Yo sólo observaba sus acciones, pero nunca les tomaba importancia.
Esas personas dejaron de verse, pero nunca me preocupé.
Mi mejor amigo por el que descubrí tener sentimientos hacia él, desapareció sin dejar rastro, nadie se acordaba de él, no habí...
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SERGIO
Era domingo, me levanté de la cama y fui a desayunar. Mis padres se tuvieron que ir y me quedé solo en casa con mi hermana. Aunque muchas veces ella y yo discutíamos, era una gran hermana y una gran amiga en la que podía confiar. La miré cómo comía sus cereales con cara de sueño. Tenía el pelo revuelto y vestía un pijama fresco, unas sandalias normales y el collar que siempre llevaba. Desvié la mirada hacia mi vaso de leche y mojé una galleta.
–Sí.–dije mirando la galleta mojarse.
Melany apartó su mirada de sus cereales y me observó.
–¿Sí, qué?–preguntó.
–Sí, me gusta Sam.–afirmé sin mirarla y me comí la galleta.
–Ya lo sé. Si mientes fatal.–la miré sorprendido por su respuesta y me quedé en silencio. Dirigió su mirada de nuevo a los cereales y cogió su cuchara.–¿Piensas que ella siente lo mismo por ti?
–No lo sé. Muchas veces intento acercarme a ella... Pero no sé bien cómo.
–¿Te pones con ella en los recreos?
–Sí y no. Me pongo en las escaleras del patio con mis amigos y ella se pone con los suyos unos escalones más abajo.
–Podrías hacerte amigo de alguien cercano a ella y poderla conocer mejor. No sé, su hermana, su mejor amiga...
–¿Rina? Es su mejor amiga. La verdad es que me cae bien.
–Pues ahí lo tienes.
Melany comenzó a hacer círculos con la cuchara en su cuenco.
–Oye, estás muy seria. ¿Te pasa algo?
Dejó de mover la cuchara y me miró.
–¿Cómo sabes qué... Estás enamorado?–dijo y no pude evitar alzar una ceja.
–¿Eh?–pregunté extrañado.
Melany chasqueo la lengua y recogió su cuenco.
–Déjalo.–dijo en un tono brusco pasando a mi lado dirigiéndose al lavaplatos, le agarré del brazo y la detuve.
–No, espera.–se quedó parada mirándome.–¿A qué viene esa pregunta?
Dejó su cuenco en el lavaplatos y se volvió a sentar.
–Es que... Creo que me gusta una persona, pero... No estoy segura. Además, si lo estoy... Sería algo malo.
–¿Malo estar enamorado? ¿Y eso por qué?–dije y suspiró.
–Pues, creo que me gusta Kevin. Y a Carla también.
–¿Y?
–¿Cómo que "y"? Yo no quiero tener problemas con nadie.
–¿Y estar enamorada de Kevin es meterte en problemas? Por dios Melany, nadie elige de quién se enamora. ¿Acaso piensas no enamorarte de algunas personas sólo porque también les gustan a otras? Necesitas pensar más en ti misma. Tienes que luchar por las personas que quieres.
–Exacto, tengo que luchar por las personas que quiero y es por eso que no voy a enamorarme.–dijo cortante. Se levantó bruscamente y se marchó a su cuarto.
Suspiré y minutos después me cambié de ropa y salí de casa.
Miré la casa que estaba enfrente de la mía, ahí vivían dos mellizos de la misma edad que mi hermana, pero estaban en otro instituto. Uno de ellos era Erick, un chico alto, de pelo castaño y ojos marrones. El otro era Derek, tenía el pelo negro y los ojos de color café oscuro. Cuando éramos pequeños, siempre íbamos todas las tardes ellos, Melany y yo juntos a la calle a jugar con el balón. Pero desgraciadamente, las cosas cambian, y un día dejamos de salir hasta finalmente perder el contacto y tener que soportar ese incómodo momento de vernos y decir un simple "hola". Era triste, pero qué se le iba a hacer.
En ese momento, escuché una especie de maullido, miré a los lados pero no vi nada. Caminé hasta llegar a una esquina de donde prevenía el ruido y encontré a un gato, pequeño, de color gris y blanco con un collar azul y tenía una pata herida.
–Hey, pequeño.–le dije en tono suave. Él me miró asustado.–No tengas miedo, no te voy a hacer daño.–lo cogí con cuidado y lo puse entre mis brazos.
Fui hacía la puerta de casa y la abrí. Le grité a Melany que bajara y eso hizo.
–¿Qué pasa?–se había cambiado de ropa y se había peinado. Bajó tranquilamente las escaleras hasta que vio lo que tenía en las manos.–¿Y ese gato?
–Me lo encontré afuera, está herido.–Melany se acercó y le acarició la cabeza con suavidad.
–Pobre...–dijo en voz baja.
Melany es muy sentimental con los animales, subió las escaleras y bajó con un botiquín.
–A ver, ponlo aquí.–me ordenó señalando al sillón blanco que compramos hace dos años. Le hice caso y acosté al gato con cuidado.
Melany le cogió la pata en la que tenía la herida y empezó a desinfectarla. Rato después se la vendó y le volvió a acariciar la cabeza.
–Ya está, ¿ves que no era para tanto?–le dijo al gato con dulzura.
–Oye, ¿nunca has pensado en ser veterinaria?–le dije impresionado por como trató al gato en todo momento que lo estaba curando.
–La verdad nunca lo había pensado. –se giró hacia mí y sonrió. –Por cierto, será mejor que te bañes. El gato tiene pulgas.
Abrí los ojos de par en par y subí rápido a mi cuarto. Escuché cómo Melany se reía.
Veinte minutos después vinieron nuestros padres y hablamos sobre lo del gato, nos dejaron que nos lo quedáramos hasta que encontráramos al dueño.