Undécima Parte

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Antes de los quince minutos acordados Natasha ya había rastreado a Hank Pym y a su hija Hope a la ciudad de San Francisco, al igual que a la hija de Scott, junto a su familia. Y, tan solo cinco horas después, parte del equipo de los Vengadores y otra parte del grupo de jóvenes viajeros se encontraban en dicha ciudad, en una pequeña feria en uno de los muelles, en medio de una pequeña misión personal en la que el objetivo era que Lang pudiera pasar por lo menos cinco minutos con su hija antes de volver a tener que ocultarse.

—Se comportan como niños —señaló Barnes, observando como los héroes más poderosos del planeta jugaban en las atracciones de la feria sobre el muelle—. Me sorprende que el mundo entero les confiara su seguridad.

—No hay nada que pueda decir para refutar eso —admitió Romanoff, desviando la mirada por algunos segundos de su teléfono para ver cómo Scott y Clint dirigían a los chicos ya que parecía ser su primera vez en una feria como esa, mientras que Steve, Wanda y Sam los seguían de cerca, estando mucho más alerta que el resto, aunque divirtiéndose de igual modo—. En su defensa, también son bastante buenos en su trabajo.

—¿Cómo terminaste con ellos?

—Larga historia...

—¡Ey, 'Tasha! —la llamó Clint algunos juegos más adelante—. Vengan acá, nos faltan dos integrantes en nuestro equipo.

La rusa caminó hasta donde se encontraban sus amigos, sabiendo que Barton podía hacer una escena si se lo proponía—. No creí necesario recordarte que no estamos de vacaciones —se quejó la espía, sosteniendo el rifle de juguete que su mejor amigo le entregaba.

—Tranquila, todos estamos concentrados en la misión, por eso nos tratamos de mezclar entre la gente, para no levantar sospechas —justificó el arquero—. Ahora, gracias a Scott, vamos tres puntos debajo. Si aciertas los cinco tiros que tienes, tal vez, aún podemos ganar.

—¿De qué se trata esto? —cuestionó Natasha antes de aceptar.

—Clint decidió apostar con ellos —informó Wanda, siendo la única que decidió no entrar al juego, sabiendo que su puntería no era la mejor—. Si ellos ganan obtendrán una gran cubeta de helado cada uno.

—¿Y si no pueden?

—Saldrán a correr una hora y media todas las mañanas antes del entrenamiento.

Romanoff rodó los ojos para después sostener el rifle de juguete de la forma correcta entre sus manos y apuntar a las pequeñas figuras al final de la tienda. Se tomó un par de segundos para estar completamente preparada y finalmente disparó las cinco balas de goma que tenía, acertando cada una de ellas a un blanco.

—Yo ya estaría cambiando la alarma de mi teléfono de ser ustedes—se burló Clint.

—Esto aún no termina —respondió Francis, quitándole el arma de juguete a Azari, siendo su turno para disparar—. No canten victoria antes de tiempo.

~Me temo que la competencia tendrá que esperar, porque el blanco está en lugar.

La voz de Amadeus interrumpió el momento de tiro de Francis.

—Ignoraré que acaba de referirse a mi hija como un blanco —comentó Lang.

—Danos un reporte más completo —exigió Romanoff a través de su comunicador.

~No vienen solos, tal y como lo anticiparon, una camioneta federal los siguió desde su casa y, por la señal de sus teléfonos celulares, dos agentes los siguen de cerca.

—Vamos a necesitar una distracción —comentó Steve.

—Bueno, cualquiera de nosotros podría quitarse los lentes de Sol y la gorra de béisbol frente a ellos —sugirió Clint.

El Futuro en el PresenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora