Capítulo séptimo.

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Capítulo séptimo.

Era una historia extraña la de Rheinfelden. Bien, ya dije que así se llamaban dos ciudades de dos países diferentes, una a cada lado del Rhin, o bien una ciudad dividida por un río y dos naciones. Sea como fuere, la forma en como la Rheinfelden suiza de salvó del virus Omega era como para no creérsela.

Ocho días antes del Día Omega, la Rheinfelden de Suiza se vio amenazada por una epidemia de cólera; ésta es una enfermedad que a principios del siglo pasado cobró miles de vidas, pero que en el siglo actual básicamente ya no se consideraría una amenaza, pero gracias al Rhin (el cual rápidamente propagó la enfermedad por sus aguas) y a las malas condiciones de algunos de sus habitantes, lo que podría considerarse como una enfermedad casual se convirtió en una verdadera epidemia. Ante la amenaza de que la enfermedad no respetara fronteras (cosa que normalmente no hacen) y con un Mundial de Fútbol en pleno, Alemania cerró sus fronteras con Suiza y prohibió terminantemente que cualquiera de los habitantes de la Rheinfelden alemana se acercara al Rhin y mucho menos a su contraparte suiza. Los mismos suizos, temiendo una epidemia nacional, pusieron a su Rheinfelden en cuarentena y básicamente esa ciudad quedó excluida del resto del mundo. Debido a la gran cantidad de cadáveres (víctimas del cólera, no del virus Omega) que hubo, el control sanitario médico de la ciudad organizó piras funerarias a las afueras de la ciudad, lo que básicamente dejó a la Rehinfelden suiza encerrada en un círculo de fuego que duró casi los cuarenta días de rigor (por algo se le llama cuarentena, ¿cierto?); según lo que me había dicho Schneider sobre la debilidad del virus Omega ante el calor, esto explicó claramente el por qué nadie de esa ciudad resultó infectado. El caso es que cuando los habitantes de la Rheinfelden suiza salieron de su encierro, se dieron cuenta con horror (no era para menos) de que el mundo ya no existía. Su contraparte alemana había sido arrasada por el virus Omega, el fuego, la Orden del Sexto Mundo y los múltiples y variados grupos guerrilleros que se formaron posteriormente al Día Omega, y dado que en general ninguna de las dos Rheinfelden eran en sí ciudades importantes, básicamente cayeron en el olvido. Con el paso de los años, los habitantes de Rheinfelden, ajenos al horror que acabó con la humanidad, se dedicaron a reconstruir la parte alemana para convertirse en una sola ciudad, en donde fueron bienvenidos los supervivientes que buscaban algo de normalidad...

Con esto termina mi clase de historia; me imaginé que podrían tener algunas dudas de por qué Rheinfelden era una ciudad diferente a las demás Colonias. No era la gran cosa, por supuesto, ya que después del Día Omega ninguna ciudad podría serlo, pero era claramente mejor y distinta a la Colonia en donde yo vivía. Como dato extra, Rheinfelden era quizás la única ciudad en el mundo que aun conservaba sus casas originales de antes del fin del mundo. Para qué decir que Lily estaba fascinada, parecía una niña a la que llevan a dar un paseo dominical, y, hasta cierto punto, así era...

- De seguro que aquí tienen comida decente.- comentó ella, mirando algunos letreros.- Te apuesto a que aquí deben preparar fondue. Adoro el fondue. ¿Tienes dinero o tendré que ponerme a mendigar en las esquinas?

- ¡Ja! No me digas que la princesita tuvo que pedir limosna en algún momento de su vida para sobrevivir porque no te voy a creer.- me burlé.

- Oye, no todos fuimos hijitos de papi, como tú.- replicó Lily, dando directo en el blanco.

- ¿Qué quisiste decir con eso?.- pregunté, algo incómodo.

- Sé quien eres.- me respondió Lily, mirándome fijamente.- O mejor dicho, sé quién solías ser antes de que se acabara el mundo. El Día Omega yo estaba mirando la final del Mundial por televisión. Yo te apoyaba y esperaba que pudieras detener los disparos que te pudiera hacer el Káiser.

Esperanza en el Mañana [Captain Tsubasa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora