La crisis de la edad ocasiona muchas cosas en la madre promedio, pero en la suya había provocado una necesidad imperiosa de remover toda la casa y limpiar hasta el rinconcito más perdido y olvidado.
Por esa misma razón era que llevaba ya subiendo cajas al ático un montón de veces, recorriendo el mismo camino desde el primer piso hasta aquel almacén, tanto que sus piernas le dolían y temblaban. En las cajas habían todas las cosas que su padre no se había llevado tras el divorcio o cualquier fotografía u objeto que recordara a él. Hasta los regalos minúsculos que él alguna vez había regalado a su madre estaban allí, como si no valieran nada.
Se dejó caer en el sofá de la sala sintiéndose mil años más viejo y cerró los ojos. Todo hubiera sido mejor si su hermano menor hubiera ayudado, pero el muy (des)afortunado se había torcido el tobillo una semana atrás y siguiendo su régimen de reposo, jugaba a la consola a su lado como si nada.
—¿Terminaste? —dijo Jihyun sin mirarlo. Sus ojos estaban perdidos en la pantalla plana y sus dedos presionaban los botones del mando a toda velocidad.
—Sí, no gracias a ti.
—Ey, no golpees al hombre caído.
—Lo siento, solo estoy algo estresado —confesó Jimin abriendo los ojos para mirar el perfil de su hermanito—. ¿Realmente es necesario que hagamos todo esto? Entiendo que papá sea un hijo de puta, pero hacer de cuenta que nunca existió es un poco...
—¿Excesivo? —completó Jihyun.
—Eso.
—Jimin, él también está haciendo lo mismo. Ya hasta tiene familia nueva.
Iba a refutarle diciendo que sí, tenía razón, pero que su madre no había hecho nada de eso y que de hecho seguía manteniendo lo poco de familia que quedaba, pero no le dio el tiempo. La madre de ambos entró sacudiéndose las manos llenas de polvo y los pasó de largo antes de volver. Ella era bastante joven y su apariencia ayudaba a hacerla ver incluso menor.
Ese día iba vestida con unos jeans rasgados en varias partes con una camisa a cuadros roja. Su cabello largo y oscuro levantado en una coleta bien alta. Llevaba un poco de maquillaje, pero lo más resaltante en su rostro y en casi todo su cuerpo era que estaba cubierta de polvo. Objetivamente hablando, la mujer era preciosa, tanto que casi todos los vecinos siempre le mandaban saludos cuando los veían por ahí.
Desde que se había divorciado había sido peor, si antes insinuaban cosas, ahora las decían sin pelos en la lengua. Era un poco incómodo, pero también tenía prohibido decir o hacerles nada por andar pasándose de la raya.
Minjin se detuvo frente a ellos.
—¡Adivinen qué! —exclamó sacudiéndose otra porción de polvo de la ropa. Jihyun tosió un poco y ella rodó los ojos—. Tenemos vecinos nuevos.
—¿Ah, sí? —inquirió el menor de los tres sin prestar mucha atención. Su videojuego era mucho más importante que cualquier otra cosa, aparentemente.
—Sí, los vi bajar cosas de un camión mientras sacaba la basura —explicó sentándose junto a Jimin y soltando su cabello—, el padre es muy guapo y joven, menos mal que estoy soltera.
—Mamá —regañó Jimin dándole un golpe inofensivo con el codo.
—Ya, ya, es broma —aseguró entre risas—. Tienen un hijo de la edad de Jihyun, deberían ir a hablarle. Mudarse siempre es una experiencia muy solitaria, ¿Saben?
Tan típico de ella preocuparse tanto por gente a la que ni siquiera conocía y de fijarse en las cosas más mínimas.
Normalmente Jimin era igual, en gran parte había heredado la personalidad de la mujer, pero desde que su padre se había ido se había convertido en alguien un tanto antipático. Las únicas personas que de verdad le importaban eran su madre, Jihyun y los pocos amigos que tenía; no tenía más lugar para nadie en su pequeño mundo, ni siquiera para su padre, mucho menos para un extraño.
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Curiosity saved the cat || KookMin
RomanceBuscando aliviar los dolores de su hermano menor, Jimin de alguna forma aprende a transformarse en gato durante su niñez. Ya crecidos, nunca más se vio en la necesidad de cambiar de nuevo, hasta que vio a su nuevo vecino llorando por su ventana. Sec...