#4

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Para la medianoche, Jimin estuvo transformado y listo en el borde de la ventana de Jungkook, arañando el vidrio con una pata para intentar llamar su atención. Le tomó unos minutos descubrir cómo sacar las garras, pero una vez las tuvo a su disposición, pudo hacer el ruido suficiente para que Jungkook se apartara de su computadora y se acercara a verlo.

El rostro casi gris del chico se iluminó al instante al verlo y sin pensarlo un solo instante, abrió la ventana para que pudiera brincar a la cama e instantáneamente recibir mimos del muchacho.

—Estás bien, estaba preocupado cuando no te encontré por la mañana —admitió Jungkook dejando de acariciarlo para verlo con ojos tristones pero dulces—. No pareces herido, así que estoy tranquilo.

Realmente se había encariñado con el gato demasiado fácil. No quería ponerse a pensar en que quizás se sentía demasiado solo, pero eso era lo que estaba notando. Sin embargo no estaba allí para fijarse en eso, sino que para corroborar de alguna forma la información que había recibido de Seokjin.

En algún lugar del cuarto tenía que haber algo que se lo indicara o al menos pudiera hacer que Jungkook hable de ello si se esforzaba. El chico de los Jeon parecía dado a hablar de sus problemas con el empujoncito adecuado y sabía que frente a un gato no se contendría. Los gatos no pueden contar secretos, después de todo.

Los gatos normales, de todas formas.

En lo que Jungkook seguía hablándole sobre cualquier cosa sin importancia y de paso mencionaba a su fastidioso vecino que lo había llamado callejero, Jimin se movió por el cuarto fijándose en todo a su alrededor. El cuarto estaba cambiado desde la noche anterior, ya podían verse más pósters en las paredes y no quedaban cajas de cartón por ningún lado. También había cambiado las insípidas cortinas blancas por unas azules.

Acababa de subirse al escritorio del menor con un salto cuando su teléfono empezó a vibrar sobre el mueble; era un poco extraño, sentía las vibraciones a la perfección, como si tuviera el aparato bajo las patas y no a unos centímetros de distancia. Jeon no pareció notarlo, así que se acercó para leer lo que ponía en la pantalla: YG lo estaba llamando.

Sintió un escalofrío recorrer toda su espalda y los pelos se le levantaron al comprender que la hipótesis de Seokjin había sido la correcta, ahora solo necesitaba que Jungkook respondiera el teléfono para resolver más interrogantes.

Maulló como pudo y toqueteó el teléfono con una pata, como amenazando con tirar el teléfono, lo que hizo que Jungkook se levantara de la cama y se acercara para contestar. No lo hizo al instante, titubeó por largos segundos hasta que respondió justo antes de que se colgara la llamada.

—¿Diga? —empezó Jungkook. No solo estaba encogido físicamente, sino que también la voz se le había encogido. Era como un animalito asustado. Se hizo una pausa—. Ya te dije que fue todo una coincidencia... no- no me grites, por favor.

Incluso con sus oídos desarrollados no podía escuchar las cosas que decía la persona al otro lado de la línea, pero lo que fuera que estuviera diciendo, estaba amedrentando a Jungkook de una manera horrible. El chico hacía gestos casi de dolor, casi parecía que algo invisible lo estaba golpeando por la forma en la que se movía. Su lenguaje corporal no hacía más que preocuparlo terriblemente.

Entonces al cabo de un rato, silencio. O la persona se había callado o estaba susurrando.

—Entiendo. Te veo mañana, entonces —zanjó Jungkook suspirando. No parecía para nada contento—. Buenas noches, Yoongi.

Era verdad. Lo que Seokjin había sospechado no eran simples suposiciones, de verdad estaba ocurriendo. Antes de mudarse a Seúl Jungkook había conocido a Yoongi en Daegu, donde se habían hecho amigos (¿y quizás algo más?) pero lo suyo no había terminado bien y ahora, por cosas del destino se habían tenido que reencontrar.

Curiosity saved the cat || KookMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora