Capítulo tercero.
Si tuviera que describir a Katya Nikiforov en una sola palabra, no podría hacerlo. A ella la conocí gracias a Hikaru Matsuyama, otro de mis ex compañeros de la selección japonesa. Por cierto que Matsuyama no logró sobrevivir al fin del mundo; lo curioso es que él no falleció por causa del virus Omega ni por ningún ataque. Matsuyama se suicidó dándose un disparo después de que su novia Yoshiko Fujisawa fue asesinada por un soldado de la Orden del Sexto Mundo, frente a sus ojos. Antes de morir, sin embargo, Matsuyama arrasó al menos con veinte soldados, incluyendo al que había acabado con la vida de su novia. Ése fue quizás el peor final que tuvo uno de nosotros. Y para ser sinceros, no pienso mal de Matsuyama, todo lo contrario, a veces hasta siento que lo comprendo...
Volvamos a Katya Samonovna Nikiforov (su nombre completo es mucho más largo, pero para ser sincero, no lo recuerdo). Ella era una persona rara, en todo el sentido de la palabra. Un tanto psicópata en ocasiones a mi parecer, Katya me parecía la persona más fría del planeta. Su familia entera fue asesinada frente a ella y, contrario a lo que podría esperarse, ella tomó una katana, especie de espada samurai la cual pertenecía a su hermano mayor, y decapitó uno por uno a los asesinos de su gente, sin derramar ni una sola lágrima. No sé realmente si en algún momento ella lloró por su pérdida, el único que quizás sabe algo sobre eso es Kazuki Sorimachi, otro compañero mío de la selección, pero es algo que no pienso preguntar jamás.
Después del Día Omega, Katya se convirtió en una especie de mercenaria. Se dedicaba a traficar con armas e incluso ropa y comida, todo vendiéndoselo al mejor postor. Incluso, se rumoraba que ella era asesina a sueldo, pero era algo que yo aun no comprobaba. Katya podría resultar peligrosa, más que nada porque era de las pocas que aun no tenían un bando bien definido, pero al menos hasta ese día yo tenía buenas relaciones con ella y sabía que me podría dar el armamento que necesitaba, a un alto costo por supuesto.
Katya no pareció sorprenderse por verme; era como si ya supiera que yo iba a ir ese día y me hubiese estado esperando, cosa que era un tanto ilógica. Vestida completamente de negro, como era su costumbre, Nikiforov estaba recargada contra su automóvil, limpiando una antigua escopeta Uzi de antes del fin del mundo. Ella me miró llegar, con esos helados ojos negros como la obsidiana.
- Linda reliquia, Sam.- comenté, al llegar.
- Aun sirve.- replicó Katya.- Y puede ser muy útil.
- Necesito armas, Sam.- le dije, sin más rodeos. A ella no le gustaba perder el tiempo con charlas vanas.
- Me lo supuse, sino no estarías aquí.- replicó ella.- ¿Qué quieres?
- ¿Tienes algo que me permita salir con vida de las instalaciones de la Orden del Sexto Mundo?.- pregunté.
- Una bomba nuclear.- respondió Katya.- O los santos óleos.
- No estoy para bromas.- dije.- Tengo algo muy importante que hacer y en verdad necesito tu ayuda.
- Por favor.- se rió Katya.- No me digas que el niño bueno va a cometer algún asesinato. Wakabayashi, con toda la intención de ofenderte me parece que tú nunca podrías matar a nadie y por eso mismo nunca podrías llevar a cabo una misión importante.
- Si ya terminaste de insultarme, Sam, aun quiero que me des algunas de tus mejores armas.- repliqué, sin inmutarme.
- No te las doy, te las vendo.- me contradijo Katya.- Y a un caro precio.
Ya qué. Pero por supuesto que iba preparado para eso. Una mala costumbre que la humanidad no se pudo quitar ni siquiera con el fin del mundo fue la codicia por el dinero. Después de ver tanta muerte, los supervivientes perdimos mucha de nuestra sensibilidad y nos enfocamos más en las escasas cosas materiales que quedaron, así que el dinero seguía siendo muy importante, quizás más, que antes de que se acabara el mundo. Los que teníamos algo de dinero (como yo por ejemplo) antes del Día Omega, después del fin del mundo seguimos conservándolo y usándolo a lo idiota. Sin embargo, comprarle armas a Katya Nikiforov era una mejor opción para gastarse el dinero, sobre todo si se iba en una misión suicida. Como era de esperarse, Katya intentó averiguar a qué iba yo a las instalaciones de la Orden del Sexto Mundo, pero no se esforzó mucho por saberlo. Yo le di una explicación vaga que sonó muy poco convincente pero que a ella le bastó. O al menos así pareció serlo.
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Esperanza en el Mañana [Captain Tsubasa]
FanficEl día en el que Japón gana el Mundial, una organización criminal libera un virus que acaba con más de la mitad de la Humanidad. 4 años después, los sobrevivientes quieren evitar que un nuevo virus concluya el trabajo del primero, para lo cual Genzo...