Mi nuevo vicio.

Catorce.

El sonido de un despertador nos removió y sentí a Simón salirse de debajo de mí. Me quejé y tomé una de las almohadas colocándomelas sobre mi cabeza y acomodándome para seguir dormir, claramente mi chico no me dejaría realizar lo que tanto quería.

-Hey, Belén. -dijo suave con la voz ronca acariciando mi espalda de arriba hacia abajo.

-No hay nadie. -Respondí sin abrir los ojos y escuché su risa llenar la habitación, sentí la cama hundirse de su lado y quitó la almohada de mi cabeza dejando un beso en mi hombro y después en mi mejilla. -¿Qué hora es?

-Son las once y treinta, ¿piensas levantarte ahora? -preguntó risueño y al igual que yo, se recostó a mi lado sin dejar las caricias en mi espalda.-

-¿En cuánto se van?

-¿Tú despiertas queriendo saber todo? Porque no puedo prometerte que el resto de los días tenga qué contestarte. -Y cuando dijo esto miles de mariposas revolotearon en mi estómago, me dí la vuelta y cuando se iba a acercar para darme un beso me tapé la boca, negando con la cabeza. Me levanté de la cama y lo miré, mirándome con cara de sorprendido.

-¿Qué? -pregunté riéndome mientras buscaba en mi bolso algo para poder hacerme una cola de caballo hasta encontrarlo.

-¿Te he espantado o algo? Quería besarte y solo te levantaste. -Frunció el ceño sentándose en la cama y por unos segundos miré en su rostro decepción provocándome ternura.

-No, pero no soy muy fan de los besos mañaneros, no sé sí tú. -elevé mis hombros y me acerqué a él acomodando mi bolso en mi hombro, siempre agradecería tener todas mis cosas para asearme, o al menos las necesarias cada vez que salía, desordené su cabello y caminé al baño para poder lavarme los dientes.

-Pero si eso da exactamente igual. -Y en su voz escuché hablar a un niño de cinco años cuando le quitan su juguete por haberse portado mal. Negué riendo y comencé a lavarme los dientes, sonriendo cuando Simón me abrazó por la espalda.

Estando en esta posición se podía ver la diferencia de portes que ambos teníamos, si bien no me pasaba por mucho que digamos podía colocar cómodamente su mentón sobre mi cabeza.

-No para mí, duh. -dije cuando terminé de lavar mis dientes y me separé de él para poder guardar mis cosas en mi bolso. Sonreí de costado cuando a través del espejo vi que bufó y tomó su cepillo, lavándose él esta vez.

-Listo -dejó su cepillo sobre el lavabo y me tomó de la muñeca con suavidad, acercándome a él. Colocó sus manos en mis mejillas y me atrajo a él dejando un pequeño beso sobre mis labios. -Ahora sí son buenos días.

Arrugué mi nariz cuando el aún tenía mis mejillas entre sus manos y dejé un último beso, separándome después para tirarme a la cama y abrazar a una almohada.

-Deberías bañarte. -Dije acomodándome sobre la cama sin dejar de abrazar a la almohada, mi cuerpo comenzó a relajarse y mis ojos comenzaron a pesar, quería dormir eternamente y el chico de gafas no me dejaría hacerlo. Aún así, sabía que no podía enojarme porque era su último día aquí y porque vamos, ¿quién podría enojarse con una persona como Simón?

-¿Y tú no lo harás? -dijo riendo mientras sacaba un cambio de ropa de su maleta. Sacó una remera extra y la lanzó a la cama para después caminar al baño. -Solo si quieres ser una persona limpia, te puedo prestar eso para que andes más linda.

-Uh, qué lindo detalle. -le guiñé el ojo y lo vi entrar al baño, estirándome en la cama para quedar mirando el techo. Tomé mi celular y reí al ver la cantidad de mensajes que tenía de Isaza, exigiéndome que le contestara o sino iba a armar la tercera guerra mundial con Simón. Entré a la conversación de whatsapp con Isaza y apreté el botón del audio, colocando una de mis manos en la parte trasera de mi cabeza. -Hey, gigante. Estoy bien, quizá durante las poquitas horas que nos quedan te cuente qué pasó, ¿vale? Ahora, nos tenemos que juntar en 30 minutos en el lobby porque mi estómago grita de hambre y quiero aprovechar de mi último día con ustedes. Nos vemos, tonto. -y le di a enviar.