Cuarta Parte

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—¿Viste en dónde quedó mi cortaba? —cuestionó Adam, mientras revisaba de bajo de su escritorio.

—No lo sé —respondió Romanoff, terminando de vestirse—. ¿Por qué habría de saberlo?

—Porque fuiste tú la que la arrojó a algún lugar de la oficina.

—Estaba demasiado ocupada como para ver en dónde cayó tu corbata.

—Me alegra saber que lo disfrutaste, aunque también me gustaría saber en dónde está mi corbata. Tengo una reunión importante en quince minutos.

—La encontré —anunció la rusa, al mirar la corbata colgando en lo alto del estante de libros que Adam tenía en su oficina—. Ahora me debes una.

—Si esperas a que termine la reunión, podré pagarte el favor con todo gusto —propuso el castaño con una evidente insinuación.

—Ya te dije que estoy en medio de un trabajo importante. Debo irme.

—¿Estarás en la ciudad? ¿Volverás a visitarme pronto?

—No apostaría por eso. Estaré muy ocupada.

—Bueno, en caso de que consigas un poco de tiempo libre, sabes donde encontrarme.

—Jefe... —la puerta de la oficina se abrió y por ella entró el guardia de seguridad que Natasha había arrojado por esa misma puerta. En un principio su mirada estaba en el suelo, hasta que estuvo seguro de que no los vería en una situación incómoda para él—, el auto y el equipaje están listos.

—Tal vez conserves tu empleo después de todo, Will —el teléfono de Adam comenzó a sonar, interrumpiendo su conversación con su guarda espaldas y la rusa—. Llévala abajo. Atenderé esto rápido y los veré allá.

Natasha salió de la oficina, no sin antes darle una pequeña sonrisa a William cuando pasó por su lado. Por supuesto que la extraña acción de la pelirroja no hizo más que confundir al hombre, aun así la escoltó hasta el elevador y dejó a su jefe solo en la oficina atendiendo sus asuntos.

—Supongo que ya le informaste a tu superior que estoy aquí —mencionó la pelirroja una vez el elevador comenzó a descender.

—No entiendo de qué está hablando.

—Adam no es un hombre malo, a pesar de dirigir el negocio de tráfico de armas de su padre, continúa siendo muy ingenuo como para notar que eres un agente encubierto —señaló Romanoff—. ¿De qué agencia eres ahora? Sé que, por lo menos, entrenaste en S.H.I.E.L.D., juzgando por tu entrenamiento en combate —Will no sabía que responder, claramente ella ya lo había descubierto—. Sigues trabajando para S.H.I.E.L.D., ¿no es cierto? Cualquier otra agencia te hubiera ordenado que me arrestaras o ya habría docenas de agentes más para intentarlo.

—El Director Fury me ordenó no interferir.

—¿Por qué estás aquí? ¿Planean desmantelar el negocio o van por algo más grande?

—No puedo compartir esa información.

—En realidad no me importa lo que estén haciendo, pero, si llegan a matar a Adam y me entero que fue por tu culpa, no habrá lugar donde te puedas esconder mí —amenazó Natasha, manteniendo una actitud tranquila y relajada.

—Si está en una especie de relación con él, me veo obligado a informarlo al Director.

—Él te llamó Will, por lo que supongo que llevas un tiempo de encubierto. Seguramente lo conoces lo suficientemente para saber que, como dije, es un buen hombre. La empresa de Adam, la que le muestra al resto del mundo, ayuda a salvar la vida de muchas personas. De no ser por su padre, él se mantendría alejado del bajo mundo que es el mercado negro de armas. La relación inexistente que insinúas que tengo con él, no debería de importarte. Cuando tu misión termine y tengas que arrestarlo por lo que ha hecho en nombre de su padre, recuerda que no es un hombre malo...

El Futuro en el PresenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora