Capítulo decimonoveno.

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Capítulo decimonoveno.

Debo reconocer que Ian Rosso no era precisamente el tipo de hombre que esperé que fuese el prometido que alguna vez Lily me mencionó que tuvo antes del Día Omega. El hombre debía tener al menos unos treinta años, quizás treinta y dos, y como ya dije, tenía cabello negro y demasiado bien peinado y ojos azules, tremendamente helados. No sé, jamás me podría imaginar a Lily con alguien como Ian Rosso, pero no sé si hablaba mi sentido común o mis celos.

No tuve mucho tiempo para pensarlo; indiferente al ataque del que estaba siendo víctima Lily, Rosso me atacó y yo tuve que esquivarlo. Noté que el hombre no debía portar armas ya que de lo contrario me hubiese atacado con alguna de ellas. Rosso era más o menos bueno con las artes marciales, pero no tanto como yo. Así pues, le di unos tres o cuatro golpes que dejaron al sujeto sin aire. Todo parecía indicar que de plano el sujeto no estaba acostumbrado a pelear ya que no era muy bueno que digamos. Yo, por estar acostumbrado a evadir a la Orden, no me costó mucho trabajo el darle la paliza que quería a ese hombre que había acabado con la vida de Lily. Odiaba a ese desgraciado aun cuando no lo conocía, pero lo que él había dicho era suficiente como para que yo llegara a detestarlo. ¿El prometido de Lily? ¿Su amante? El solo pensarlo me daba náuseas.

- Eres mejor de lo que pensé.- murmuró Ian Rosso, limpiándose la sangre de las comisuras.

- Y tú, eres peor.- repliqué.- Pensé que tendría un rival serio, no un espantajo como tú.

- Estoy un poco fuera de forma.- musitó Rosso.- Pero no por eso te confíes. Por cierto, no tengo ni idea de cuál es tu nombre.

- Genzo Wakabayashi.- respondí.- Apréndetelo bien, porque vas a odiar ese nombre.

- No me digas.- Rosso rió con sorna.

En ese momento, el hombre cambió de actitud y me tomó desprevenido, lanzándome una patada a las costillas que me dejó sin aliento. Yo caí al suelo y entonces el desgraciado continuó pateándome.

- Esto es por haberte llevado a mi Lily.- dijo Rosso.- Y por atreverte a intentar boicotearnos. Todos los que lo intentan, mueren. ¿Sabías eso, infeliz?

- Pues entonces es momento de llevarte la contraria.- repliqué, tomando a Rosso por una pierna y lo tiré al suelo.

Lily detrás de nosotros se retorcía y controlaba sus ganas de vomitar. Yo estaba preocupado por ella pero Rosso no me dejaba en paz. Yo lo golpeé varias veces en la cara y en el estómago y lo empujé con fuerza contra la pequeña mesa de vidrio que se encontraba ahí, la cual se hizo añicos bajo el peso de Rosso.

- Ni aunque mandes llamar a tus hombres podrías detenerme.- dije.- No te vas a llevar a Lily.

- ¿Por qué te interesa tanto, en verdad?.- Ian Rosso se puso de pie y me miró fijamente.- Creo que me rompí dos costillas... ¿Sabes? Si trabajaras para mí serías un gran soldado.

- Eso nunca.- repliqué, enojado.

- Me lo supongo.- suspiró Rosso.- ¿Y por qué, eh? Apuesto a que solo has escuchado las supuestas cosas malas que te han contado por ahí como si se trataran de los cuentos del Coco que se les dicen a los niños.

- ¿Supuestas cosas malas?.- cuestioné.- Ustedes intentaron destruir a la humanidad, en ya dos ocasiones.

- ¿Y por qué debe ser eso algo malo?.- inquirió Rosso.- ¿No te has dado cuenta? La humanidad va perdiéndose entre tanto odio y corrupción, se ha corrompido entre tanta porquería.

Esperanza en el Mañana [Captain Tsubasa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora