Capítulo cuarto.

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Capítulo cuarto.

Nunca más que en ese momento odié con todo mi ser al creador del virus Omega. Si no hubiese sido por ese hijo de perra, yo no estaría metido en este embrollo, porque para empezar el mundo no se habría acabado y no tendría que estar yo luchando por sobrevivir. ¿Qué clase de mente demoníaca se había imaginado todo esto? Según nos enteramos después, el creador del virus Omega, el causante de todo nuestro dolor y nuestra pérdida, era un tal doctor Del Valle. Nadie sabía qué había sucedido con él, pero fuese lo que fuese deseaba que al menos algún día la justicia lo alcanzara...

Pero no es momento para pensar en eso. Escucho que detrás de la puerta negra, a la cual tuve el buen tino de colocarle el seguro, me estaban esperando varios de soldados para partirme en dos o llenarme el cuerpo de plomo. Y lo que más odiaba de todo eso es que ni siquiera pude cumplir con la misión que me encargaron, ya que al menos eso hubiese hecho que todo valiera la pena.

La puerta negra se agitó con violencia y después cayó al suelo. Sin embargo, al entrar, los numerosos soldados de la Orden del Sexto Mundo lo único que vieron fue una cama deshecha en el suelo, de la cual goteaba sangre. Varios soldados vieron esto y se hicieron para atrás, asustados.

- Éste es el cuarto de la chica.- comentó uno de ellos.- La sangre debe de ser de ella.

- Debemos irnos cuanto antes.- gritó otro, emprendiendo retirada.

El pánico cundió; varios soldados echaron a correr y regresaron por donde vinieron; sin embargo, hubo algunos que no se movieron de sus lugares.

- Aquí debe haber dos personas, no una.- dijo uno de ellos.- Él debe seguir aquí, no hay otra forma de salir.

- Y la sangre puede ser de él.- dijo otro.- Según el coronel, alcanzó a herirlo en un brazo.

Los soldados rodearon la cama, o lo que quedaba de ella y entonces me vieron. Yo ya estaba preparado, así que sin más le disparé a uno de ellos. Como me esperaba, la bala lo atravesó e hirió también al segundo. Los dos hombres cayeron al suelo, pesadamente y entonces yo me puse de pie.

- ¡Regresen!.- gritó el primer hombre.- ¡Él sigue aquí, nos engañó!

Por supuesto que los engañé; aparentemente, los soldados de la Orden del Sexto Mundo no son muy inteligentes. La sangre que escurría de la cama no era de la muchacha, sino mía. Yo supuse que si ella era el reservorio del virus más letal hasta ahora creado, su sangre debía ser extremadamente contagiosa y eso los soldados debían saberlo...

Los soldados regresaron ante el llamado de los hombres a los que herí, pero para entonces yo ya llevaba ventaja. Yo tomé mi arma y disparé una andanada contra las paredes de metal. El arma de Katya era tan poderosa que las balas rebotaron contra los soldados, los cuales empezaron a disparar pero entre tanto metal volando la confusión fue tal que tuvieron que dejar de hacerlo, so pena de resultar heridos ellos también. El elevador estaba cerrándose, así que corrí más rápido y alcancé a entrar en él, mientras las balas de los soldados pasaban zumbándome los oídos. Una de ellas me pasó tan cerca que rozó la visera de la gorra, la cual me había vuelto a poner dado que ya sabían que yo formaba parte de la Resistencia. En el elevador, sin embargo, había un soldado que intentó matarme pero no resultó ser lo suficientemente rápido: siendo adolescente, aprendí a boxear para aumentar mis habilidades en el sóccer y con un par de derechazos dejé al tipo inconsciente.

Apreté el botón que me conducía a la planta baja del edificio, pensando en que había tenido suerte hasta entonces pero que estaba por acabarse. Al abrirse las puertas del ascensor, sería el blanco perfecto para los soldados de la Orden del Sexto Mundo... Desesperado, miré hacia arriba tratando de encontrar una solución y entonces la vi: en el techo de elevador había una pequeña salida por la que seguramente los técnicos se metían para reparar las fallas. El tiempo se me acababa, pero entonces recordé la tarjeta del coronel, la cual yo había recogido; la introduje en la ranura y entonces apreté el botón de emergencia. El ascensor se detuvo y entonces yo busqué la manera de salir por la única ruta de escape que tenía posible...

Esperanza en el Mañana [Captain Tsubasa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora