Quince.

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A medida que más se alejaban más mi corazón se separaba de mi pecho, aún mantenía la pequeña esperanza de que se diera la vuelta y me dijera que se quedaría al menos un par de días más, que no sé, mi amigo Isaza se devolviera y dijera que esto solo era una broma de mal gusto, que les quedaban algunos días libres pero sabía que la historia no era así.

Cuando desaparecieron de mi vista caminé a la salida del aeropuerto y pedí un Uber envolviendo mis brazos por la camiseta de Simón, era irónico que tuvo que haber estado limpia pero aún así su olor permanecía en ella, como un constante recordatorio de que el dueño de esta camiseta no era yo, y que claramente tendría que volver por ella.

Cuando subí al Uber le sonreí de costado al chofer y el viaje a casa se me hizo cortísimo porque sabía que mi mente estaba en otro lado o probablemente, se había subido al avión junto a Simón y me había dejado aquí, sin posibilidad de hacer alguna cosa al respecto. Cuando llegó a mi edificio pagué y me bajé, entré saludando al portero como siempre lo hacía y subí a mi departamento abriendo con las llaves de mi bolso.

-Hola, Andy! -Grité al ver que no había nadie en el living ni en la cocina. Dejé caer mi bolso sobre la mesa y me quité los zapatos caminando hasta mi cuarto. Sonreí de costado al ver a Gala acostada en el pecho de Andy, ambos durmiendo profundamente. Negué con la cabeza y camine a la cocina, si quería distraerme la cocina lo haría.

Hice lasagna y también preparé pequeños pastelitos, no quise mirar mi teléfono durante unos minutos y después me envolví tanto en la cocina que lo olvidé por completo. Pasé dos horas haciendo la lasagna y los pasteles por lo que cuando terminé mi estómago rugió y decidí que era momento de despertar al bello durmiente que se había transformado mi amigo.

-Oye, dormilón. -Dije sentándome a su lado y moviéndole el hombro para que abriera sus ojos, cosa que no sucedió. Lo volví a mover y como no me contestó caminé al baño, llené un vaso de agua y lo dí vuelta encima de su cabeza. - Que te despiertes, carajo.

-¿Qué mierda? -Gritó y cuando me vio frunció su ceño. -¿Qué hora es?

-No sé, no he querido ver la hora pero hice mucha comida. -Elevé mis hombros y dejé mi vaso sobre mi velador, tomando a Gala en mis brazos para besar su cabeza. -¿No quieres comer?

-Obvio que sí, tomé desayuno tarde y tomé una pequeña siesta.

-¿Pequeña? Llegué hace dos horas, Andy, eso no es una siesta pequeña. Te dormiste una vida entera en mi cama -dije riendo y dejé a Gala de nuevo sobre la cama para caminar a la cocina y servir los platos. Cuando llegó Andy sacó dos cervezas del refrigerador y extendió una hacia mi. Tomé mi celular y vi como los mensajes de whatsapp estaban acumulados pero decidí ignorar.

-¿Cómo te sientes? -dijo directo al grano (y también directo a mi corazón) haciéndome temblar mientras cortaba un poco de la lasagna.

-No sé cómo sentirme porque sabía a qué estaba jugando al decidir pasar la noche así con Simón -Y comencé a jugar con la comida en mi plato, moviéndolo de un lado a otro. - Lo extraño un poco y extraño a los chicos, el tenerlos rondando con sus bromas y sus problemas se convirtió en pan de cada día para mi.

-Lo sé, bonita. -Extendió su mano y tomó la mía por sobre la mesa, dándole un suave apretón. Comenzamos a comer y entremedio le conté como había sido la reacción de Simón cuando le conté acerca Sebastián y también el cómo reaccionó Isaza, riéndome cuando el recuerdo de todas sus puteadas al aire

El almuerzo continuó así y se extendió por un par de horas junto a nuestros eternos acompañantes, una botella de vino y dos copas.

-Te juro que no pasó nada, Andy. ¡Solo estuvimos abrazados! -Dije con la copa en mi mano y negué cuando Andy se rió fuerte, haciéndose escuchar hasta la China fácilmente.

Mi nuevo vicio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora