Capítulo vigésimo.

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Capítulo vigésimo.

Me di cuenta de que Lily acariciaba a Momo, la gata gris de Bisbrian. El animalito ronroneaba y le lamía a Lily las manos. Fue hasta ese momento en que me acordé de esa gata. ¿En dónde se había metido? Bueno, realmente no importaba, o por lo menos a mí no.

- No me gustan mucho los gatos.- comentó Lily, pero sin dejar de acariciar a Momo.- Prefiero los perros.

- Yo tenía uno.- dije.- Cuando era niño. Se llamaba John.

- Ya veo.- respondió Lily.- Yo también tenía uno, era una hembra labrador color chocolate, se llamaba Yue.

Era hora de irse, pero Lily parecía no querer dejar ir a Momo; ella seguía acariciando a la gata, la cual no tenía ni ganas de irse. Muy parecida a la dueña, mula y oportuna. Suspiré.

- Si yo me estoy esforzando, mínimo tú podrías poner algo de tu parte.- me quejé.

- No le veo el motivo.- musitó Lily.- Escuchaste a Ian, entré a la última fase del virus... No tengo ya cura...

- Sobre ese tal Rosso hablaremos después.- repliqué, con sarcasmo.- Y sé que en algún momento lo amaste con locura y él fue tu sol y tu única verdad, pero no todo lo que él diga es cierto. Podrá creerse un dios, pero está muy lejos de serlo. Tenemos que irnos ya.

Lily debió notar que yo estaba molesto, porque soltó a Momo, la cual lanzó un maullido de protesta. Yo subí al automóvil y arranqué antes de que a Schneider se le ocurriese salir con algún lanzallamas en la mano.

¿A dónde iría ahora? No habría ningún lugar en el mundo en donde pudiese esconder a Lily ahora. No éramos ni siquiera bienvenidos en Rheinfelden, el único sitio en donde alguna vez pudimos estar a salvo... Claro, mi principal temor se había convertido en cierto: la desgracia iba a cernirse pronto sobre el mundo y todo, incluyendo Rheinfelden, desaparecerían en cuestión de tiempo... Intenté pensar, formular algún plan, pero la verdad es que no se me ocurría ninguno. Siendo fiel a mi sexo, como diría mi ya fallecida hermana menor Hana, lo único que se me ocurrió de momento fue sacar a Lily de la Resistencia Delta y dirigirme hacia la Orden del Sexto Mundo, con la seguridad de que ahí encontraría la respuesta para todo. Sin embargo, ahora me ponía a pensar y era obvio que en algún momento tendría que dejar a Lily sola para entrar a la Orden, cosa que en definitiva era algo suicida, aunque ya había conseguido entrar y salir con éxito de ahí alguna vez...

Y parecía que habían pasado años de eso...

De cualquier modo, necesitaba tener algo más elaborado, mínimo pensar en donde iba a pasar la noche, como conseguir alimentos, como evitar que alguien matara a Lily... Por lo pronto, una vez que nos encontramos bastante alejados de la Resistencia Delta, detuve el automóvil para poder atender a Lily ya que ella seguía viéndose mal. Tomé el paquete que me había dado Kaltz y saqué una jeringa llena de líquido y se la tendí a Lily.

- Mira, Misugi te manda esto para que te sientas mejor.- le dije.- ¿Prefieres ponértela o te la pongo yo?

- ¿Sabes inyectar?.- preguntó Lily.

- No debe ser tan difícil.- me encogí de hombros.- Además, tú tienes mucho en donde inyectar.

Disimuladamente dirigí mis ojos hacia su trasero, mirada libidinosa que ella notó.

- Hombres.- suspiró ella.- Pónmela en el brazo, sirve que vigilo como te la pones.

- Eres muy aguafiestas.- comenté.- No me dejas divertirme ni siquiera un rato.

Esperanza en el Mañana [Captain Tsubasa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora