero podríamos intentarlo aunque fuera tan solo un segundo.
-Los voy a extrañar. -Dijo Andy quien había permanecido en silencio durante unos segundos por lo que solo atiné a abrazarlo y suspirar por lo bajo. ¿Cómo era posible que en dos días cambiaría toda mi vida en un vuelco de 180 grados? No tenía idea, y tenía miedo de no ser capaz de enfrentar todo lo que este cambio traía consigo.
-Bueno, mejor veamos alguna película antes de que nos pongamos a llorar todos. -Logré decir con un nudo en la garganta, tomé el control de la TV y puse Netflix mirando de reojo mi maleta al costado del mueble, dos días y hola nueva vida, adiós Chile, hola mundo.
Entre películas, risas, historias de vida y bullying cargado de amor pasamos nuestros últimos dos días con Isaza y Andy, intentaba no pensar en el tiempo hasta que, como si en un abrir y cerrar de ojos 48 horas pasaran en un segundo estábamos en el aeropuerto, mis ojos estaban hinchados y rojos por haberme despedido de Gala y más ahora que me iba a despedir de mi mejor amigo o el hermano que el universo me dio de diferente mamá.
-Prometeme que te cuidarás mucho. -Dijo acariciando mi mejilla mientras yo seguía derramando lágrimas tras lágrimas, asentí con el nudo en mi garganta y tomando un poco de aire logré hablar.
-Y tú prométeme que cuidarás a mi hija, y que si se aparece mi mamá de nuevo por el departamento ni pensarás en abrirle la puerta. -Dije seria limpiando mi rostro con mis manos y Andy asintió para después abrazarme.
-También debes prometerme que lucharás por ese amor tan bonito que te espera en Bogotá. No dejes que un error así destruya algo que tiene un futuro tan grande como el que tenían ustedes. -Murmuró en mi oído mientras me abrazaba y yo reí entre lágrimas negando con la cabeza.
-Eso no depende solamente de mi, tonto. -Fui alejándome de a poco y dejé que Isaza se despidiera de Andy dándose un choque de manos seguido de un abrazo. ¿Por qué los hombres tenían la manía de golpearse la espalda cada vez que se abrazaban?
-La cuidas, Isa. -Dijo Andy separándose de mi amigo y escuché a Juan Pablo reír despacio.
-Como si fuera mi propia hermana. -Y dicho esto Isaza caminó afirmando su maleta hacia donde estaba yo comenzando a caminar al embarque para subirnos al avión. Di una última mirada hacia atrás y seguí a paso lento a Juan Pablo, dejamos nuestro equipaje y con pasaporte en mano caminamos hacia donde nos dirigirían al avión.
Quince minutos más tardes ya estábamos sentados arriba del avión, por ser la primera vez que salía del país y viajaba en avión Isaza me dejó sentarme en la ventana y apenas me senté me puse el cinturón, después de todas las películas y programas donde había visto que los aviones se caían en islas o qué sé yo, prefería ir segura desde el momento uno.
-Belén, de verdad no te pasará nada. -Comentó entre risas Isaza mientras me miraba.
-Pero si no tengo miedo. -Respondí a la defensiva notando como poco a poco el avión comenzaba a avanzar.
-Entonces avísale a tu mano para que deje respirar a la mía. -Y cuando dijo eso me fijé que mi mano, sin darme cuenta, había estado apretando la suya durante el corto trayecto de movimiento del avión por lo que en un segundo solté su mano y suspiré. -Tienes que acostumbrarte a estar arriba de aviones, este es tu primer viaje de muchos.
-Lo sé, pero me da miedo igual. -Hice un pequeño puchero ganándome la mano de Isaza desordenando mi cabello para después acomodarse sobre su asiento. -¿Dormirás?
-Pues sí, se vienen muchas horas de vuelo por delante. -Y acomodando sus audífonos y su gorra cerró los ojos, dejándome a mi sola. Miré por la ventana unos segundos y saqué mi cámara para poder capturar fotos de las nubes. Por más cliché que sonara de verdad las nubes, al menos para mi, parecían pequeñas bolitas de algodón repartidas por todo el cielo que ya había dejado de ser azul y estaba empezando a ser de un color rojizo y a lo lejos un poco rosado. Nuestro vuelo era a las 17.30 y ya podía ver desde arriba como el sol comenzaba a esconderse para darle paso a la noche. Agradecí haber descargado la primera temporada de The Fosters en mi celular y me acomodé, imitando a Isaza para comenzar a ver mi nueva serie favorita.
El momento del aterrizaje para mi fue el peor, sentía que el avión se iba a desarmar en cualquier momento así que en el momento en que nos indicaron que podíamos soltarnos los cinturones y podíamos bajar me demoré solo un segundo en estar de pie mirando emocionada a Isaza.
-¿Estás feliz? -Preguntó Juan Pablo mientras caminábamos ahora por el aeropuerto en busca de nuestras maletas, y le vi iba a contestar alegre pero mi estómago dio un vuelco y solo pude atinar a asentir porque frente a nosotros estaban Pedro, Villamil, Martín y el chico que pese a todo no podía olvidar: Simón.

ESTÁS LEYENDO
Mi nuevo vicio.
Fiksi PenggemarElla estaba acostumbrada a esconderse detrás del lente de su cámara. Lo que no sabía es que la costumbre cambiaría al encontrarse con los ojos detrás de las gafas que cada vez que los veía sonreían. El se concentraba en la música como si su vida se...