Capítulo vigesimoctavo.

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Capítulo vigesimoctavo.

La histeria iba haciéndose general conforme fue pasando el tiempo. Por el camino nos encontrábamos a más y a más gente llorando y gritando histéricamente y no era para menos: al parecer, Katya había tenido la grandiosa idea de anunciarles a todos que su muerte estaba cerca. Para localizarnos, Nikiforov se agarró diciéndoles a todos los que se le ponían enfrente que el final estaba cerca y que si no la ayudaban a encontrar a Lily, no compartiría la cura con ellos. Obvio, Katya nunca tuvo intenciones reales de compartir el antídoto con nadie, solo fue otro más de sus trucos para sacar la información que necesitaba. Cuando la gente a la que Katya convenció de hablar supo que ella no les daría ninguna cura, hubo una histeria total ya que se corrió el rumor. Las personas que nos veían pasar nos preguntaban si no sabíamos la mala nueva, y nosotros nos dedicábamos a fingir demencia.

No fue sino hasta ese momento cuando todos comprendimos que no se trataba de salvarnos nosotros sino también al resto del planeta. Es decir, eso ya lo sabíamos desde antes pero no fue sino hasta que vimos a todas esas personas desesperadas cuando al fin nos cayó el veinte, como hubiera dicho Lily... Y era algo gigantesco, a decir verdad. Ninguno de nosotros se ha considerado jamás un héroe ni mucho menos pretendió serlo en algún momento... La vida nos arroja muchas veces a caminos que nosotros no escogemos, pero que ya depende de uno el saber si se rinde o decide seguirlo hasta el final, con la esperanza de que al final haya valido la pena.

- Esto es demasiado, ¿no crees?.- me preguntó Tsubasa, después de un rato de recorrer los caminos en uno de los automóviles especiales de la Resistencia.- Nunca me imaginé que algún día tendría el futuro de la humanidad en mis manos.

- Si te hace sentir mejor, el futuro de la humanidad no depende de ti, sino de un ordinario, común y corriente conejo blanco.- respondí.- Así que no te estreses.

- Vaya forma de verlo.- gruñó Lafayette.

- Pero es cierto.- repliqué.- En realidad, el único que se podría decir que tiene la salvación de la humanidad en sus manos es Misugi, de él depende que tengamos o no una cura.

- O del primero que atrape a Rosso.- observó Shanks.

- En ese caso, depende de mí entonces.- dije.- Pueden detener a quien quieran, pueden patearle al trasero a quien quieran, golpear a los soldados que deseen. Pero de Rosso me encargo yo, ¿entendieron?

Mi voz debió haberse escuchado tremendamente enojada porque todos los demás asintieron sin replicar. Detestaba a ese Rosso con todo mi ser y tenía ganas de acabarlo con mis propias manos; y sin embargo, había algo que me preocupaba: yo nunca había matado a un ser humano, siempre hice todo lo posible por conservarlos a todos con vida, y de hecho fue este pensamiento el que me llevó hasta este punto. ¿Pero qué sucedería en el caso de Ian Rosso? El bastardo infeliz había causado mucho mal por ser un enfermo mental y la muerte era poca cosa para él. Yo sabía que el enfrentamiento final sería con él, ¿pero tendría al final tan pocos escrúpulos como para acabar con su vida?

En ese momento me acordé de Misado, por última vez. Recordé la última vez que la vi, lo último que le dije, incluso las últimas palabras que ella me dijo. Recordé también cuando yo quise formalizar más aun nuestro compromiso regalándole una reliquia que perteneció a mi familia, la cual Misado rechazó sin titubear. En ese momento, yo pensé que quizás era porque ella aun no estaba lista para ese compromiso, pero ahora estaba seguro de que Misado me había dicho que no porque no era a ella a quien yo debía entregarle ese obsequio. Esa reliquia era para otra persona, para otra mujer a la que yo debía de conocer cuando había perdido la esperanza. Era ahora cuando podía comprender el pensamiento de Misaki con respecto a Lafayette: ahora yo sabía que debía sobrevivir al Día Omega para conocer a Lily y salvarla de su destino... Y que ella me salvara a mí... Cuando todo eso acabara, le daría a Lily esa reliquia, la cual aún estaba guardada en algún cajón de alguna cómoda de mi departamento, ya que solo ella se merecía tenerla.

Esperanza en el Mañana [Captain Tsubasa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora